Las elecciones ponen a prueba la ola de cambio que comenzó hace cuatro años y llevó a Petro al poder

Fotografía de propaganda política, el 24 de octubre de 2023, en Cali. ERNESTO GUZMÁN JR (EFE)

INÉS SANTAEULALIA

Bogotá – 

La ola de cambio que llevó a Gustavo Petro al poder en 2022 no comenzó con él. Unos años antes, en las elecciones locales de 2019, candidatos alternativos dieron el primer aviso de que los colombianos estaban cansados del poder tradicional. En grandes ciudades como Bogotá, Medellín o Cali, el triunfo de políticos alejados de los partidos de siempre y con cierto matiz progresista marcó los comicios. Un deseo de cambio que creció en manos del candidato Petro y culminó con la elección del primer Gobierno de izquierdas de la historia moderna de Colombia. Este domingo los ciudadanos vuelven a las urnas para elegir gobernadores y alcaldes. Y más que medir la popularidad del presidente, se pondrá a prueba esa fuerza que lo llevó al poder y ya da las primeras señales de agotamiento.

A pesar de los intentos de medios y analistas de leer esta jornada electoral local en clave nacional, varios detalles impiden convertir los resultados en un plebiscito al presidente. En primer lugar, en estas elecciones se escoge a aquellos que extienden la red del alumbrado eléctrico, construyen escuelas infantiles o pavimentan carreteras. Más allá de la ideología o el partido que los apoya, los ciudadanos tienden a votar por la persona que liderará el mandato. Más incluso en este escenario, en el que las fuerzas políticas se han multiplicado hasta alcanzar las 37 marcas diferentes.

En segundo lugar, el Pacto Histórico, el partido de Petro, apenas presenta candidatos. Aunque la idea original era reforzar la coalición en los territorios para acompañar la labor del Gobierno central, las difíciles relaciones internas entre las diferentes fuerzas que lo componen y la rápida caída en la popularidad de Petro han impedido nombrar candidatos de consenso. En las ciudades más importantes del país no cuenta con ellos o tiene aspirantes sin opciones de vencer, igual que en las principales gobernaciones. Más allá de Bogotá, el presidente tiene poco que perder o ganar. En la capital, sin embargo, se juega su honra para no pasar en blanco las primeras elecciones que cruzan su mandato.

Él mismo se impuso esa presión al hacer coincidir con la campaña local algunos actos y marchas pro Gobierno, lo que para muchos se leyó como una forma velada de impulsar a su candidato, Gustavo Bolívar, a pesar de estar prohibido. Bolívar, además, habló antes de tiempo al atar su triunfo al futuro de la coalición. “En la Alcaldía de Bogotá nos jugamos la supervivencia del Pacto Histórico”, dijo al comienzo de la campaña. Sus palabras y sus remotas posibilidades de resultar elegido, aunque podría forzar una segunda vuelta si sus resultados son mejores de lo que anticipan las encuestas, han convertido la batalla por Bogotá en la batalla del presidente.

Al frente de todas las encuestas en la capital está Carlos Fernando Galán, político de centro e hijo del candidato presidencial Luis Carlos Galán, asesinado en 1989 por orden del cartel de Medellín. En 2019, Galán quedó segundo en intención de voto por detrás de Claudia López, uno de los mayores exponentes de esa ola de cambio de 2019 y que acaba su mandato con casi un 60% de desaprobación. No es el único segundo que podría triunfar ahora. También en Bucaramanga y Cali, en medio de unos índices de popularidad bajos de los alcaldes salientes, los segundos más votados parten como favoritos.

En el resto del país, los clanes territoriales y el poder tradicional vuelven a partir con ventaja en el pulso electoral para dinamitar esa oleada alternativa de hace cuatro años. En las regiones, más que partidos funcionan los clanes, las familias, los entramados y las coaliciones imposibles que apoyan a uno u otro candidato gracias a acuerdos que pueden responder a todo menos a la cuestión ideológica. Ejemplo de ello es Alejandro Char, cuya poderosa familia está relacionada con numerosos casos de corrupción, pero donde nadie le hace sombra en la Alcaldía de Barranquilla. Ese fue el poder que se repudió en 2019, pero que podría regresar con fuerzas renovadas este domingo.

En Medellín, la segunda ciudad del país, el vuelco de hace cuatro años fue una enorme sorpresa. Un desconocido Daniel Quintero, que se postuló por firmas, logró desbancar al uribismo en su feudo territorial. Su mandato ha terminado machado por la sombra de corrupción y con una ciudad unida en su rechazo. Fico Gutiérrez, que ya fue alcalde de la ciudad, volverá a ganar con toda probabilidad y, aunque se viste de independiente con un nuevo partido propio, fue el candidato de toda la derecha y el poder tradicional en las elecciones presidenciales de 2022.

Los titulares del lunes volverán a atar los resultados a la suerte del presidente Petro, pero su destino se seguirá jugando después de esta cita. En un país profundamente presidencialista, los cargos electos territoriales necesitan de la financiación del Gobierno central para sacar adelante sus promesas, por lo que no es del todo seguro que la oposición desde las regiones sea frontal. El Ejecutivo aprovechará esa necesidad para no quedarse aislado.

En cualquier caso, Petro tendrá que tomar buena nota de lo que suceda el domingo. Más allá de lo que pase en Bogotá, si los resultados confirman lo que dicen las encuestas, el país que hace unos años se abrazó a los políticos alternativos vuelve a buscar cobijo en las mismas manos de siempre. Ese será el mensaje más claro que saldrá de las urnas y que va directo al corazón del Gobierno nacional.

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