Los Danieles. Las más bellas de la historia

Daniel Samper Pizano

 Se desaconseja la lectura de esta columna a feministas extremas, enfermos de circunspección aguda y personas incapaces de disfrutar un capítulo de la historia ligera de Colombia. 

Daniel Samper Pizano

¿Cuáles han sido las mujeres más lindas de la historia de Colombia? No lo había pensado nunca, y seguramente los lectores de esta columna tampoco. Pero estamos en diciembre azul y es válido todo recocijo. Lo que sí puedo asegurar es que historiadores respetables reflexionaron sobre el asunto, compararon retratos, daguerrotipos o fotografias y llegaron a conclusiones, como cualquier jurado del Concurso Nacional de Cartagena. 
También los poetas. Altos vates emitieron su lírico veredicto, porque plata llama a plata y belleza llama a belleza.

Tomás Rueda Vargas, escritor estrella de la generación del Centenario, dictó sentencia sobre las colombianas más guapas del siglo XIX. El día de Navidad de 1938 escribió: “Teresita Villa fue considerada por sus contemporáneos como la mujer más bella de su tiempo, algo así como la Elvira Silva de la primera Colombia”. 
Ya tenemos a las dos primeras. Armado con testimonios escritos, leyendas y poemas, me puse en el trabajo de seleccionar a otras cuatro colombianas que, a los ojos de sus compatriotas, fueron las mujeres más atrayentes de su tiempo. 

La mentada Teresita Villa (1801-1830) nació en Medellín pero desde niña residió en Bogotá, donde su belleza se volvió legendaria. Eran los últimos tiempos de la Colonia y un oficial español, Juan de la Cruz Tolrá, logró llevarla al altar en febrero de 1819. Pero no por mucho tiempo, pues Tolrá murió el 7 de agosto en la batalla de Boyacá. Nueve años después la viuda casó con otro militar, esta vez criollo: el coronel José Manuel Montoya. Meses más tarde, al dar a luz a un niño, “murió la bella Teresita”, como informó un amigo adolorido al general Francisco de Paula Santander. Tenía 29 años. La noticia trastornó la sociedad neogranadina y el poeta Andrés María Marroquín la despidió con un famoso soneto:

Soneto a Teresita Villa 

De esmeraldas que crio la primavera,
y de las perlas que lloró la aurora,
esmaltada la flor encantadora
envidia y gloria de los campos era.

Mas apenas gozó la luz primera
del astro que a su vista se enamora,
su botón bello mano segadora
cortó implacable con guadaña fiera.

Así los dones que natura avara
de prodigios, de encantos, de hermosura,
solo en Teresa pródiga juntara…

Menos los que adornaban su alma pura,
a un dardo que la muerte le dispara,
todos yacen en esta sepultura.

De acuerdo con Rueda Vargas, solo hubo otra mujer capaz de disputar a Teresita Villa el título de la colombiana más airosa del siglo XIX. Esa fue Elvira Silva, hermana de José Asunción, el gran poeta que, según las malas lenguas, ardía por ella en amores no confesados. Había nacido Elvira en 1872 y murió de neumonía en 1892, cuando finalizaban el segundo medio siglo de la República. El poeta se suicidó cuatro años después, no sin antes evocar a la preciosa difunta en su poema Crisálidas

Cuando enferma la niña todavía 
salió cierta mañana 
y recorrió con inseguro paso 
la vecina montaña, 
trajo entre un ramo de silvestres flores 
oculta una crisálida, 
que en su aposento colocó, muy cerca 
de la camita blanca… 

Y unos días después, en el momento 
en que ella expiraba, 
y todos la veían con los ojos 
nublados por las lágrimas, 
en el instante en que murió sentimos 
leve rumor de alas 
y vimos escapar, tender al vuelo 
por la antigua ventana 
que da sobre el jardín, una pequeña 
mariposa dorada… 

La prisión, ya vacía, del insecto 
busqué con vista rápida; 
y al verla vi de la difunta niña 
la frente mustia y pálida, 
y pensé, si al dejar su cárcel triste 
la mariposa alada 
la luz encuentra y el espacio inmenso, 
y las campestres auras, 
¿al dejar la prisión que las encierra 
qué encontrarán las almas? 

Elvira SilvaElvira Silva

Trepidando ya el siglo XX, Colombia se asomaba a la modernidad y experimentaba cosas nuevas: luz eléctrica, automóviles, teléfonos, aviones… También concursos de belleza. En 1931 se realizó el primero, pero no en Cartagena sino en Bogotá. Cada candidata desfilaba con un poeta y cada poeta leía unas rimas a su musa. El dúo que se robó los aplausos del público fue el de Elvira Rengifo, una muy joven caleña que parecía salida de un cuadro de Romero de Torres, y el vate y dandy bogotano Alberto Ángel Montoya. Elvira no fue coronada reina pero ambos, candidata y soneto, pasaron a la historia.


