El chupasangre

Están en campaña y en las redes "sociales".

Por Carlos Alberto Ospina M.

No dejan clavo ni estaca en la pared las salientes administraciones municipales y departamentales ni aquellos que aspiran a ocupar esos cargos en las elecciones del 29 de octubre. La mayoría de campañas políticas gastan la pólvora en salvas y ratifican la bajeza de ánimo que las motiva.

Son innumerables las necedades, los lugares comunes, la falta de originalidad y en especial, las acciones inmorales de sujetos que venden gato por liebre aparentando compromiso social. La risa fingida y la irreal empatía forman parte de la expresión corporal de estos perros adiestrados que obedecen a chasquidos y comandos preparados por otros mediocres que se creen genios nacidos en el monte Olimpo.

La pura verdad consiste en que distintos candidatos van detrás de los recursos públicos asignados en la modalidad de contratos corbata, clientelismo, mermelada, burocracia y comisiones para sí o por interpuesta persona. Unos cuantos entran a los cargos locales y regionales con modestos patrimonios, y salen cual si fueren exitosos banqueros, ´bendecidos´ ganadores de lotería o narcotraficantes. Varios pueden añadir partidas a la data de la contaduría individual y las cuentas no cuadran a simple vista. Tampoco la reposición de votos concuerda con semejante bonanza económica.

El chupasangre de marca mayor transita incólume por disímiles puestos públicos, como las malas hierbas, incrustándose en las grietas de la corrupción oficial y pasando de largo sin más comentarios que ‘acá no se ha perdido un peso’.  De frente o de espaldas roban a base de adiciones presupuestales, vigencias futuras, otrosíes, fondos fijos (caja menor), Institutos descentralizados, formatos espejo, comisiones pagadas en paraísos fiscales, compañías fachadas, adjudicaciones a dedo, rotación de despacho, disposición de bienes mostrencos; empresas industriales y comerciales del Estado; prestación de servicios y asesorías profesionales; etc. Ello conforme a costumbres ilícitas en provecho de sus gestores y de manera singular, en presencia de los organismos de control y vigilancia. ¡No hay derecho!

Dicho y hecho, esta es la parte esencial que mueve los intereses de ciertos politiqueros que les ven las caras a diferentes ciudadanos. Falso lo que afirma el melenudo imitador del ‘Chómpiras’ sobre el otro tonto del ‘Tribilín’, “que la gente no vota por un bobo”. Al respecto, el botón de muestra es el dimitente alcalde de Medellín, Daniel Quintero, un completo fiasco e incapaz. Al igual que este, la fila india de anodinos e infaustos personajes se extiende a modo de peste bubónica que busca producir la ruina del Distrito.  

De la misma condición abundan aspirantes a alcaldías, gobernaciones, asambleas, concejos y juntas administradoras locales; quienes ofrecen el oro y el moro, lejos de su eventual ámbito u ordenamiento territorial. Sin duda, no corren tras la efímera fama, sino que hacen lo necesario para enriquecerse a expensas del erario. Es tan llamativo el tesoro público que ponen en marcha calculadas grescas, insultos huecos y simulados llamados a bajar el tono al mismo tiempo que encienden las bodegas de la infamia. Tanto que ningún postulante es independiente ni pulcro; al contrario, buena parte son títeres al servicio de oscuros intereses.

Algunos candidatos en compañía de gente de menor calidad, borregos, seguidores, aduladores, defensores de oficio, relacionistas, ‘expertos’ en imagen y personal logístico se frotan las manos en espera de la prometedora recompensa económica. Por consiguiente, son capaces ultrajar, divulgar mentiras, difamar y agredir con obras o palabras para victimizarse y rasgarse las vestiduras; todo, por el banquete electoral que lleva consigo el dinero contante y sonante. Así, como tres y dos son cinco.

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