
Enrique Santos Calderón
¡Qué semanita! Álvaro Uribe absuelto de todo cargo por el Tribunal Superior de Bogotá. Trump confirma que suspenderá toda ayuda y sindica a Petro de ser líder del narcotráfico, además de “desquiciado” y “maleante”. Dos hechos que repercutirán sobre el rumbo inmediato de un país que está saliendo de su primer gobierno de izquierda y entrando en una campaña electoral de contornos aún inciertos.
Con la absolución de Uribe, la derecha recupera su líder natural que, ya sin restricción legal alguna, se dedicará a impulsar al Centro Democrático hacia la retoma del poder. Y con la desmesurada acusación de Trump contra el presidente colombiano la crisis con Estados Unidos llega a un punto de no retorno, con todo lo que este nos puede afectar política y económicamente.
En relación con lo primero, lo indicado es que un presidente respete y acate las providencias de la justicia, aunque discrepe de ellas. La reacción de Petro fue cuestionar la decisión del Tribunal como “encubridora” de una historia de “gobernanza paramilitar” y convocar de nuevo a la recolección de firmas para una constituyente. Confirma así un desprecio por decisiones judiciales que no lo favorecen y vuelve a apelar al pueblo para sustentar sus posiciones. Habrá que ver cuál es hoy la respuesta popular a su nuevo llamado a la movilización.
El senador Iván Cepeda, cuyo lanzamiento presidencial coincidió con la absolución de Uribe, también ha cuestionado la decisión del Tribunal, que significa un duro revés para él, como gran contradictor y acusador que ha sido del expresidente. Dice que acudirá al recurso de casación ante la Corte Suprema, pero este proceso puede demorar hasta cinco años, mientras que la providencia que desestima los cargos de fraude procesal y manipulación de testigos contra Uribe tiene efectos políticos inmediatos. Se volteó la torta y de qué manera.
Y en relación con mister Trump, su inquina y menosprecio por Petro son cada vez más visibles. Contrasta con la actitud más respetuosa que ha tenido con otros mandatarios de izquierda, como Lula, Sheinbaum y Boric. Y no puede pasar inadvertida su amenaza de que se vienen serias acciones contra él y contra Colombia si no se destruyen los cultivos de coca. “Si no lo hacen pronto lo haremos nosotros”, dijo en su tono perentorio.
Imagino el estado emocional en que se encuentra Petro, que debe estar pensando en la suerte que corrió el panameño Noriega. Daniel Coronell cuenta en su reciente entrevista con el presidente que lo encontró perturbado, evasivo y ensimismado. Puede ser un mecanismo de escape ante las dificultades que lo abruman, pero más vale que aterrice en la dura realidad porque el palo no está para cucharas. El anuncio de que Washington incluirá a Petro, su familia y allegados en la Lista Clinton coloca al Gobierno en una situación aún más complicada.
Y así como la denuncia de Trump sobre el mandatario colombiano como un “líder del narcotráfico” resulta tremendista y sin sustento en los hechos, la pretensión de Petro de impulsar en el Congreso el proyecto de una asamblea constituyente revela también una desconexión con la realidad. No tiene ambiente ni asidero alguno, pero sí se prestará para una intensa agitación político-electoral en los últimos meses de gobierno. Y no propiamente sobre los grandes temas que interesan al país.
P.S.1: El minJusticia Eduardo Montealegre salió de su cargo con portazo y catarata de improperios. Arremetió contra el Tribunal de Bogotá por absolver al “corrupto y criminal de guerra Álvaro Uribe”. Al procurador Eljach lo calificó de “funcionario oscuro, aliado de abogado de la mafia” (presumiblemente Abelardo de la Espriella) y sugirió que en el gabinete abundan traidores de daga en mano. No se salvó ni el Premio Nobel de Paz Juan Manuel Santos, de quien dijo que es “pusilánime y servil ante Uribe”.
Al locuaz y energúmeno exministro le cae bien la máxima del Nobel chileno Vicente Huidobro: “adjetivo que no da vida, mata”.
P.S.2: Esperemos que la decisión de Trump de trasladar del Mediterráneo al Caribe al más poderoso portaaviones de Estados Unidos no sea más que otra bravuconada intimidatoria. Pero quién sabe. Se le notan demasiadas ganas de pasar a hechos más contundentes.

Desde 1986, Washington ha querido «invadir los países de la droga», según propuso George Bush Sr. Ni Clinton, George W. Bush, ni Obama, ni Trump 1.0 lo hicieron. Pero Trump 2.0 si comenzó a hacerlo porque necesita unificar al país en torno a él.
Lo que más preocupación causa en algunos sectores es que Colombia tenga tan poco conocimiento de lo que pasa. Informes confidenciales dicen que «los cárteles mexicanos controlan la cuarta parte de Colombia, en el sur».
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