Otraparte. Cuarto de hora de fama     

El Banquete del Millón o el banquete para los pobres. Foto El Tiempo Foto El Tiempo

Por Óscar Domínguez G.

Las familias Eisenhower, de Denison, Texas, y los Ramírez Restrepo, de Aranjuez, en Medellín, tuvieron en común que “eran pobres pero no lo sabían”. 

Los Eisenhower tuvieron presidente de Estados Unidos con Dwight David, “Ike”, quien patentó la frase entrecomillada del primer párrafo. Hace 65 años, los Ramírez tuvieron su warholiano cuarto de hora de fama cuando fueron  invitados por el padre García-Herreros a su programa de televisión El Minuto de Dios. La invitación del cura cucutoche sirvió de mantra para que nunca tuvieran líos económicos.

En sus infancias los Eisenhower y los Ramírez eran ricos sin plata. Como se dedicaban a vivir nunca repararon en las estrecheces. Dos años después de la invitación del padre García-Herreros a Inravisión de la calle 24, arrancó el Banquete del Millón que mañana jueves apaga 63 velitas arreglándole el semestre a los divorciados de la fortuna.

Para ser invitados al Minuto, los Ramírez  llenaban los requisitos: eran pobres felices, condición que debía ser avalada por autoridad competente, y tener hartos hijos. Del aval se ocupó la Sociedad de san Vicente de Paul; y como a su casa  no había llegado ese preservativo de pared llamado televisor, aportaron 17 vástagos para el cielo.

La historia la cuenta con lujo de detalles el mayorazgo de la tribu, Rodrigo Ramírez, en “Un puñado de historias”,  libro que ni se compra ni se vende. El autor es best seller de sus libros regalados porque los tres golpes están asegurados con sus empresas. Y con su desempeño como asegurador en Medellín. 

La moñona fue total: montaron en avión por primera vez y salieron en televisión. Por cierto, casi desarman el DC3 de Avianca que los transportaba. Perdieron urbanidad de Carreño con el alboroto que armaron a bordo. Azafatas y demás pasajeros quedaron de otorrinolaringólogo.

Este aplastateclas era vecino de la familia Ramírez. No sé donde estaba  soñando la noche que aparecieron en el programa del Siervo de Dios, el padre Rafael, quien trota sin estrés hacia los altares.

La cuadra donde vivían se paralizó durante los minutos que duró el programa. Por cierto, solo el rico de la cuadra, don Jesús “Conejo”, tenía televisor.

Si no vi el programa me desquité indagando con mi contemporáneo si había quedad registro gráfico. El padre Diego Jaramillo nos abrió los archivos. Digámoslo en letra de bolero: Esperanza inútil. El Espíritu Santo, al que nos habíamos encomendado, había tomado compensatorio.

La Piedad, de Arenas Betancourt

Por María Elena Quintero de Arenas

Esta obra es una parte o detalle dentro del conjunto de figuras que conforman el monumento «Homenaje a la Raza Antioqueña», instalado en La plazoleta de la Alpujarra. Se trata de  madre e hijo, mineros los dos, el hijo muerto sostenido sobre el hombro de la madre. Esa forma del monumento es una inmensa herradura por cuya forma discurre la historia de Antioquia y los distintos personajes que la conformaron, como los arrieros, mineros, las madres y su fertilidad, el ferrocarril, los mitos, la religión etc.. Esta Piedad es una versión americana de la gran Pietá de Miguel Angel. No alcanza a verse bien en la foto, pero al lado de la madre hay una batea con la que los mineros sacan el oro de los rios. (La obra de Arenas está ubicada en la Plazoleta del Minuto de Dios, en Bogotá).

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