Soneto a Elvira Rengifo

Doña Elvira Rengifo: tú llegas de la leve
página de un idilio que nunca morirá.
Si al virginal mandato tu juventud se mueve,
la sombra de María por donde pasas va.


Sobre tu frente cándida, qué bien está la nieve,
y en tu mirar sereno, la luz qué bien está.
Bajo un clamor unánime, para tu planta breve,
como un tapiz magnífico se tiende Bogotá.

Doña Elvira Rengifo, la del Valle risueño,
parece que llegaras aquí como de un sueño;
eres flor en el rostro y en el cuerpo, bambú.

Si en el Valle del Cauca se agostaron un día
los lirios impolutos cuando murió María,
las rosas florecieron cuando naciste tú.

Elvira RengifoElvira Rengifo

En 1932, un año después de aquella velada en el Teatro Colón, el concurso de belleza se estableció en Cartagena, y en 1938 nació en Pereira Luz Marina Zuluaga. Los años cincuenta, remate del primer medio siglo XX, fueron agitados en lo político —caída del Partido Conservador, régimen liberal, dictadura de Rojas Pinilla, Frente Nacional— y apoteósicos en la farándula: llegó la televisión y Luz Marina fue elegida virreina de Colombia en 1957 y Miss Universo en 1958. Durante sus 77 años de vida (falleció en 2015) fue una especie de Reina Madre nacional y, oficialmente, la mujer más linda del planeta durante 365 días. El poeta Alfonso Bonilla Naar le entregó a Cartagena en el siguiente poema: 

El poeta regala su ciudad 

Te la regalo con sus barriletes elevados
y sus pandongas en el balcón de la historia
Te la regalo con el telar de sus manglares
y sus cordeles tendidos
Te la regalo cromada para que no se oxide en tus manos
Te la regalo con su mar de mil azules
y la luna de todos sus eneros
Te la regalo con sus carisecas y alfajores
icacos, mangos y cabalongas
con sus mariamulatas y tuseros
con sus primaveras y totumos
con sus caracuchas y cangrejos
con sus camarones y langostas
Para que descubras en las alas de las gaviotas
la fórmula de las distancia.

Luz Marina ZuluagaLuz Marina Zuluaga

El catálogo de las colombianas más agraciadas de la historia contiene hasta ahora cuatro nombres. Dos del sigo XIX (Teresita y Elvira) y dos de la primera mitad del siglo XX (la otra Elvira y Luz Marina). Otros dos corresponden a la segunda parte. En mi opinión, y quizás en la del público, merecen esa distinción la caleña Margarita Rosa de Francisco, que nació en 1965, y la chocoana Vanessa Mendoza, dieciséis años menor. Ambas sobresalientes y altamente populares. La primera ha sido modelo, actriz, cantante y militante política. La segunda fue Señorita Colombia y está comprometida en causas solidarias. Como todas las colombianas, vivieron importantes transformaciones en el estatus de la mujer, y contribuyeron a luchar por él. Su hermosura, prestigio e influencia siguen vigentes al amancer del siglo XXI.

Vanessa MendozaVanessa Mendoza

Ambas gozan ya de unos versos del poeta Ángel Marcel que las hermana en un mismo soneto:

Dos mujeres, dos siglos, una historia

Decir “bellas” no basta. Si la empresa 
de intentar el poema desafía
la pluma más ilustre, ¿qué diría
de Margarita Rosa y de Vanessa?

Para ninguna invoco la belleza,
pues la tienen. También la nombradía.
En ambas, la palabra “todavía”
es noticia de amor, fina promesa.

De Margarita Rosa de Francisco
de ojos claros y temple bien arisco,
habla su insumisión ante la gloria.

De Vanessa Mendoza, noche pura,
habla la intrepidez de su hermosura.
Dos mujeres, dos siglos, una historia.

M. Rosa de FranciscoM. Rosa de Francisco

En cuanto a nuestro tiempo, ya se perfilan candidatas al histórico título. Las primeras son la manizalita Amparo Grisales (¿¿??) y dos barranquilleras: la actriz Sofía Vergara (1972) y la cantante y compositora Shakira (1977). Admiradas por su físico y talento, habrá que esperar un poco más antes de saber si serán ellas los iconos de la época. 

Tranquila navidad y feliz año para ellas y para todos los seguidores de Los Danieles. Hasta enero…
 

Sobre Revista Corrientes 3295 artículos
Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]