Por Simon Romero
Fotografías por Daniele Volpe
Simon Romero y Daniele Volpe acompañaron a las fuerzas guatemaltecas en una misión de erradicación en pueblos de montaña remotos.
Antes del amanecer, el convoy salió de la base militar para adentrarse en las montañas cubiertas de niebla que se extienden a lo largo de la frontera de Guatemala con México. Su misión era destruir las plantas de adormidera que son utilizadas para hacer heroína.
Armados con rifles y machetes, la caravana de casi 300 soldados y policías pertenecientes a unidades antinarcóticos de élite, escalaron laderas empinadas y vadearon arroyos fríos. Siguieron las pistas de los pilotos de drones y respiraron el polvo de la tierra que se alzaba cuando viajaban en la parte trasera de las camionetas que avanzaban a toda velocidad por los caminos de terracería.
Pero después de recorrer pueblo tras pueblo, solo encontraron pequeñas parcelas de amapolas desperdigadas, una fracción del cultivo de la región en años anteriores.
Mientras los soldados se desplegaban alrededor de Ixchiguán, una zona de aldeas remotas pobladas por hablantes de mam, una lengua maya, Ludvin López, un comandante de la policía, dijo que la tierra solía estar “cubierta de amapolas”. Pero eso fue antes de que los precios del opio cayeran de 64 dólares la onza a unos 9,60 dólares, comentó.
Esa búsqueda infructuosa de amapolas de opio en Guatemala durante varios días de marzo mostró un cambio sísmico en el narcotráfico latinoamericano.
En Estados Unidos, el mayor mercado mundial de drogas ilícitas, el fentanilo ha desplazado en gran medida a la heroína por la facilidad y bajo costo con que los cárteles mexicanos pueden producir este opiáceo sintético en laboratorios improvisados con productos químicos procedentes de China. El fentanilo es tan potente que puede introducirse de contrabando en pequeñas cantidades ocultas en vehículos, otra ventaja sobre la heroína.
Como consecuencia, la demanda de adormidera se ha desplomado.
En Guatemala, los cultivadores de adormidera están perdiendo los ingresos primarios de lo que era su único cultivo comercial, lo que hace que muchas personas que viven en zonas afectadas por la pobreza tengan que migrar a Estados Unidos. Al mismo tiempo, las autoridades locales e internacionales temen que Guatemala se convierta en un nuevo centro de comercio de las sustancias químicas utilizadas para fabricar fentanilo.
Las redadas antidroga en la frontera entre Estados Unidos y México también muestran el declive de la heroína. En el año fiscal 2023, la Oficina de Operaciones de Campo de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. incautó 680 kilos de heroína, una cifra inferior a los casi 2450 kilos de 2021.
Las incautaciones de fentanilo en el mismo periodo se duplicaron con creces: pasaron de 4989 kilos a 12.246 aproximadamente.
Aunque el fentanilo arrasa con el comercio de heroína y las prioridades antinarcóticos cambian, las autoridades estadounidenses dicen que el apoyo de EE. UU. a los esfuerzos de erradicación de amapola, aunque limitado, sigue siendo necesario en Guatemala para contrarrestar el alcance de los cárteles mexicanos que producen heroína.
Sin embargo, ahora la mayor prioridad en Guatemala es la lucha contra las drogas sintéticas y la detección de precursores químicos utilizados para fabricar fentanilo, según dijo un funcionario del Departamento de Estado que no estaba autorizado para ser identificado al discutir las estrategias antidrogas.
Pero los soldados que pisoteaban pequeños huertos en aldeas remotas buscaban amapolas de opio. Cuando encontraban algunas amapolas, en parcelas no mayores que una zona de rayuela, se ponían a trabajar con machetes para cortar las plantas. Lo mismo hicieron con alguna que otra planta de cannabis, cuyo cultivo sigue siendo ilegal en Guatemala.
Hubo varias muestras del apoyo de Estados Unidos a la misión, y a los esfuerzos antinarcóticos de Guatemala en general. Algunos policías de la misión pertenecían a unidades apoyadas por la Administración de Control de Drogas (DEA) y se someten de manera periódica a pruebas de polígrafo y de drogas. Los soldados viajaron en vehículos todoterreno donados por Estados Unidos.
El Departamento de Estado se negó a proporcionar un desglose detallado de la financiación antidroga estadounidense. Pero, en conjunto, el país ha recibido recientemente entre 10 y 20 millones de dólares al año en ayuda militar y policial de Estados Unidos, según Adam Isacson, director de supervisión de defensa de la Oficina de Washington para América Latina, un grupo de investigación.
Es, de manera aproximada, la misma cantidad de ayuda que hace una década. En general, Guatemala se encuentra entre los mayores receptores de ayuda exterior de Estados Unidos en América Latina.
Un observador del Departamento de Estado, que ha financiado desde la formación de la policía de fronteras hasta una unidad de élite contra las bandas en Guatemala, también acompañó a la misión. Declinó hacer comentarios, alegando que no estaba autorizado a hablar con periodistas.
Como los esfuerzos de los soldados fueron infructuosos en su mayoría, dedicaron parte de su tiempo a hacer bromas mientras se reunían alrededor de sus camionetas. Tratando de difundir la ayuda, algunos distribuyeron entre las personas de los lugares remotas algunos artículos de sus paquetes de alimentos; otros les regalaron juguetes baratos de plástico a los niños.
