Contraplano: El humor a la valenciana

Por Orlando Cadavid Correa

Los calumniadores del memorable presidente Guillermo León Valencia solían decir que cuando iba a hablar se le iban las patas (por el ¡viva España! que se le zafó en su discurso de bienvenida al presidente francés Charles de Gaulle); se iba de cacería a los bosques de su amado Paletará y se le iban los patos, y se iba de farra a la casa de Blanca Barón, la celestina más famosa de Bogotá, y se le iban las putas!

De todos los presidentes que ha habido en Colombia en los últimos cincuenta años, nadie tan querido y entrañable para los periodistas como el muy autóctono hidalgo caucano, que fue segundo en el Palacio de San Carlos en la alternación frentenacionalista. Le tocó el turno después de Alberto Lleras y precedió a Carlos Lleras y Misael Pastrana.

Al alero tutelar del llamado ‘Presidente de la Paz’ nació la irrepetible cuarteta de “Los Gorilas”, que dejó su impronta en la reportería nacional. La integraban Iáder Giraldo, de EL Espectador; Camilo López, de El Tiempo; Alberto Giraldo, de El Siglo, y Darío Hoyos, de La República. Experto en marcar distancia con los periodistas, cuando llegó Lleras Restrepo los mantuvo a raya durante su cuatrienio. No queda entre nosotros ninguno de los seis hombres referidos en esta apretada síntesis.

En la celebración del centenario del natalicio del líder conservador, rescatamos esta ficha biográfica del libro “Muros de Papel” del historiador Diego Castrillón:

Guillermo León Valencia nació en Popayán el 27 de abril de 1909. Fue hijo del poeta Guillermo Valencia y de doña Josefina Muñoz. Hizo estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Con posterioridad, realizó la carrera de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad del Cauca. Se vinculó a la política desde su juventud. También incursionó en el periodismo, puesto que dirigió durante algún tiempo el semanario Claridad, fundado por su padre. En el Partido Conservador ocupó las más altas dignidades, así como en el Senado de la República y en la Cámara de Representantes. Fue diplomático ante distintos gobiernos y entidades internacionales. Hizo fuerte oposición al régimen del general Rojas Pinilla y, cuando este dimitió, ejerció decisiva influencia en la creación del Frente Nacional. Culminó su carrera política como presidente de la República en el período 1962-1966. Se casó con doña Susana López, con quien tuvo cuatro hijos. Murió de una afección cardíaca en forma repentina, en Nueva York, el 4 de noviembre de 1971.

Del anecdotario titulado “Tiros de Guillermo León”, elaborado al alimón por sus coterráneos Juan Carlos Iragorri y Julián Mosquera, elegimos algunas piezas de buen humor a lo Valencia.

En un debate en el Senado, Gabriel Turbay acusaba al Partido Conservador de haber asesinado a millares de liberales. Al oír la cantidad, los copartidarios de Valencia le dirigieron la mirada en espera de que protestara contra el orador. No obstante, Valencia se volvió hacia ellos y les dijo con calma: “Déjenlo, que él es turco y rebaja”.

El país vivía épocas de violencia, y en alguna ocasión un periodista, con el ánimo de que Valencia diera públicamente la receta para conseguir la paz, le preguntó: “¿No cree usted que en Colombia debería establecerse la pena de muerte?”. “No –replicó–. Creo, en cambio, que deberían abolirla”.

En el cementerio de Arlington, después de depositar una flor en la tumba del inmolado presidente Kennedy, un reportero le preguntó cómo comparaba al mártir de Dallas con Lyndon Johnson, su sucesor. “Eso sería como comparar a un águila con una gallina”.

Le preguntaron a Valencia alguna vez por qué su hermano Álvaro Pío había abrazado la causa comunista, mientras que él seguía la disciplina conservadora. “Porque mi hermano leyó el poema “Anarkos” sin la última palabra: ¡Jesucristo! En cambio, yo lo leí entero”.

Alguien, en las barras del Senado, lanzó un ¡Viva Pabón Núñez! Sin pérdida de tiempo, Valencia aprovechó el papayazo para ponerle banderillas negras a su adversario nortesantandereano, diciéndole: “Sí, señores, que viva muchos años para que tenga tiempo de corregir y rectificar sus errores”.

Cerraban campaña electoral en la plaza de Bolívar de Manizales el entonces candidato presidencial Belisario Betancur y el expresidente Valencia desde un balcón del tercer piso del costado oriental de la sede de Avianca. Cuando el hidalgo payanés dijo que saludaba con profunda emoción patriótica a los conservadores caucanos, el doctor BB lo hizo caer en cuenta del error, y enmendó así la plana: «Ustedes perdonen, pero es que quiero tanto a este departamento que lo confundo con el mío».

