Darío Restrepo Vélez: Del periodismo a la literatura

Darío Restrepo Vélez y Gustavo Castro Caycedo cubriendo el terremoto de Managua. (Foto de Germán Castro Caycedo).

Por Óscar Domínguez G.

Darío Restrepo Vélez, quien acaba de retirarse El Tiempo y del periodismo, no de la vida,  siempre ha hecho las cosas bien, como Carvajal. Hace poco decidió colgar sus emblemáticas cargaderas cuando se desempeñaba como jefe máximo de Citytv, el canal de esa casa editorial.

Dijo no más a 50 años haciendo periodismo 20 horas al día. Ahora se dedicará 20 horas diarias a leer y a escribir literatura por puro amor al arte, sin la presión del cierre. Si le publican o no, es otro cantar. Se corta la coleta de periodista pero se deja crecer la del literato que lo habita.

Como le llevo algunos almanaques le aclararía a Darío que uno no se retira de los pecados capitales ni capitales; tampoco del periodismo: ellos se van retirando de uno a su debido tiempo.

Hace poco, consumado el retiro, se definió como “un humilde campesino paisa con curso intensivo de pastuso”. 

Espera retomar el tiempo de perdido como esposo, padre y abuelo. Que los dioses le ayuden a cumplir ambos empeños que se repelen el uno al otro. Se propone demostrar otra vez que se puede servir a dos señores,  diga lo que diga el libro gordo, la Biblia.

En la despedida, su colega y amigo Andrés Mompotes, director de El Tiempo, resumió la parábola vital de Restrepo: “Hoy fue un día para recordar que ser un buen periodista implica ser una buena persona. Ese es el legado que nos dejó Darío Restrepo en el homenaje que sus colegas en EL TIEMPO y City tv le dimos por su decisión de retirarse tras más de 50 años de buen periodismo. ¡Gracias, Darío!». 

El editor general Ernesto Cortés, también se extrovirtió: «Muchos recuerdos me quedan de este maestro, colega y amigo. Muchas historias compartidas. Suerte, amigo, y nos seguimos viendo en el camino»-

En el almuerzo del adiós hubo nostalgias, lechona, besos, lágrimas, agradecimientos, sustantivos y adjetivos de grueso calibre. Toda una alfombra roja de buenos deseos para el veterano pensionado que nunca se retiró a acariciar el gato. Está hecho para la fatiga.

Su entorno jura que mimó siempre a  su complejo de Edipo, doña Ligia, su mami.  “Ha perseguido el sol” con  una buena mujer (Marita)  y una buena exmujer (Cecilia). Complementan el  matriarcado que lo arropa sus  hijas Sofía, Paula y Daniela. 

Con este harén,  sumado a su talento, talante y cargaderas, “cualquiera” se gana premios como el Simón Bolívar por su vida y obra periodísticas. Ni hablar de los que coleccionó en televisión.

En octubre del 68, el año de soñar imposibles, se dedicó a escribir cuartillas en El Tiempo donde hizo equipo con duros del oficio como Javier Ayala y Fernando Barrero quien contó que Restrepo se gastó una vez la audacia de calificar de “insensato” a don Enrique Santos Castillo.( El testimonio de Barrero se incluye en estas líneas).

Abuelos felices
Así se denomina esta tertulia de la que forma parte Darío Restrepo. De izquierda a derecha: Fernando Barrero, Germán Manga, Darío Restrepo, Román Medina, Germán Santamaría, Silverio Gómez, Jaime Hurtado, Óscar Alarcón, Javier Ayala (que en su eternidad descansa), Gabriel Ortiz y Jaime Viana (Archivo de F. Barrero).
 

Restrepo Vélez  dejó huella en Inravision, Semana, Cambio 16 y  Noticolor, informativo de televisión que dirigió en dueto  con el pastor Darío Silva, quien hizo el tránsito del turbayismo cerrero a la teología en la Iglesia Casa sobre la Roca.  

Cuando Gustavo Castro Caycedo era el director de Inravisión sacó del aire a Noticolor por no pago. Darío Restrepo tomó las cosas por el lado amable. Silva lo asumió como algo personal contra él. (Testimonio del zipaquireño Castro más adelante).

En Lambicolor, como se conoció al informativo hizo trío con Fabio Rincón, quien le rinde homenaje en un testimonio que también podrán leer más adelante.

