El sueño colombiano

Jaime Zúñiga (39) migrante colombiano sostine las fotos de su hijo y compañera sentimental que dejó en Colombia. / CHELO CAMACHO

NICHOLAS DALE

Por estos días de vacaciones escolares no es difícil imaginar un país soñando con montarse en un avión y viajar a cualquier destino que no sea casa y la agobiante e interminable rutina. En Colombia este sueño es una realidad, pero los soñadores no tienen en mente una tarde tumbados en la playa, o no solamente.La mitad de colombianos quiere irse del país y probar suerte en otro lado. En Colombia no hay oportunidades, no hay futuro. Es lo que perciben a diario muchos de los millones que ven todo más verde afuera y que sienten que no tienen nada que perder al intentar llegar allí de cualquier forma.

El dato, que intuitivamente parece simplemente un decir que no puede ser verdad porque es demasiado dramático si lo fuera, proviene de un estudio de Gallup realizado entre 1.200 ciudadanos que concluyó que Colombia es el país con la mayor proporción de gente dispuesta a emigrar entre 13 naciones latinoamericanas. Pero además, los registros migratorios por avión muestran que solo este año, entre enero y mayo, salieron más de 500.000 colombianos. Una fuga que es más bien un aluvión.

Pero a pesar de las dimensiones del fenómeno migratorio -que viene años en aumento- se habla poco de él y de sus causas; al fin y al cabo Colombia no está en crisis como su vecina Venezuela y sus migrantes, o por lo menos la gran mayoría, no pueden solicitar asilo en los países de destino. Los colombianos son migrantes económicos, van en busca de una cosa: una oportunidad.

¿Pero qué significa eso de estar a la busca de oportunidades y que no haya? La imagen más sencilla y directa la aporta el dato del desempleo joven: alrededor del 17%. Y ese número ha ido en aumento desde el 2015, con un pico de casi el 30% durante la pandemia, antes de volver a bajar. Luego están los salarios, que parecen perpetuamente bajos porque “todo está muy caro”. Con un salario mínimo, recientemente aumentado, de poco más de un millón de pesos y unos ingresos promedio de $1.300.000 limpios por persona, el costo promedio de vida, alrededor de $2.300.000, según la plataforma LivingCost, supone un agujero negro de deudas del que se vuelve casi imposible salir. Y con una inflación que, aunque muestra señales de bajar, no ha sido menor al 10% hace muchos meses, la brecha entre ingresos y gastos solo aumenta por ahora. No sorprende, entonces, que los jóvenes no vean un futuro próspero en casa.

Ahora, pensemos además que sí, que en Colombia “todo está muy caro”, excepto una cosa, la vida. Esa es barata. Según datos de la Policía Nacional, hasta el 5 de junio hubo en el país 5,250 homicidios en todo el territorio nacional, 33,6 al día. En un país tan violento como el nuestro, las motivaciones de esos asesinatos son variadas, pero la percepción de inseguridad aumenta de la mano de las historias de atracos y asaltos, de apuñaladas y balaceras, y también, de masacres, que tampoco cesan.

Visto todo este panorama, cualquiera entiende por qué tantos colombianos se quieren ir. Efectivamente, no se ve un futuro en el horizonte de un ciudadano promedio, solo se alcanza a ver una lucha interminable por apenas vivir. Y es verdad que el drama colombiano no se compara con el venezolano, que lo tenemos tan cercano, pero da igual, de crisis política en crisis política, de inestabilidad económica a aumentos en la inseguridad, la esperanza para muchos es una luz tenue que brilla lejos de aquí. Y el preludio del sueño americano es el sueño colombiano por salir.

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