Los hijos

Foto "La mente es maravillosa"

Por Eduardo Galeano

Nota: Son apartes de un libro que por capítulos parecen crónicas escritas ayer y publicadas hoy en cualquier medio de comunicación sin perder vigencia. No son frases las que construyen el relato de “Patas Arriba”, son retratos sociales con palabras que no captan la sensibilidad de las cámaras ni los discursos de los políticos y de los gobernantes.

Retratos del escritor uruguayo:

El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero…el mundo trata a los niños pobres como si fueran basura… Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tienen atados a la pata del televisor…

Los niños ricos viajan, como el dinero, en autos blindados. No conocen, más que de vista, su ciudad…Ellos no viven en la ciudad en donde viven.

En América Latina, los niños y los adolescentes suman casi la mitad de la población total. La mitad de esa mitad vive en la miseria.

En los países latinoamericanos, la hegemonía del mercado está rompiendo los lazos de solidaridad y haciendo trizas el tejido social humanitario.

Entre una punta y la otra, el medio. Entre los niños que viven prisioneros de la opulencia y los que viven prisioneros del desamparo, están los niños que tienen bastante más que nada, pero mucho menos que todo. Cada vez son menos libres los niños de la clase media.

¿Qué destino tienen los nadies, los dueños de nada, en países donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho? ¿Y los hijos de los nadies? A muchos, que son cada vez más muchos, el hambre los empuja al robo, a la mendicidad y a la prostitución; y la sociedad de consumo los insulta ofreciendo lo que niega.

La clase media sigue viviendo en estado de impostura, fingiendo que cumple las leyes y que cree en ellas, y simulando tener más de lo que tiene; pero nunca le ha resultado tan difícil cumplir con esta abnegada tradición.  Está la clase media asfixiada por las deudas y paralizada por el pánico y en el pánico cría a sus hijos. Pánico de vivir, pánico de caer: pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, pánico de no llegar a tener lo que debe tener para llegar a ser.

Atrapados en las trampas del pánico, los niños de clase media están cada vez más condenados a la humillación del encierro perpetuo. En la ciudad del futuro que ya está siendo la ciudad del presente, los teleniños vigilados por niñeras electrónicas, contemplarán la calle desde alguna ventana de sus telecasas: la calle prohibida por la violencia o por el pánico a la violencia, la calle donde ocurre el siempre peligroso, y a veces prodigioso, espectáculo de la vida.

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