Historias de locos bajitos en el embrujado fin de mes

Por Oscar Domínguez Giraldo

Para decirlo con Groucho Marx, los niños tienen en común que suelen nacer a temprana edad.  Picasso soñaba con ser niño cuando estuviera grande… Los mejores días del Niño Dios los pasó cuando andaba de pantalón corto, lejos del estrés que le producirían después escribas y fariseos, la oposición de la época. 

Rudyard Kipling dice en su autobiografía: “Dame los primeros seis años de la vida de un niño; el resto te lo puedes quedar”. 

 “Desde muy niño tuve que interrumpir la educación para ir a la escuela”, contó el irlandés Bernard Shaw. 

El humorista español Gila los bautizó “locos bajitos”. El niño que hay en Serrat le puso música y voz a la expresión. 

Los niños molestan, luego existen. Por ello, desde siempre, las madres les dan el chupo a sus niños para ahorrarse siquiatra y poder dormir. 

Un niño es como tener un Quevedo, un Borges o un Gabo gratis en casa las 24 horas al día… sin que haya que cambiarles pañales. Lo comprobamos a medida que crecen. Constantemente están produciendo poesía de pantalón cortico, entendida ésta como esas metáforas en pañales que van soltando los “menudos” a medida que crecen.   

Son hermosas y sorprendentes las figuras que  estos bulliciosos de oficio  desgranan sin el estrés de verlas publicadas. Tiran el poema y esconden la mano. La gloria literaria no es su fuerte. Prefieren una muñeca que hace pipí a un Nobel de literatura. 

Viven siempre en domingo. Para ellos todos los días es 31 de octubre día de las brujas. Son amigos de todos los dioses. Carecen de enemigos. Viven en FM. Dormidos, siguen despiertos. Los adultos creemos que hablan solos. Falso: no escuchamos a sus interlocutores invisibles. Ellos sí.  

No discriminan. Para ellos es más  importante un helado de chocolate que la reina de Saba o Nefertiti. 

Padres y madres recientes y futuros deberían imponerse la tarea de andar lápiz o grabadora en mano para dejar en cinta esos poemas infantiles que son best-seller inmediatos entre los suscriptores del directorio telefónico  familiar. Algunos ejemplos: 

DEJEN SALIR AL ABUELO 

Laurita, de 4 años, pregunta qué hay en ese cofre alrededor del cual se aglomera la gente  en la capilla de la Iglesia de La Niña María, después del oficio religioso. La mamá le explica que allí están las cenizas de su abuelo que ha sido cremado. Laura vuelve a preguntar: «¿Y por qué no abren el cofrecito para que salga?».


Una niña que juega a las muñecas  con su ángel de la guarda le pregunta a su mamita cómo nacen los niños. Ella explica que primero sale la cabecita, después los hombros, los brazos, los pies… Su pequeña interlocutora la interrumpe: “¿Y cuando acaba de salir del todo se arma el niño?” 

Natalia, de cinco años, les informa a sus padres, escépticos tirando a ateos, que Dios existe.  

  • ¿Y cómo lo sabes?, pregunta mamá. 
  • Porque tiene un minuto en la televisión ( en referencia al programa de televisión en Colombia “El Minuto de Dios”). 

     

Manuela, ocho años, le pregunta a su abuelita cómo se diferencia un caballo de una yegua. 

Niños de tour por un supermercado

La abuela saca a relucir su sapiencia fisiológica:”Las yeguas tienen teticas por debajo. Y los caballos tienen órganos genitales”. 

  • Ah, el pene, remata Manuela. 

    De Juan (cuatro años) 

    No quiero morir. 

    No quiero llegar a viejo porque me muero. 

    No quiero se abuelito porque mis abuelitos se van a morir. 

    ¿Si diciéndole a Diosito que no quiero morir no me muero? 

    Pienso en Diosito: no me moriré. 

    No quiero crecer ni ser grande para poder jugar. 

    Para uno ser feliz tiene que hablar mucho. 

     

     

    EL DIA QUE SE CAYÓ EL CIELO 

    «Mamá, se cayó el cielo», fue la primera reacción de Catalina, cuatro años, cuando vio el mar desde el avión, poco antes de aterrizar. 

