Otraparte. Petroterapia

El presidente Gustavo Petro no le ha dicho ni explicado a alguien por qué llega tarde a todo. Foto Infobae

Por Óscar Domínguez

El Tiempo

Una mezcla de ternura y pesar me llevó a crear un emprendimiento para indemnizar a los invitados que el presidente Gustavo Leonardo deja plantados en Palacio. Como Petro no madruda, ahí empieza a retrasarse la agenda nacional.

A la herramienta se podrá acceder marcando “#Sipetronoaparece.com”.  Descuento para los primeros 999.999 que llamen. 

Como mi tiempo de conseguir plata claudicó,  “vendo, dono en usufructo o regalo” la idea a quien desee explotarla. Y mejorarla. Aspiro a una escueta comisión del 20%. En asuntos de negocios me guío por el método patentado por el poeta Gonzalo Arango cuando decidió vender un catre viejo: Vale 800 pesos. ¿Quién da menos?

Se me iluminó la original idea viendo cómo Petro dejó vestidos y alborotados a los miembros de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, que integran, entre otros, los muebles viejos llamados expresidentes.

El único trasto viejo que asistió  fue Ernesto Samper quien mantiene intacta su fidelidad con el César cordobés, a pesar de que en su último berrinche defenestró a dos ministros de su cuerda. Pudo más la curiosidad de volver al sitio donde vivió cuatro estrepitosos años libres de polvo y paja.

La petroterapia es un tratamiento miti miti exclusivo para  los invitados especiales del mandamás.  Una primera parte incluye lectura guiada del libro de Job, máster en paciencia, adobada con charlas de  “pazcienciólogos” oficiales que darán cátedra sobre los beneficios de esperar a  un poderoso.

La segunda parte incluye la visita guiada que se le hace a la gente de la llanura. Pero a  los consentidos de Petro los pueden llevar a conocer el histórico sótano de la Casa de Nari que algunos malandros utilizaban para ahorrar ascensor. Y fotógrafos. Imperdible el  tour por el histórico balcón donde el presidente renuncia al Twitter pero suelta la  sin hueso,  llamada prosaicamente lengua.

Que no falten trotes por el salón Amarillo, los Gobelinos, la Sala de los sustos  o Estratega  y el plato fuerte para descrestar a la amante: selfis al lado de la espada del Libertador que tiene vigilancia eterna para que no se la roben (foto)

El tour puede terminar con esta anécdota: En tiempos del presidente Samper un niño que estaba de visita le preguntó a su madre, funcionaria de Palacio, dónde estaba el elefante. Después de torcerle el pellizco de rigor,  la mujer le aclaró que allí no había ningún elefante. ”Sí hay, mami; lo oí en la televisión”. 

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