Una versión poco conocida sobre el asesinato de John F. Kennedy

Minutos antes de su asesinato, John F. Kennedy recorría las calles de Dallas en el carro presidencial descubierto para saludar al público.
Casi se completa el rompecabezas sobre el asesinato de JFK (E-duque.net)

Que hacían el director del FBI, Edgar J. Hoover, el excandidato Richard Nixon y el propio vicepresidente de entonces Lindon B. Johnson, en la ciudad de Dallas, la noche anterior al asesinato del presidente Kennedy?

Qué papel jugaron millonarios agricultores y petroleros de Texas, tierra de Johnson, y cuales asesinatos antecedieron al de JFK? 

Buena parte de las respuestas estan consignadas en los libros del periodista William Reymond, quien escribió uno titulado – “El Último Testigo“- , con el sustento de un agricultor tejano, quien confesó detalles de la conspiración que se fraguó en Dallas, y entre cuyos autores materiales, el famoso francotirador de origen cubano Lee Harvey Oswald, fue apenas una ficha más del entramado. En realidad fueron cuatro los tiradores, según la investigación.

Reymond, tambien es autor del libro ” JFK: Autopsia de un Crimen de Estado” y “Marilyn, el Último Secreto“, escritos originalmente en francés. 

Una de las más fiables reseñas de dicho libro, la publicó en el España, el periódico Diagonal, hace 10 años. 

Este es uno de sus apartes: ” Los cuatro odiaban al presidente. Johnson porque no contaba con él para la reelección (se pronosticaba una mayoría espectacular) e impulsaba las investigaciones sobre sus delitos de corrupción. Nixon porque lo había derrotado por sólo cien mil votos en las elecciones de 1960. Hoover porque lo iba a destituir de la dirección del FBI. Y Hunt porque Kennedy había cancelado los beneficios fiscales de los millonarios petroleros.

Así asesinaron a Kennedy

El autor relata cómo actuaron los actores que participaron en la trama para asesinar a Kennedy. Un asesinato preparado y con claros intereses políticos y electorales. 

José Manuel Martín Medem, Madrid

El primero que dispara es Max, el mercenario francés conocido sólo por el nombre que utilizaba en los escuadrones de la muerte de la guerra de Argelia. Contratado cuando se entrenaba en el campamento clandestino de la CIA en Nueva Orleans, dónde se preparaban las operaciones de sabotaje contra Cuba. Son las doce y media del 22 de noviembre de 1963 y el Lincoln Continental descapotable circula muy despacio al hacer un complicado giro para entrar por la calle Elm a la plaza Dealey en Dallas.

Cuatro tiradores apuntan a la cabeza de John Fitzgerald Kennedy, presidente de Estados Unidos, con sofisticados fusiles Mauser Gewehr 43 de mirilla telescópica. Dos desde las alturas de edificios muy cercanos, el Dal-Tex Building (1) y el Texas School Book Depository (2), y otros dos detrás del público, camuflados en la colina arbolada.(3 y 4).La primera bala de Max entra por el cuello de Kennedy. Desde el Dal-Tex, el pistolero de la mafia Eugene Brading alcanza al presidente en la espalda. Falla Yito del Valle, oficial de la policía política de la dictadura de Fulgencio Batista, reclutado por la CIA, cuyo disparo desde el quinto piso del Depository ha herido a John Connally, gobernador de Texas, que acompaña a Kennedy. Junto al tirador, Lee Harvey Oswald, agente de la ONI (Office of Naval Intelligence) y colaborador de la CIA y del FBI, que trabaja en ese edificio y le ha facilitado el acceso. Falla también su intento entre los arboles Roscoe White, agente del Departamento de Policía de Dallas y colaborador de la CIA. En ese momento, el conductor William Greer, veterano del Servicio Secreto, detiene el vehículo presidencial y deja a Kennedy como un blanco muy fácil para los nuevos disparos, casi simultáneos, de Max y de White que le destrozan el cráneo.