    Mi hija Andrea se decepcionó cuando conoció el mar. Le pareció una piscina, sólo que más grande. Ella creía que el mar era alto, hacia el cielo, como un edificio. 

    Cuenta un padre orgulloso: Uno de mis hijos  solía decir cuando la madre y alguna amiga o parienta salían de compra: “Van a comprar muchas cosas innecesarias que necesitan”.

    Veíamos por televisión las imágenes del atentado al presidente Reagan de Estados Unidos. Mi hija comentó: «No quiere que maten al presidente porque sabe mucho  de inglés». 

    – Te voy a dibujar dos cigarrillos, informa Juan Fernando, de cinco años. 

    – ¿Apagados o prendidos?, le pregunta su hermanita. 

    – Apagados, porque prendidos me quemo… 

SACAR A DIOS DE UN SOMBRERO 

José Luis, de 4 años, ama los pingüinos desde cuando los vio en la televisión.  

– Mami, traigamos un pingüino a vivir con nosotros.  

La ecológica y rubia mamita le explica que no pueden hacerlo porque los pingüinos viven en los polos, entre la nieve.  El pequeño tiene la solución:  

– ¡Mami, es que lo metemos en la nevera! 

Otro día, José Luis realiza un viaje a pie por el campo con un filósofo aficionado, su abuelo.  El párvulo escucha que su abuelo le habla bellezas del viento: «Mira cómo se mueve…!».  

Quién dijo miedo. El hombre que desertó de los pañales replica: «Abuelo, el viento no se ve. El viento se siente, pero no se ve. El viento es como Papá Dios. Papá Dios se siente pero no se ve. Es como los fantasmas que se sienten pero no se ven».  

– ¿Quién te enseñó eso?, pregunta el perplejo abuelo, convertido en alumno de su nieto.  

– Me lo enseñó mi papá . Pero Papá Dios se deja ver con magia.  

– ¿Qué es magia para ti, José Luis?  

  • Magia es sacar un conejo de un sombrero. Abuelito: ¿tú puedes sacar a Dios de un sombrero?  

La abuela alemana le explica a Oskar que ella trabaja en una organización (Amnistía Internacional)  que ayuda a los presos. Entonces el pequeñín se inclina hacia su oído y le dice como en un murmullo: “Abuela, tienes que ir de noche, cuando los policías se hayan dormido. Yo te acompaño y te ayudo a que los ayudes a escapar”. 

Un abuelo se pregunta: “Por qué, otro ¿por qué?, los editores  no le han pedido a García Márquez que escribiese unas cuartillas explicándole a niños como sus nietos por qué, por ejemplo, cuando vamos paseando de frente al sol que se pone, no seguimos caminando con nosotros. A mí me hizo esa pregunta una vez mi nieto Paul Louis («Abuelo, ¿por qué no seguimos caminando con nosotros?»), y debo confesar que lo inesperadamente metafísico de la misma me dejó mudo. Pero mi propio nieto despejó el misterio al advertir mi perplejidad: se limitó a señalar el suelo donde ya no nos precedían nuestras sombras”. 

REGALOS POR LA VAGINA 

Cuando la mamá estaba en embarazo de Andrés,  su segundo hijo, decidieron hacerle un regalo a María Clara, su hermanita, como una forma de prepararla para recibir la “competencia”.  

Papá y mamá le explicaron que el regalo se lo había enviado su hermanito. María Clara comentó entonces: “¿Sííí… y cómo hizo: lo tiró por la vagina o qué?”. 

Cuando María Clara tenía 6 años les notificó a sus padres que no quería volver al colegio. Aseguraba  que ya lo había aprendido todo. 

La mamá le aclaró que todavía le faltaba aprender a sumar y a restar. Comentario  de María Clara: “¿A  restar como los policías?  Yo no quiero eso”. 

Ya crecidito, Andrés, hermano de María Clara, solía repetir: «Mamá, papá, nena: yo los quiero mucho, y yo me quiero mucho». 

Y cuando Andrés contestaba al teléfono, decía de una buena vez: “Habla con el hermanito de mi hermanita”. 

PERDERSE EN LA SOLEDAD 

El juicioso padre lleva a su hija a casa de una amiguita para alguna fiesta. En el camino la pequeñina, ante la sorpresa del padre, va desgranando frases como éstas:  

“Papi, sabes que la soledad es muy grande?”, “Sabes que uno se puede perder en la soledad?”. Por el espejo retrovisor del carro, el padre mira a su nena y se pregunta perplejo que habrá fallado en la educación  que ella madrugó a plantearse semejantes inquietudes existenciales. 