La apostilla: Un tiempo después del sonoro episodio en el que Valencia, como presidente, pidió la renuncia a su ministro de Guerra, general Alberto Ruíz Novoa, se encontraron los dos en un acto social. El intercambio de palabras fue breve: “Señor presidente, noto que el vestido le queda un poco flojo, porque ha adelgazado”, le dijo Ruíz. Respuesta a la valenciana:

Los calumniadores del memorable presidente Guillermo León Valencia solían decir que cuando iba a hablar se le iban las patas (por el ¡viva España! que se le zafó en su discurso de bienvenida al presidente francés Charles de Gaulle); se iba de cacería a los bosques de su amado Paletará y se le iban los patos, y se iba de farra a la casa de Blanca Barón, la celestina más famosa de Bogotá, y se le iban las putas!

De todos los presidentes que ha habido en Colombia en los últimos cincuenta años, nadie tan querido y entrañable para los periodistas como el muy autóctono hidalgo caucano, que fue segundo en el Palacio de San Carlos en la alternación frentenacionalista. Le tocó el turno después de Alberto Lleras y precedió a Carlos Lleras y Misael Pastrana.

Al alero tutelar del llamado ‘Presidente de la Paz’ nació la irrepetible cuarteta de “Los Gorilas”, que dejó su impronta en la reportería nacional. La integraban Iáder Giraldo, de EL Espectador; Camilo López, de El Tiempo; Alberto Giraldo, de El Siglo, y Darío Hoyos, de La República. Experto en marcar distancia con los periodistas, cuando llegó Lleras Restrepo los mantuvo a raya durante su cuatrienio. No queda entre nosotros ninguno de los seis hombres referidos en esta apretada síntesis.

En la celebración del centenario del natalicio del líder conservador, rescatamos esta ficha biográfica del libro “Muros de Papel” del historiador Diego Castrillón:

Guillermo León Valencia nació en Popayán el 27 de abril de 1909. Fue hijo del poeta Guillermo Valencia y de doña Josefina Muñoz. Hizo estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Con posterioridad, realizó la carrera de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad del Cauca. Se vinculó a la política desde su juventud. También incursionó en el periodismo, puesto que dirigió durante algún tiempo el semanario Claridad, fundado por su padre. En el Partido Conservador ocupó las más altas dignidades, así como en el Senado de la República y en la Cámara de Representantes. Fue diplomático ante distintos gobiernos y entidades internacionales. Hizo fuerte oposición al régimen del general Rojas Pinilla y, cuando este dimitió, ejerció decisiva influencia en la creación del Frente Nacional. Culminó su carrera política como presidente de la República en el período 1962-1966. Se casó con doña Susana López, con quien tuvo cuatro hijos. Murió de una afección cardíaca en forma repentina, en Nueva York, el 4 de noviembre de 1971.

Del anecdotario titulado “Tiros de Guillermo León”, elaborado al alimón por sus coterráneos Juan Carlos Iragorri y Julián Mosquera, elegimos algunas piezas de buen humor a lo Valencia.

En un debate en el Senado, Gabriel Turbay acusaba al Partido Conservador de haber asesinado a millares de liberales. Al oír la cantidad, los copartidarios de Valencia le dirigieron la mirada en espera de que protestara contra el orador. No obstante, Valencia se volvió hacia ellos y les dijo con calma: “Déjenlo, que él es turco y rebaja”.

El país vivía épocas de violencia, y en alguna ocasión un periodista, con el ánimo de que Valencia diera públicamente la receta para conseguir la paz, le preguntó: “¿No cree usted que en Colombia debería establecerse la pena de muerte?”. “No –replicó–. Creo, en cambio, que deberían abolirla”.

En el cementerio de Arlington, después de depositar una flor en la tumba del inmolado presidente Kennedy, un reportero le preguntó cómo comparaba al mártir de Dallas con Lyndon Johnson, su sucesor. “Eso sería como comparar a un águila con una gallina”.

Le preguntaron a Valencia alguna vez por qué su hermano Álvaro Pío había abrazado la causa comunista, mientras que él seguía la disciplina conservadora. “Porque mi hermano leyó el poema “Anarkos” sin la última palabra: ¡Jesucristo! En cambio, yo lo leí entero”.

Alguien, en las barras del Senado, lanzó un ¡Viva Pabón Núñez! Sin pérdida de tiempo, Valencia aprovechó el papayazo para ponerle banderillas negras a su adversario nortesantandereano, diciéndole: “Sí, señores, que viva muchos años para que tenga tiempo de corregir y rectificar sus errores”.

Cerraban campaña electoral en la plaza de Bolívar de Manizales el entonces candidato presidencial Belisario Betancur y el expresidente Valencia desde un balcón del tercer piso del costado oriental de la sede de Avianca. Cuando el hidalgo payanés dijo que saludaba con profunda emoción patriótica a los conservadores caucanos, el doctor BB lo hizo caer en cuenta del error, y enmendó así la plana: «Ustedes perdonen, pero es que quiero tanto a este departamento que lo confundo con el mío».La apostilla: Un tiempo después del sonoro episodio en el que Valencia, como presidente, pidió la renuncia a su ministro de Guerra, general Alberto Ruíz Novoa, se encontraron los dos en un acto social. El intercambio de palabras fue breve: “Señor presidente, noto que el vestido le queda un poco flojo, porque ha adelgazado”, le dijo Ruíz. Respuesta a la valenciana: “En cambio, general, a usted le queda divinamente el Everfit”.

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]