Contraplano: La tripleta periodística

Antonio Pardo García, el sobreviviente de la triplete. Foto Revista Corrientes

Por Orlando Cadavid Correa

Eran tres espadachines –como los mosqueteros de Alejandro Dumas– y salieron en distintas épocas de la madrecita Antioquia para darle lustre, vigor y dinámica al periodismo nacional.

El más veterano, Alberto Acosta, madrugó a comprar tiquete para irse de este mundo terrenal. Los otros dos, Antonio Pardo y Alberto Giraldo, siguieron por otros caminos. Uno cerró su ciclo con broche de oro en su laboratorio radial, en la Torre Sonora de RCN. El otro (Giraldo) se dedicó tras las rejas a juntar sus memorias del proceso 8. 000 antes de irse a cuadrar caja con el de arriba.

Líderes naturales en el quehacer periodístico, el trío maicero tenía varias cosas en común: el amor por la acogedora Bogotá, la ciudad de todos, sin incurrir en deslealtades con el terruño natal; la curiosa coincidencia de que sus nombres comenzaran por la primera letra del abecedario; una innata capacidad pedagógica, y el tesonero empeño de revolucionar los medios que pasaran por sus diestras manos de artistas de la noticia calientita, acabada de salir del horno de la actualidad. Por donde pasaban dejaban su impronta, puesta con tinta indeleble. Veterano del periodismo colombiano que no haya estado alguna vez bajo la égida de estos tres maestros antioqueños del periodismo, a estas alturas de la vida debe ser consciente de la maravillosa oportunidad que se perdió, porque con la batuta de la Triple A era un deleite aprender, trabajar y esforzarse por progresar en esta Facultad del Empirismo, perteneciente a la famosa Universidad de la Vida, sin personería jurídica ni domicilio conocido.

Alberto Acosta

Alberto Acosta Penagos. El gran capitán, oriundo de Itagüí, donde descansa en la paz del Señor. Amante de la buena vida, el buen comer y el bien vestir, los superó a todos, porque se desenvolvió con la misma maestría en tres terrenos bien distintos del periodismo, la prensa, la radio y la televisión. Hizo época como titulador y jefe de armada en El Colombiano, de Medellín; fundador y director del Diario del Caribe, de Barranquilla, y La Paz, de Bogotá, éste último en los tiempos de la dictadura rojaspinillista, que defendió a capa y espada, como buen espadachín.  La historia todavía no ha dicho si ésta fue una decisión equivocada. Se las daba de furioso seguidor de Hitler, pero nadie le creía. Su tartamudez no fue óbice para salir airoso en sus inolvidables experiencias como cofundador del noticiero Todelar y copartícipe en la resurrección de Radiosucesos RCN. Con su gran talento, el visionario Acosta colonizó en la televisión franjas horarias que otros habían considerado imposibles. Recuérdese el TV-Sucesos del famoso eslogan “Ojos abiertos, oídos despiertos”. Él se inventó, con Virginia Vallejo, el recurso –ahora tan generalizado por iniciativa de su pupilo Yamid Amat– de las modelos en el periodismo televisivo.  Si Acosta tuvo su Virginia, Amat tuvo su Viena Ruíz. Antes de irse, el maestro le dictó sus memorias a su secretaria Sofía Montes. ¿Qué camino tomarían los originales? 

Antonio Pardo García. El rey del lead o párrafo de entrada, nacido en Medellín. Llegó al periodismo paisa de la mano del maestro Humberto de Castro, quien le dio la oportunidad de redactar sus primeras cuartillas en “La Noticia”, de la emisora

Antonio Pardo García

Ecos de la Montaña. Antes de dar con lo suyo –la radio macro, en grande– se paseó con su equipaje de ilusiones por diferentes ciudades y medios del país.  En tiempos de la dictadura, se disfrazó de ciclista para ingresar sin ser molestado por la tropa a la hacienda del presidente Rojas Pinilla en Melgar, Tolima, y hacerle un memorable reportaje al general y jefe supremo, que se publicó en el diario La República, a cuya planta de redactores pertenecía. Su fulgurante carrera en la radio comenzó cuando por feliz iniciativa de don Fernando Londoño Henao asumió la dirección del servicio informativo de Caracol y creó productos de tanta trascendencia para el medio como el noticiero Última Hora, El Personaje de la Semana, que antes lo hacían cinco reporteros; Línea Directa, con informes de los reporteros conducidos por Julio Nieto Bernal, y la Patrulla Caracol, cuota inicial de lo que a la sazón sería 6 A.M. – 9 A.M. 

Don Antonio también hizo época como conductor y planificador de históricas transmisiones, como los trágicos Juegos Olímpicos de Múnich, Alemania; la visita del Papa Juan Pablo VI a Colombia, y los Juegos Panamericanos de Cali, cuando Todelar, en su época de oro, estuvo bajo su mando, compartido con los maestros Alberto Giraldo López y Gabriel Cuartas Franco. Entre sus muchos méritos tiene Pardo el de haber formado a decenas de buenos periodistas, entre los que figuran su sobrino Javier Baena, ex  jefe de redacción de la AP, en Bogotá, y para nuestro gusto uno de los mejores redactores de noticias de Colombia; Rodrigo Pareja, Daladier Osorio y Óscar Domínguez. Se desconoce la suerte que haya corrido el mamotreto de unas mil hojas en las que recogió sus memorias radiales.

Alberto Giraldo López

El finado Alberto Giraldo López, apodado “El Loco”, nació en Cisneros, cuando el Ferrocarril de Antioquia tenía ese soleado pueblo como primer destino turístico de los paisas por la atracción de sus baños y su delicioso ambiente. En sus inicios como redactor auxiliar del diario “La Defensa” de Medellín, lo llamaban “Alberto Limonta”, nombre de uno de los personajes de la radionovela “El derecho de nacer”. Antes de transitar con indudable éxito por las direcciones generalmente compartidas de los noticieros Todelar, Caracol y RCN, Giraldo López fue redactor estrella de Diario de Colombia, del mariscal Gilberto Álzate Avendaño,  y de El Siglo, del huracanado Laureano Gómez Castro, y conformó el grupo de “Los Gorilas”, que hizo historia en el periodismo nacional en el gobierno del presidente Guillermo León Valencia, con los talentosos reporteros Iáder Giraldo, de El Espectador y Camilo López,  de El Tiempo, que le madrugaron en la partida, y una medianía llamada Darío Hoyos, un correveidile al servicio de la República y de la Casa Ospina. El “Loco” Giraldo abandonó el periodismo después de que se le trabaron los cables y terminó al servicio de los Rodríguez Orejuela, jefes del cartel de Cali. Murió muy solo, casi en el olvido y más bien pobre.  

La apostilla: Hubo una época en la que el periodismo de Antioquia se escribía con la A de Acosta (Alberto) o con la Zeta de Zapata (Miguel) o de Zuleta (Juan).

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