Las angustias del padre terminan cuando su Valentina anuncia: “Papi, ya vamos llegando a La Soledad. Mi amiga Natis dice que es un barrio muy grande”. 

Rolando era hincha furioso del grupo Menudo. Su mami lo llevó a verlos en una visita a Bogotá. “Mami, mami: son ellos, en humano”, gritó el párvulo cuando los vio.  

Otro abuelo le explica a su nieto que los campesinos tienen un modo muy particular de hablar, aprendido de sus mayores. Y que la gente les decía montañeros por eso. 

Y le da un ejemplo: a los derrumbes, por ejemplo, los campesinos les dicen volcanes. El niño se queda pensativo un momento y en su media lengua pregunta: “Agüelito, si los montañeros le dicen ‘volcán’ a ‘redumbe’… ¿entonces cómo le dicen a un volcán”. 

A los cuatro años, Alejandro le pregunta a su padre: 

– ¿De qué se alimentan los fantasmas? La pregunta sorprende al taita que queda fuera de base. En ese momento, casualmente, escucha el ruido de una motocicleta. Papá aprovecha el desorden  para salir del paso, y responde: 

– Los fantasmas se alimentan de aire. 

Alejandro vuelve a la carga: 

 – Claro. Por eso las túnicas de los fantasmas siempre están infladas. 

 Casa de las estrellas 

El profesor Javier Naranjo sí que  sabe de metáforas de niños. Decidió reunirlas  en un libro, Casa de las Estrellas, Colección Arcoiris, editado en dueto por la Universidad de Antioquia y el Municipio de Medellín.  

Invitó a niños de primaria a que soltaran la gata de la imaginación. Naranjo proponía algunos nombres y les pedía que los definieran. Algunos resultados:  

Amor: enamorarse puede ser paz (Carolina Murillo, 7 años).  

Anciano: cuando a uno se le van los años (Sandra LilianaVilla, 8 años).  

Beso: dos en acercarse (Camila Mejía Gónima, 7 años).  

Colegio: casa llena de mesas y sillas aburridas (Simón Peláez,11años). 

Cielo: donde sale el día (Duván Arnulfo Arango, 8 años). 

Dios: es el alma de nosotros, es como si fuera el viento (Laura Escobar, 6 años).  

Distancia: alguien que se va de uno (Juan Camilo Osorio, 8 años).  

Dinero: plata que no se gasta y se ahorra para comprar cada vez más las cosas (Miguel Angel Munera, 6 ños).  

Espíritu: es Dios, es una cosa redonda y grande de oro. ¿ Cuánto valdrá eso? (Juan Pablo Betancur, 4 años).  

Eternidad: es esperar a una persona (Weimar Grisales, 9 años). 

Felicidad: es cuando el amor, la paz y las cosas buenas están juntas (Carolina Haayen, 10 años).  

Guerra: gente que se mata por un pedazo de tierra o de paz (Juan Carlos Mejía, 11 años).   

Iglesia: donde uno va a perdonar  a Dios (Natalia Bueno, 7 años).  

Inmortalidad: la inmortalidad es muy dura (Yamile Gaviria, 7 años). 

Loco: persona que se cree algo distinto a lo que es (Juan Carlos Mejía, 11 años). 

Madre: la madre es la piel de uno (Ana Milena Hurtado, 5 años).  

Mafioso: es una persona con mucha plata y no le gusta nada (Luis Fernando Ocampo, 10 años).  

Mente: cosa que uno piensa a través de uno mismo (Leidy Stella Arango, 10 años).  

Mujer: humano que no se puede reparar (Oscar Alarcón, 11 años).  

Novio-a: rango más bajo de matrimonio (Ricardo Mejía, 10 años).  

Padre: el que me dio la cosa que tengo en mitad de los dos muslos ( Simón Peláez, 11 años). 

Palabra: es donde se ocultan las palomas (León Alfonso Pava, 11 años).  

Soledad: estar solo con nadie (Duván Arnulfo Arango, 8 años).  

Universo: casa de las estrellas (Carlos Gómez, 12 años). 