Un tiroteo mortal

El tiroteo ha durado diez segundos. Greer acelera la limusina hacia el hospital Parkland. Su colaboración ha sido fundamental pero no sabe que pasa junto a un coche bomba que era el último recurso si el atentado se complicaba.
En Varadero, Fidel Castro acaba de recibir la visita de Jean Daniel, el periodista francés de L’Express que le lleva un mensaje de John F. Kennedy: le propone iniciar contactos de acercamiento cuando regrese de Dallas. En la Casa Blanca, el teléfono rojo mejora la confianza en las negociaciones con Moscú. 
 
El mercenario francés desapareció, a Eugene Brading lo asesinaron, Yito del Valle fue eliminado a machetazos y Roscoe White murió en un atentado con explosivos. En 1990, su hijo Ricky entrega al FBI la agenda del policía con el relato completo de la conspiración. El manuscrito desaparece.

No había periodistas ni cámaras en el escenario del crimen porque el Servicio Secreto había colocado el coche de la prensa al final de la comitiva presidencial y estaba fuera de la plaza Dealey. Entre el público, media docena de aficionados hicieron fotos y grabaciones de cine que la CIA, el FBI y el Servicio Secreto confiscaron y manipularon o destruyeron. Cincuenta años después, sólo los organizadores de la conspiración guardan la película del asesinato. William Reymond dice en su libro Autopsie d’un crime d’Etat que “numerosos indicios y algunas fuentes bien conectadas permiten pensar que los asesinos filmaron la operación”. 

Los Kennedy no me joderán más

El 21 de noviembre de 1963, en la víspera del asesinato, los petroleros texanos encabezados por Haroldson Lafayette Hunt, que era entonces el más rico del mundo, organizan en Dallas una fiesta para Edgar J.Hoover, director del FBI. Hay una reunión a puerta cerrada del vicepresidente Lyndon Baines Johnson con Hoover, Hunt y el invitado especial Richard Nixon. La entonces amante de LBJ, Madeleine Brown, ha contado que, cuando terminó el cónclave, el vicepresidente le anunció que “a partir de mañana los malditos Kennedy no me joderán más”.

Los cuatro odiaban al presidente. Johnson porque no contaba con él para la reelección (se pronosticaba una mayoría espectacular) e impulsaba las investigaciones sobre sus delitos de corrupción. Nixon porque lo había derrotado por sólo cien mil votos en las elecciones de 1960. Hoover porque lo iba a destituir de la dirección del FBI. Y Hunt porque Kennedy había cancelado los beneficios fiscales de los millonarios petroleros.

Dos agentes del FBI contratados para la seguridad personal de Hunt revelaron que el empresario compró un rancho en México para que se entrenaran los asesinos de Kennedy.Al mismo odio se sumaban los generales que no estaban de acuerdo con la retirada de Vietnam y la distensión con la URSS, la industria militar que perdía sus grandes negocios, los veteranos de la CIA destituidos por haber organizado el desastre de Bahía de Cochinos, los terroristas cubanos de Miami que se consideraban traicionados por la nueva política de la Casa Blanca para la convivencia con Fidel Castro y la mafia que se sentía engañada por no haber conseguido la impunidad a cambio de su colaboración en la campaña electoral de Kennedy. Dos agentes del FBI contratados para la seguridad personal de Hunt revelaron que el empresario compró un rancho en México para que se entrenaran los asesinos de Kennedy.

El tirador solitario

Lee Harvey Oswald colaboró con la CIA cuando hizo el servicio militar en los marines y fue reclutado por la ONI (Office of Naval Intelligence) para sus operaciones de infiltración de agentes dobles en la URSS. A esa supuesta vinculación comunista se añadió su aparente complicidad castrista: una falsa leyenda construida por David Atlee Philips, el entonces jefe de la CIA en México, que envió a un falso Oswald a solicitar un visado en la embajada de Cuba.

Los cuatro tiradores de la plaza Dealey estaban conectados por radio con un coordinador general de la operación y cada uno iba acompañado por dos ayudantes que les protegían, preparaban las armas, recogían los casquillos y facilitaban la huida. Después del asesinato, agentes del Departamento de Policía de Dallas, la mayoría asociados en organizaciones de extrema derecha, se encargaron de guardar los fusiles. Los que habían participado en el despliegue operativo fueron transportados al aeropuerto privado de Redbird, muy cerca de Dallas, desde donde volaron a Canadá. Un error de identificación provocó la detención del mercenario francés Max pero inmediatamente fue deportado también a Canadá en una de las primeras decisiones del nuevo presidente LBJ.

