Un aniversario descafeinado

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, habla durante el primer aniversario de su mandato. / MAURICIO DUEÑAS CASTAÑEDA

LUCAS REYNOSO

Las dos postales no podían ser más diferentes. La toma de posesión de Gustavo Petro, el 7 de agosto de 2022, fue el carnaval de los nadies: una fiesta colorida, en las calles, repleta de esperanza e ilusión por la llegada del primer Gobierno de izquierdas de la Colombia contemporánea. Todo lo contrario a la celebración por el primer año de mandato, el 7 de agosto de 2023: un día lluvioso con militares en el Puente de Boyacá, lugar donde se libró la batalla definitiva del ejército libertador contra el imperio español en 1819. El gesto adusto del presidente y su sobriedad reemplazaron la sonrisa y la voz quebrada por la emoción que tenía un año atrás.

Su discurso se alejó de la épica que suele caracterizarlo. Nada tuvo que ver con los mensajes de balcón que dio en marzo y mayo, cuando recibió con fervor a los simpatizantes que marcharon en el centro de Bogotá para respaldarlo. Esta vez leyó de un papel lleno de datos orientados a mostrar su capacidad de gestión. “La necesidad de entregar cifras de lo que ha acontecido me lleva a esta no gustosa realidad de leer”, reconoció.

El aspecto triste del mandatario no era para menos. Esta semana se recrudeció un gran escándalo político que ahora ha puesto un manto de duda sobre si entró financiamiento ilegal a la campaña presidencial. La historia es también un drama familiar: el acusador es Nicolás Petro, el mayor de sus hijos y el único que había incursionado en política. El primogénito, que colabora con la Fiscalía, parece dispuesto a vengarse contra un padre que estuvo ausente en su infancia y, siente, en este nuevo drama que enfrenta. “Si él no me crio no fue por culpa mía. Fue porque él abandonó a mi mamá siendo yo un bebé recién nacido (…). Siempre fue una relación muy distante y fría por él”, dijo el sábado en una entrevista con Semana.

El presidente expresó su dolor en los días previos al aniversario. “Lo sucedido con mi hijo es para mí terrible y muy lamentable. Ojalá algún día pueda hablar con él y perdonarnos”, dijo el pasado jueves en un mensaje que permanece fijado en su perfil de Twitter — o X—. Ese mismo día, aseguró que no piensa renunciar: “Tengan ustedes la absoluta certeza de que este Gobierno se acaba de acuerdo al mandato popular”. Estaba entregando tierras a campesinos en Sincelejo y ya decidido a poner más énfasis en la gestión. “Aquí nos toca gobernar”, subrayó.

Nicolás no ha presentado pruebas del financiamiento ilegal de la campaña y ha aclarado que su padre no sabía de las donaciones de un exnarco. Pero es evidente el impacto de la crisis en el Gobierno: los ministros leyeron el lunes una inusual declaración previa al discurso presidencial. “No podemos distraer nuestros esfuerzos en un debate que la vida del presidente hace rato saldó. Cuando propios y extraños le reconocen su honestidad, todas nuestras energías están puestas en cumplirle a Colombia”. Hablaron como si la continuidad de Petro estuviera amenazada.

El problema para el mandatario es que ha desaparecido la ilusión que provocaba hace un año . A los atascos legislativos y las encuestas adversas, ahora se suma la duda que ha generado su hijo. No es un asunto menor: en los años noventa, Ernesto Samper dedicó su Presidencia a defenderse por el ingreso de fondos del Cartel de Cali a su campaña. Gustavo Duncan, profesor de la Universidad EAFIT, señaló el domingo en una tribuna, ese efecto. “Como Samper, su destino pareciera ser defenderse para evitar ser depuesto. Es la prioridad, por encima de los cambios sociales que prometió”, comentó. María Jimena Duzán fue aún más pesimista: “Samper logró mantenerse en el poder porque siempre contó con el apoyo de los grandes poderes económicos que lo sostuvieron. (…) Petro, que es el primer presidente de izquierda de Colombia, todavía es visto con desconfianza por los grupos económicos”.

La Fiscalía que conduce Francisco Barbosa, uno de los principales rivales del presidente, ha demostrado que no se la pondrá fácil al Gobierno. A la detención mediática y aparatosa de Nicolás, le seguirá un largo proceso que no se archivará con rapidez. El presidente, por si acaso, ya ha designado un abogado defensor.

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