 En un programa de televisión los presentadores les hacen algunas preguntas a los niños. 

– Juliana, ¿tú sabes cuántos ángeles de la guarda hay? 

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  • Francisco ¿qué hace Dios los domingos? 
  • Me imagino que va esquiar al lago. 
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  • Claudia, ¿tú sabes qué es el arco iris? 
  • Sí, sé que al final del arco iris hay una olla con monedas de oro. 

     

    Otras de niños famosos: “ Wendy, ¿por qué tenemos que crecer?”. (Peter Pan). 

     

    “Olvídalos a todos. Ven conmigo adonde no tendrás que pensar en las cosas de los adultos”. (Peter Pan). 

     

    “Mi mamá siempre me dijo que la vida es como una caja de chocolates. Nunca sabes lo que vas a encontrar”. (Forrest Gump).  

     

    “A los diez, a los nueve, a los ocho años, yo me preguntaba: cómo es que nadie me ha descubierto en la escuela. ¿Es que no se dan cuenta de que soy más inteligente que cualquier persona en esta escuela?”. (John Lennon, ex beatle). 

     

    “José, de apenas seis años me confesó tocándose el pecho: el dolor es una cosa aquí. Lo siente desde el amanecer en que los paracos (paramilitares) llegaron a su casa y se llevaron a su papá”. (Así empieza el libro “La guerra no es juego de niños”, de la periodista Pilar Lozano). 

Historias de locos bajitos  

Como viven en perpetuo día de las brujas, ¿ cómo no soltarles los trastos de pensar a los bajitos en el primer 31 de octubre en pandemia? 

Amita, ¿por qué el eco nos responde con una voz que se parece a la de de uno? (Talo, el niño de Los soles de Amalfi, de Dasso Saldívar). 

Quino, con cada uno de sus libros, lleva ya muchos años demostrándonos que los niños son los depositarios de la sabiduría. Lo malo para el mundo es que a medida que crecen van perdiendo la razón (García Márquez). 

Abuelito, cuando sea grande  te voy a construir una casa grande para que siempre  entre el sol. Solo hay un problema, y es que para esa época tú ya no vas a existir (Mateo , seis años). 

El pediatra ve a un niño de cuatro años tosiendo a través de la ventana de su consultorio. Le pregunta qué está haciendo y recibió la siguiente respuesta: Estoy arrojando mi tos a través de tu ventana para que no regrese a mí; creo que así es que curas a las niños. (Del libro Cien anécdotas de los pediatras colombiano). 

Al nacer, al niño hay que rodearlo de hermosas palabras y de hermosos adornos para hacer hermosa su vida futura (proverbio de un pueblo africano). 

Agustín, de dos años, le tiene nombre al pico y placa: Pipicaca. 

De un abuelo: En mi  vejez he empezado a apreciar la pintura infantil y he acuñado esta frase: «Todo niño es un Picasso hasta que le enseñan a pintar”. 

Compartíamos con Alejandro, mi hijo, y sus hijas nietas Manuela de 12 y Emiliana de 7.
Alejandro, en broma, les dice: Niñas, les vamos a traer un hermanita. Manuela no dice nada pero Emiliana responde: No, papi, porque yo quedo en el medio, y quedo invisible, porque la mayor siempre manda, y el menor puede culpar y hacer lo que quiera.  

En una parada del travía en Colonia, Alemania, sí la del soneto catedralicio de Juan Lozano, se subió un africano y se sentó frente a la madre y a Monserrat, de unos seis años. Montse lo miró muy fijo y le comentó a su mami“Mamá, este hombre es azul”. Y el africano sonrió y le dijo: “Y tú eres rosé”». (Del diario de Ricardo Bada). 

Mi nieta Mariana, cuatro años, observa a su prima elaborar una maqueta para la Universidad. Mariana recogió los retales y quiso imitar a su prima haciendo su propia una maqueta. Yo la observé y le dije:  ¿Le ayudo?,  y me respondió: No, enséñeme.  

De la siguiente anécdota surgió la idea de las historias de locos bajitos que está cumpliendo 41 columnas. 

Pregunta el abuelo: José Luis de cuatro años qué es para ti la magia? Magia es sacar un consejo de un sombreo. Abuelito, ¿ tú puedes sacar a Dios de un sombrero? 

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