Los Danieles. De Pastrana a Mordisco

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

Las imágenes de Gustavo Petro en la Casa Blanca tienen mucho significado y no poco simbolismo. Ver al antiguo guerrillero en cordial cara a cara de casi dos horas en el despacho del presidente del imperio transmite más de un mensaje. Para comenzar el de Joe Biden que lo felicitó en su cumpleaños y dijo que “junto con Colombia estamos enfrentando el cambio climático, fortaleciendo nuestras economías y combatiendo el narcotráfico”.


   ¿Dónde quedan, pues, las escandalosas advertencias de Andrés Pastrana y de los legisladores trumpistas Salazar y Rubio de que el presidente de Colombia está entregando el país al narcotráfico?  Lamentable salida en falso del expresidente Pastrana. No fue “traición a la patria”, pero la venenosa carta que le envió a Biden la víspera de su reunión con Petro sí fue un golpe bajo y una distorsión de los hechos.


    Biden no es un ignorante y su gobierno sabe más de este tema que el propio Pastrana.  ¿Qué pretendía con su infortunada misiva? ¿Recobrar protagonismo político? ¿Alebrestar o cortejar a la derecha republicana de ese país? ¿Radicalizar al Partido Conservador colombiano en contra el Gobierno?  El tiro salió por la culata pues Washington no solo ha reiterado que desea que el propósito de paz del gobierno Petro salga adelante, sino que avala su papel de mediador con el régimen de Nicolás Maduro, en procura de que este reestablezca garantías democráticas en su país.


  Washington tiene obvias reservas frente a la propuesta de Petro de despenalizar el cultivo de la hoja de coca y nada garantiza que Maduro abandone sus prácticas dictatoriales, pero si Biden tuviera indicios de que el colombiano le está jugando sucio nunca lo hubiera acogido como lo hizo. Los gringos pueden ser ingenuos, pero no tanto. Y Petro puede ser muy antiimperialista, pero bobo no es.    
 
    Gustavo Petro y el nuevo rol de Colombia en las negociaciones políticas venezolanas es el título del foro que organizó para la semana entrante en Washington el prestigioso Wilson Center, con preguntas de interés: ¿logrará el primer presidente izquierdista de Colombia ganarse la confianza de la oposición venezolana? ¿Su relación con Maduro es la oportunidad para negociar concesiones que permitan elecciones “razonablemente libres” en 2024? ¿Deben Estados Unidos y otros actores internacionales apoyar la iniciativa colombiana, o se corre el riesgo de que las acciones de Petro socaven los esfuerzos por aislar el represivo régimen de Maduro? Interrogantes que deberían comenzar a despejarse en días venideros. Este martes, por ejemplo, en la cumbre internacional sobre el tema que convocó en Bogotá el presidente Petro. Habrá que ver qué sale de ahí.
 
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  Y mientras en Naciones Unidas y Washington cámaras y micrófonos se concentraban en el presidente colombiano, en el país el show lo acaparó el jefe del llamado Estado Mayor Central de las FARC, cuyo debut escénico fue un auténtico “flash back” a nuestros recurrentes procesos de paz. Desde las llanuras del Yarí, en la ahora Casa Roja (antes Casa Verde), ataviado en reluciente uniforme, portando fusil ametralladora ultramoderno, con gafas a lo trotskista (primer jefe guerrillero que sale al aire con anteojos), en medio de un enjambre de periodistas y frente a una audiencia de centenares de campesinos, el camarada Iván Mordisco se echó una perorata a lo Jacobo Arenas sobre patria, pueblo y paz. 
 
  Detrás de esta puesta en escena típicamente fariana hay una preocupante realidad: el crecimiento de esta disidencia de las FARC (aunque niegan que lo sean porque no respaldaron el acuerdo de paz de 2016), así como el recrudecimiento de la violencia en distintas regiones del país. Casi todos los gobernadores coinciden en señalar aumento de la delincuencia y extorsión en sus territorios y las denuncias del gobernador del Meta sobre lo que ocurre en el sur de su departamento son poco menos que dramáticas.
 
   Volviendo a Mordisco, quien había sido “dado de baja» por el gobierno Duque, es revelador que su grupo quiera iniciar diálogos en mayo con el gobierno en Noruega, lejos del bullicio tropical. Puede ser un signo de seriedad (por la seriedad de los noruegos), pues las FARC siempre preferían hablar en el país “de cara al pueblo”. Es por lo menos una propuesta concreta y cabe esperar que la agenda de la negociación que arrancaría en mayo resulte menos gaseosa que la acordada con el ELN, con el que se iniciará pronto en Cuba al tercer ciclo de diálogos. 
   ¿Tercero de cuántos? Con los elenos que siguen hablando en griego nunca se sabe. Solo que con ellos demorará mucho. Aquí estoy de acuerdo con José Felix Lafaurie, el vocero de Fedegán que forma parte del equipo negociador del Gobierno, cuando dice que este grupo debe poner fin a su eterna “lógica del terror” para demostrar con hechos y no palabras que sí le interesa la paz.  No se sabe bien qué pasará con la “Segunda Marquetalia”, esta sí una disidencia que traicionó el acuerdo firmado, ni con el Clan del Golfo, los paracos de la Sierra Nevada, ni con otros grupos criminales interesados en dialogar con el Gobierno.

   El presidente Petro anunció por otra parte que ya no hay plata para la paz, pero está embarcado en por lo menos tres procesos que demandarán mucho recurso estatal. Además de garantizar su financiación, debe aclarar más pronto que tarde el cúmulo de incógnitas que hoy rodean sus iniciativas en este campo. So pena de que, como lo advierte el Economist de Londres, la paz total acabe convertida en «el caos total.» 
 

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