El encargado de sobornar a los policías de Dallas era Jack Ruby, colaborador del FBI y administrador de un bar de copas de la mafia frecuentado por Oswald. De Ruby dependía el montaje para convertir a Oswald en el tirador solitario del asesinato de Kennedy. A uno de los policías comprados, Jefferson Davis Tippit, le encargaron que lo recogiera en un cine para llevarlo al aeropuerto pero antes lo mataron para acusar a Oswald y provocar su detención mediante falsos testigos. Los agentes sobornados tenían la orden de asesinarlo. Se adelantaron otros policías no comprometidos y lo detuvieron.

Mientras tanto ya se habían fabricado las pruebas para demostrar que había matado a Kennedy. Una foto trucada de Oswald con un fusil que se hizo aparecer como el utilizado desde el Depository.Mientras tanto ya se habían fabricado las pruebas para demostrar que había matado a Kennedy. Una foto trucada de Oswald con un fusil que se hizo aparecer como el utilizado desde el Depository. La intención era que, con Oswald muerto y comprobado que había disparado contra Kennedy y Tippit, el caso quedase resuelto. Pero estaba vivo y empezaba a comprender que lo habían traicionado. Lo confirmó al realizar la llamada de emergencia a su contacto con la ONI y no obtener respuesta. Jack Ruby lo mata antes de que pueda hablar. Sus cómplices del Departamento de Policía de Dallas le facilitan el acceso cuando lo van a trasladar a la prisión.

 Presidente LBJ

La intervención del asesino del asesino del presidente provoca las primeras sospechas y ya comienza a hablarse de conspiración cuando Edgar J. Hoover le recomienda a su amigo y nuevo presidente LBJ, sólo una semana después del crimen de Dallas, que organice por decreto una comisión de investigación dirigida por Earl Warren, presidente del Tribunal Supremo. Aunque la designación de Warren le da a la operación una credibilidad inicial, la selección de los seis comisionados anuncia lo que sucederá: la Comisión Warren confirmará la versión del FBI sobre el asesino solitario.

Los seis son Allen Dulles, el director de la CIA destituido por Kennedy, el diplomático republicano John McCloy, muy amigo de LBJ, dos congresistas demócratas del grupo del nuevo presidente y dos republicanos: Gerald Ford, compadre de LBJ y de Richard Nixon, y John Cooper, pariente a la vez del vicepresidente y del director del FBI. En diez meses cumplen su misión y establecen la verdad antes de las elecciones presidenciales de 1964 que ganará Johnson. Según la Comisión Warren, Oswald fue el único tirador (aunque “no es posible determinar sus
motivos”), los disparos (sólo tres) se hicieron desde el quinto piso del Depository y no hay pruebas sobre una conspiración.

En su libro Autopsie d’un crime d’Etat, William Reymond cuenta que el 7 de junio de 1964 Jack Ruby se reúne a solas con el juez Earl Warren y el comisionado Gerald Ford en la prisión de Dallas. Confiesa entonces que el asesinato de Kennedy es una conspiración y pide que lo trasladen a Washington para hacer una declaración oficial porque si habla en la cárcel lo matarán.

No hay respuesta. Ruby morirá el 3 de junio de 1967, como consecuencia de un cáncer según la versión impuesta, pero consiguió enviar clandestinamente una carta a un amigo en la que denunciaba que lo utilizaron para impedir que Oswald contara lo que sabía sobre una conspiración que  beneficiaba sobre todo a LBJ para conseguir la presidencia de EEUU, el gran objetivo de su vida.
Sus primeras órdenes fueron anular la retirada de Vietnam, cancelar la distensión con la URSS y Cuba, confirmar a Hoover en la dirección del FBI, devolver las ventajas fiscales a sus patrocinadores petroleros y bloquear las investigaciones sobre las denuncias de corrupción en sus negocios.

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