

Enrique Santos Calderon
No haber asistido la semana pasada a la reunión de mandatarios del Caribe de la cual era anfitrión y haber dejado plantado, como lo dejó, al presidente de Panamá bate todas las marcas de ausencias e incumplimientos que ya ha puesto el presidente Petro.
Su tardía disculpa por “razones de fuerza mayor” fue penosa. Sería bueno saber, por fin, si el jefe de Estado tiene algún impedimento físico, mental o emocional que le impide llegar a las citas. O si es simplemente un modo de ser. En cualquier caso, yo me siento avergonzado como colombiano con estos desplantes.
La puntualidad, como bien lo saben los ingleses, es muestra elemental de respeto por el otro y paso clave en la construcción de confianza en una relación. ¿Se puede confiar en quien no llega a una cita y no le importa? En política, la impuntualidad crónica es fuente de tensiones, malentendidos y conflictos. Y muy propia de líderes de egos grandes y modales cortos.
Fidel Castro fue un ejemplo insuperable. Hacía esperar una eternidad a sus auditorios y luego les descargaba horas y horas de encendida retórica. Gustavo Petro no es Castro, por supuesto, pero en materia de oratoria no es por falta de ganas. Si acaso por falta de tiempo y de inspiración temática. Su última alocución del 6 de junio fue francamente mediocre. Al margen de lo que dijo, me impresionó la manera en que lo dijo, el descuidado semblante que proyectó y el torpe manejo del lenguaje al referirse a tópicos de alta sensibilidad política. Habló de nuevo de “neonazis” en alusión a sus críticos de derecha y ahora tilda de “neoesclavistas” a los que cuestionan su propuesta laboral.
Y otra vez, en el acto en el que pidió perdón a la comunidad de San José de Apartadó en nombre del Estado, repitió su letanía sobre la ficticia democracia colombiana. Que para Petro no existe ni ha existido, lo que lleva a preguntarse entonces cómo fue elegido presidente en elecciones que avaló. Pequeño enigma que no ha aclarado.
Abusar del lenguaje y acudir a adjetivos absurdos para descalificar a los opositores indica desequilibrio conceptual, falta de sindéresis idiomática y una obsesión persecutoria que puede rayar en lo paranoico. Salvo, Dios no lo quiera, que exista un real complot para matar a Petro, de lo cual él se muestra convencido.
Sería desastroso para el país y no se pueden subestimar —sobre todo en esta Locombia de la belleza y la violencia— amenazas provenientes de la ilegalidad armada. Suficientes magnicidios hemos padecido. Agencias nacionales e internacionales de seguridad han advertido del perfil de riesgo que tiene el presidente colombiano, pero sin identificar peligros específicos. Y aunque no han aparecido evidencias de un complot, es legítimo —ni mas faltaba— que Petro exprese sus temores y tome todas las precauciones de seguridad que estime necesarias. Sin que se convierta en obsesión paralizante ni en tema de todos sus discursos.
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Revelador y sintomático que en su alocución el presidente no comentara el fracasado “paro nacional” del 28 y 29 de mayo, cuya convocatoria apoyó con entusiasmo. Luego quiso desmontarse diciendo que había sido iniciativa de los sindicatos y quedó como un «faltón» con muchos de ellos. La verdad es que aquí no hay muchos antecedentes de un mandatario en ejercicio alentando huelgas y marchas contra el Estado que preside y hubiera sido interesante escuchar alguno de sus sesudos análisis sobre la débil respuesta a su llamado.
Se percató, tal vez, de que lo más sintomático que produjo fue una protesta popular, pero en contra de tantos llamamientos a la movilización que terminan en bloqueos y perjuicios de toda índole para el ciudadano de a pie. Y revelador que figuras destacadas de esta protesta fueran mujeres del pueblo y no saboteadores de derecha. Los ya célebres casos de doña Janeth de Usaquén y de doña Stela de Popayán, que enfrentaron y regañaron a los que cerraban vías, son ejemplos puntuales de lo mamada que está la gente con esta modalidad de militantismo petrista.
Para el 11 de junio se ha convocado otra movilización ciudadana en Cali, donde el Gobierno hará lo imposible para que la gente salga a la calle. Petro anunció que la acompañará porque “el pueblo no se rinde y le llegó la hora”. Esperemos que él llegue a tiempo.
P.S.1: Estaba cantado que dos egos tan monstruosos como los de Donald Trump y Elon Musk terminarían chocando. En peleas de comadres se conocen las verdades y lo que se han dicho hasta ahora es algo más que «una fea guerra de palabras» como la calificó Time. La disputa del hombre más rico del mundo contra el más poderoso es seguida con morbosa avidez por todos pues, entre otras cosas, ilustra bien la detestable personalidad de ambos. Aquí no hay bala perdida.
P.S.2: Lamentable el desempeño de Colombia en el partido del viernes contra la selección peruana, pero más deplorable aún las versiones sobre la zarandeada del irascible Jader Durán al técnico Lorenzo en el camerino y la agresividad con sus compañeros. Con estas actitudes será difícil que lleguemos al Mundial de Norteamérica el año entrante. El partido contra Argentina el martes será definitivo. Quién quita.
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