Orcasas       

De derecha a izquierda: María Elena Quintero, Gonzalo Mejía, Orcasas (de discreto color rojo Independiente Medellín), Rodrigo Ramírez, Odominguezg, Jesús Alzate, cuasinonagenario y Fernando Domínguez, hermano del aplastateclas)

Por Óscar Domínguez

Ramírez-Casas Orlando, por telégrafo Orcasas, “nació a temprana edad” en Medellín un día como hoy 2 de octubre hace 80 años.  “Nací en un hogar humilde, de padre obrero textil y madre ama de casa…  No era un hogar culto o en el que se leyeran libros, pero compraban el periódico El Colombiano en aquella época en que los voceadores de prensa recorrían las calles con algunos ejemplares bajo el brazo a los gritos de “¡…bianooo, bianoooo, orreo, empo, epetaor!”, escribió el prolífico hombre de letras.

En el campo laboral, nuestro “sombreroadicto” le dio la vuelta a Colombia en las prosaicas áreas contable y de comercio. Una vez jubilado, se asiló en la literatura que vive con pasión y fruición. Amigo de medio Medellín, habla con la fluidez con que escribe. Es de esos conversadores lúcidos que se hacen visita a sí mismos.

En su caso, lo de escritor no es fruto de una mojada acalorado:  “El que menos se creía el cuento de escritor era yo que empecé llenando cuartillas como por jugar.   Fue el libro “En Altavista se acaba Medellín” el que hizo que la gente me colgara el sombrero de escritor.  Lector empedernido, sabía que ese rótulo me quedaba grande. Me pulí en los talleres de escritura literaria del profesor Mario Escobar Velásquez.  En ellos supe que no iba a ser ningún García Márquez, y que lo mío era simplemente compartir mis vivencias con la familia, los amigos y, de pronto, algún día, con los nietos”. Sus amigos lo perciben siempre listo para beber y tanguear.

Los Malandros con Julio Rodas incluido.

 Su primer libro no se vendió pirateado. Algo que no desvela al tanguero de ley “que vive y comprende la urbe”, como escribió  su prologuista  Humberto García que encuentra su prosa elegante, pulida y estética. Le pongo arcaico papel carbón a su certeza. Tiene su propio blog en el que aborda temas insólitos muchas veces.  Escribe largo. ¡Y ay del que le pida que escriba corto! Orlando prefiere no menear temas religiosos, políticos o deportivos, a pesar de que es católico y godito de los de amarrar en el dedo gordo. Levita oyendo misa.

 Al hombre que no se quita el sombrero ni pa fornicar, lo llaman para que dicte conferencias en el Salón Málaga  y está ocupado tirando línea musical en cualquier parte; o  participando en alguna de las jijuelmil barras o tertulias que se lo rapan. Una de ellas es la de “Los malandros” que lidera con mano tendida y pulso frágil, María Elena Quintero, viuda del escultor Arenas Betancourt que acaba de volverse ballet, representación que le encantó a este abuelo feliz. Agotó adjetivos.

 Tiene buena espalda. El primer libro que editó Sílaba, de Lucía Donadío,  fue “Buenos Aires, portón de Medellín”. Después vinieron otros 350 títulos. “Me he convertido en escritor de un solo libro porque sólo se me reconoce por el de Buenos Aires”,dice. Celebra que también a Joyce y a Proust  los recuerden por un solo libro. Se siente bien acompañado en esa soledad. Japiberdi, desproustatizado Orcasas (quien apenas me lleva 345.600 segundos de ventaja).

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