Sin embargo, en una región excepcionalmente pobre donde cada planta de adormidera madura vale unos 25 quetzales (unos 3,20 dólares), algunas personas se indignaron por la presencia de los soldados. Algunos se negaron a hablar con nadie del convoy, al que veían como la eliminación de una de sus únicas fuentes de ingresos.
Ana Leticia Morales, de 26 años, madre de dos hijos que habla mam y se gana la vida vendiendo gasolina de contrabando que llega desde México dijo que por esa área ya casi no quedaba amapola. Pero, afirmó, los soldados seguían yendo, “no para ayudarnos, sino para empeorar las cosas”.
Las tensiones en torno a los esfuerzos de erradicación han estallado durante décadas en Guatemala, el país más poblado de Centroamérica. La adormidera, que tradicionalmente se cultivaba en regiones montañosas que se extienden desde Turquía hasta Pakistán, hace décadas empezó a sembrarse en Guatemala, así como en algunas regiones de México y Colombia.
Los cárteles mexicanos confiaban en los agricultores guatemaltecos para cultivar las amapolas y luego convertirlas en goma de opio. Luego la pasaban de contrabando a través de la frontera con México, donde los cárteles transformaban la goma en heroína.
Al principio, Estados Unidos respondió rociando herbicidas desde aviones en Guatemala, pero suspendió esa estrategia después de que las tripulaciones de vuelo experimentaran a tiroteos intensos. Eso abrió el camino a las operaciones terrestres que se practican actualmente.
La aparición del fentanilo en la última década como una fuente de ingresos más barata y mucho más rentable para los cárteles alteróel comercio de adormidera en México y produjo efectos indirectos en Centroamérica. Ahora, los cárteles no tienen que preocuparse por las lluvias torrenciales, que pueden destruir los cultivos. Tampoco tienen que preocuparse por las operaciones de erradicación.
En Guatemala, las operaciones de erradicación destruyeron alrededor de 813 hectáreas de amapola de opio en 2017, en comparación con las alrededor de 2,8 registradas en 2023, según muestran las cifras del gobierno guatemalteco.
La disminución habla de la facilidad en México de utilizar productos químicos importados de China para producir fentanilo en pequeños laboratorios del tamaño de un estudio, lo que hace que sea ideal para que se fabrique en entornos urbanos.
“Es más fácil producir un opioide sintético en un laboratorio que depender de un cultivo en montañas remotas”, dijo Rigoberto Quemé, antropólogo de la región productora de amapola de Guatemala. “Las autoridades están atacando el eslabón más débil de la cadena de producción”, añadió, refiriéndose a los esfuerzos de erradicación. “Pero en vez de desaparecer, el narcotráfico sigue creciendo exponencialmente”.
Guatemala, de hecho, sigue siendo un nexo crucial para el contrabando de otra droga ilícita: la cocaína. El país también se está convirtiendo en un lugar de cultivo de coca, la planta utilizada para fabricar cocaína.
A las autoridades antidroga de Guatemala, México y Estados Unidos les preocupa que Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, los dos cárteles mexicanos que se disputan el control de las rutas ya utilizadas para el contrabando de cocaína y goma de opio desde Guatemala, puedan utilizar las mismas vías para transportar precursores químicos de fentanilo a México.
El año pasado, las autoridades guatemaltecas detuvieron a Ana Gabriela Rubio Zea, una empresaria conocida por alardear de su riqueza en las redes sociales, en relación con un plan para importar productos químicos de China con el fin de fabricar fentanilo para el cártel mexicano de Sinaloa.
Rubio Zea, quien administraba una boutique de ropa de lujo en el vecindario de élite de Cayalá, en Ciudad de Guatemala, fue extraditada a Estados Unidos el pasado mes de julio para enfrentarse a cargos de distribución de fentanilo y blanqueo de dinero que podrían acarrearle cadena perpetua. En enero, las autoridades mexicanas detuvieron a Jason Antonio Yang López, empresario guatemalteco que fue sujeto de sanciones por el Departamento del Tesoro estadounidense por importar precursores químicos de fentanilo.
El nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, está estrechando lazos con Estados Unidos en un intento de responder al tráfico de fentanilo. En una ceremonia celebrada en marzo a la que asistieron funcionarios estadounidenses, su gobierno declaró que estaba tratando de mejorar los medios para combatir el comercio de precursores químicos en Guatemala.
Pero esos esfuerzos significan poco para los campesinos que se enfrentan a la desaparición de la demanda de amapolas, por un lado, y a los programas de erradicación, por el otro.
Regino García, un líder mam de San Antonio Ixchiguán, dijo que los precios de la amapola comenzaron a caer en 2017, y finalmente se desplomaron pasando de 18.000 quetzales (2310 dólares) a 2000 quetzales (unos 256 dólares) por kilo.
“Anteriormente la siembra de amapola ayudó mucho a la gente”, dijo García. Y agregó que la fuerte caída de los precios de la amapola ocasionó tanto daño económico que “antes de que se terminara el dinero la gente se fue para Estados Unidos”.
Jody García colaboró con reportería desde Ciudad de Guatemala.