Restrepo Vélez Darío, como lo llamaban en la escuela Córdoba, de Medellín, se salió del libreto y en lugar de  buscar el sueño-insomnio  bogotano como hicimos otros provincianos, optó por el sueño … pastuso. Algo exótico, tratándose de un paisa de Ciudad Bolívar, donde nacen los altivos  “argentinos del suroeste”, enemigos personales de  la modestia. (En su agenda de pensionado figura el regreso a sus lares paisas a desandar pasos).

En Pasto  apagó incendios como bombero involuntario. Luego redactaba la crónica del fuego extinguido. Eso se llama repicar y andar en la procesión. Copiándose del humor pastuso impondría otra  forma inteligente e irreverente de presentar noticias en televisión. 

Producto de ese humor negro fueron los osos originales que hacía en el Noticiero En Vivo. O como presentador de Citytv, en mangas de camisa, no precisamente bajadas  con horqueta de El Hueco. Elegancia obliga.

Otra exclusividad de la casa Restrepo: usa cargaderas a lo Hernando Santos, “histórico” director de El Tiempo, o Larry King, el célebre presentador de la televisión gringa. Lleva su excentricidad al virtuosismo sartorial de combinar rayas con cuadros. En casa nunca me alcahuetearían ese lapsus.

Cuando le dieron el Simón Bolívar sentí un fresco porque lo recibía un señor reportero que estuvo a las puertas de la muerte. Se   abstuvo de morir por orden de su padre quien, desde el más allá, le ordenó seguir en circulación para seguir sorprendiendo. Ahora lo hará desde la literatura.

TESTIMONIOS

Varios amigos y colegas suyos accedieron a compartir vivencias con Restrepo Vélez:

De Fernando Barrero:

Darío fue capaz de gritarle “insensato” a don Enrique Santos un día que llegamos tarde de almorzar ( 5.30 pm) con Javier Ayala. Entrando a El Tiempo nos encontramos con don Hernando Santos quien venía de otro almuerzo pero era el director y le dijimos que nos apoyara con don Enrique diciéndole que estábamos los cuatro. Don Hernando dijo en el ascensor: “Alcahuetas del mundo, uníos”. Y en el cuanto piso don Hernando le dijo a don Enrique que estábamos juntos, pero cuando el director se fue, don Enrique igual nos llamó la atención luego de la cual vino el “insensato”!

Gustavo Castro Caycedo

Tengo dos anécdotas especiales, el 23 de diciembre de 1972, tres horas después de ocurrir el terrible terremoto que destruyó a Managua, mi hermano Germán y yo viajamos con Darío en un  avión de la FAC, a cubrir  esa tragedia que dejó más de 20,000 muertos y 280.000 heridos.  Fuimos los únicos periodistas colombianos que llegamos a la destruida ciudad donde entre muertos, incendio y nuevos temblores, en plena Navidad, prácticamente no tuvimos que comer, porque no había nada. Durante el tiempo que estuvimos allí, se repitieron varias fuertes réplicas que destruyeron muchas edificaciones que habían quedado en pie. 

Siendo yo director de Inravisión, me vi forzado en 1983 a decretar la Caducidad Administrativa al Noticiero Noticolor, (sacarlo del aire), por retardo en el pago al Instituto; Noticolor era una sociedad de Darío Silva y Darío Restrepo. Si no lo hubiera hecho la Procuraduría me habría sancionado. Darío Restrepo con esa calidad humana que siempre lo ha distinguido, lo entendió bien, y nuestra amistad siguió inalterable. Darío Silva, (hoy Pastor excelso),  lo tomó como algo personal contra él. ¡De malas!

Fabio Rincón Tamayo:

Testigo ático como fui de la caballerosidad de Darío Restrepo Vélez, mi testimonio puede revestir alguna importancia. Porque solamente un ejemplar de hombría como él pudo aceptar la rivalidad que por asuntos de dinero perduró en la empresa Noticolor con su socio Darío Silva-Silva, también de mi mayor estima y estrecha amistad. Los Daríos, como se les llamó, no fueron socios, como rezaban los documentos notariales, sino disocios, de acuerdo con su comportamiento en la casa en donde operó el noticioso del que fui cosocio y editor a mucho honor.

Hasta el saludo se negaban estos dos periodistas, a decir verdad sin que nadie pueda decir cuál fue el que mayor lustre le dio a nuestro oficio. Silva-Silva cumplió a cabalidad el compromiso a que lo sujetaron las escrituras, mientras que Restrepo Velez soportó con su discreta ausencia las desavenencias de la próspera firma, tan bien retribuida por Dios habiendo coronado a Silva Silva con la aureola de su pastoreo como fundador prohombre de Casa Roca.

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