Los primeros grandes promotores del vallenato: Buitrago y Alejo Durán

Guillermo Buitrago, un genio no reconocido en Colombia

Por Guillermo Romero Salamanca – www.sentirvallenato.com

Podían ser cargas de 20 kilos o más. Visitaban a los periodistas, locutores, directores y les hablaban de las “maravillas” de canciones, pero acentuaban en los “objetivos” propuestos por los comités artísticos.

Personajes como Alfonso “conejo” Barrios, Gabriel Pulido, Jaime Arturo Guerra Madrigal, Guillermo Torres, Raúl Molina, Alberto Suárez, Hernán Darío Usquiano, Efraín Acosta, Alirio Castillo, Uriel Giraldo, Juan Romero, Orlando Ríos, Arturo Zamudio, Néstor Restrepo, Fernando López Henao, Alberto Marín, Octavio Peláez, Héctor “el chinche” Ulloa, Rafael Velásquez, Humberto Moreno y Arturo de la Rosa, entre otros, dejaron una huella imborrable en la promoción discográfica en Colombia.

Uriel Giraldo

A veces, atinaban, pero otras veces, eran los programadores de emisoras o directores quienes cambiaban los “objetivos”, pero ante la propuesta de un impacto sonoro, pues se hacía el reemplazo y se comentaba en la próxima reunión en la compañía.

Alberto Suárez López

Otras veces, grandes éxitos quedaron guardados en los estantes de las emisoras y, de pronto, meses o años después, desempolvando resurgió como el ave fénix, la canción que haría bailar, divertirse, disfrutar o sentir nostalgia.

El primer gran promotor discográfico que tuvo Colombia se llamó Guillermo Buitrago. Él encontró en las grabaciones la manera para impulsar su música, pero aún en el país no había algo indispensable: las prensas.

La industria estadounidense era la única que tenía máquinas para prensar, pero la II Guerra Mundial paralizó las exportaciones. Una vez concluidas las batallas, la vida retornó a la normalidad, y comenzaron las distribuciones.

La historia discográfica en Colombia se podría decir que comenzó con la llegada de los fonógrafos en 1900, como un objeto de lujo para las casas y para algunos sitios de diversión.

Gramófonos mejorados llegaron años después y ante la insistencia de los músicos, debían grabar en Nueva York y traer sus propias canciones como lo hizo Emilio Murillo.

En Estados Unidos sólo unas pocas empresas tenían las máquinas para prensar: Deca, Columbian, Seeco, la RCA Víctor y dos o tres más.

Existían unas patentes que impedían conocer a fondo los sistemas. Pero, poco a poco, empleados que laboraron en esas industrias comenzaron a fabricar las máquinas y a ofrecer sus servicios a diversos sitios del mundo.

Crecía así la industria discográfica, la construcción de nuevos equipos de sonido y con la aparición de la Radio unieron esfuerzos para dar a conocer a miles de figuras del canto, agrupaciones, orquestas e iniciativas musicales.

En 1944 don Antonio Fuentes presentó la primera prensa del país. Fue instalado en su casa en Cartagena, en el solar, pero gastó dos años en poner en funcionamiento la máquina. El primer gran éxito fue “Compae Helidoro”.

Los pedidos comenzaron a llegar de distintas regiones y así nació entonces la industria discográfica en Colombia, pero muchos otros también importaron las prensas para complacer tanto a los artistas como al público en general.

El 9 de febrero de 1919, en El Paso, en el antiguo Magdalena y ahora el Cesar, nació Gilberto Alejandro Durán Díaz. El muchacho, descendiente de antioqueños y ejecutante de instrumentos como guitarra y tiple, también encontró desde mucho sus anhelos musicales. 

Mientras realizaba las tareas del campo como sembrar, recoger cosechas y arrear animales, cantaba y en las reuniones de vaqueros tocaba violina, guacharaca y caja. Tenía un poco más de 25 años cuando encontró en el acordeón su pasatiempo favorito.

Escultura de Alejandro Durán

Cuentan que su primera canción se la dedicó a las mujeres que se encargaban de las labores de cocina. Lo tituló como “Las cocas”, pero en realidad ya habría hecho muchos versos y canciones que quedaron en su memoria.

Alejo descubrió que su talento iba más allá de cantar en las fincas y entonces abrió paso a descubrir nuevas tarimas, por así decirlo. Comenzó un desfile por sitios, veredas, corregimientos y pueblos. 

Su fama lo hizo más popular y entonces compaginó las grabaciones que hizo, por ejemplo, en Barranquilla en la empresa de Víctor Amortegue, productor de la época. Luego grabó con Atlantic y con Discos Tropical. Unos años después fue llamado por Discos Fuentes también y otras pequeñas empresas.

Alejo grabó sus primeras canciones en esos acetatos de 78 revoluciones por minuto, él mismo vendió sus discos y los llevó a las emisoras. Allí lo entrevistaron y contaba sobre sus composiciones. 

Se convirtió también en un gran promotor discográfico. Su tarea le daba resultados: ganaba con las presentaciones y, además, conseguía algunas utilidades con las ventas de los acetatos. 

«Su fama creció y su popularidad lo llevó a ser considerado como uno de los grandes de la música vallenata, invitado a participar en el Primer Festival de la Leyenda Vallenata, donde conquistó el corazón de los valduparenses con temas que llevaron ya incrustados en el alma: “Mi pedazo de acordeón”, una puya para la historia vallenata, “Alicia adorada”, que representa al son, “Elvirita”, un merengue y “La cachucha bacana”, un paseo», recuerda ahora Rafael Manjarréz, presidente de Sayco.

Alejo Durán, el negro, como le decían también, fue el Rey de la Promoción Discográfica. Muchos cantantes siguieron sus pasos, pero su forma de llevar la música a la gente, a los medios, a los empresarios, originaron un estilo de venta. 

Lo demás es historia.

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