David era una fiesta

David Sánchez Juliao (Q.E.P.D.) Foto Word Press

Por Oscar Domínguez Giraldo

Con textos de José Luis Díaz-Granados y de Sánchez Juliao 

 

Hace diez años, cuando despedíamos a David Sánchez Juliao, no parecía que lo estuviéramos despidiendo porque la sala de velación tenía más de picnic, carnaval, o festivo coctel. La carcajada respetuosa, ruidosa, era el denominador común. Claro, en la despedida también hubo lágrimas y trajes negros, como el de Cati, su compañera. 

Foto Tomacorriente.bolg

En la funeraria Gaviria daban ganas de desearle felices pascuas al vecino. O augurarle “un próspero y venturoso año de 2012”. Provocaba ser el muerto para sentirse orgullosos de semejante quórum.  

Pero no, el que se había vuelto eternidad era el fabulista mayor, David Sánchez Juliao, quien se confesaba mitad costeño (de “Lorica saudita”) y mitad antioqueño. En sus mocedades estudió en el colegio san José de Medellín, donde se educaba el blancaje paisa. 

En su agenda no figuraba desocupar el amarradero. Pero el hombre propone y el corazón dispone. Estaba feliz vivo. La vida le brotaba en cada metáfora, en cualquier correo electrónico, o viendo una mariamulata a orillas del Sinú,  su río.  

En el adiós lo acompañaron actores en busca del papel de sus vidas, directores que esperaban todavía muchos guiones taquilleros, colegas exdiplomáticos, políticos costeños que envidiaban su alegría, no tanto su “abundancia de escasez” de votos. 

Diálogo con Sánchez Juliao en Colprensa

Los de periodista y prolífico escritor fueron dos de los tantos oficios en los que brilló. Vimos fonoaudioempresarios interesados  en perpetuar en cedés o casetes esa literatura suya que entraba por los oídos. Se lo permitía su voz de locutor de “Buenos días, América”. 

La asistencia incluía bípedos que se ganan la vida en todas las disciplinas que dominó el loriquero. Porque vivió numerosas vidas al tiempo. (En el atrio, después de la misa, ví tres tristes perros que agitaban la cola al paso del féretro). 

Con su doble samario Oscar Alarcón tenían cita  para aburrirse en el lanzamiento de un libro de Plinio Apuleyo Mendoza. El cronista barranquillero Ernesto McAusland preparaba cháchara con el finado para definir programas de televisión en los que dejarían fluir su condición de caribes.   

La imagen que guardan los amigos de Sánchez Juliao

Muchos güiskis, cigarrillos, carimañolas y butifarras de Soledad, Atlántico, se quedaron esperando al gourmet-gourmand, rey de la tertulia.  Hablar fue para él verbo sustantivo. En el principio y en el final de Sánchez Juliao estuvo el verbo. 

En la funeraria todos resultamos íntimos del Pachanga. Nos esperaban almuerzo o comida con él, según íbamos contando para ganar puntos. Su amistad era de las que mejoraba currículos. Desde su posición decúbito dorsal no podía desmentirnos. Pocos podíamos contar que recibimos de regalo suyo en navidad batiks de la India. 

Este aplastateclas repitió la anécdota  de la cobra que se instaló en el jardín de su embajada en Nueva Delhi.  Siguiendo instrucciones de un embajador vecino, consultó las páginas amarillas del directorio telefónico y llamó a un encantador de serpientes. 

El hombre vino, asumió la posición de la flor de loto, tocó la flauta  y la cobra desfiló, majestuosa, hacia una caja dispuesta “ad hoc”. Cuando el embajador quiso pagarle, el encantador se negó: “Yo cobro en cobra”. Y se la llevó. 

No descansa en paz, sino que partió detrás de nuevas ficciones más allá de la vida. 

Por estatutos, Dios nunca ríe. Pero el gigantesco Crucifijo de la Iglesia de Cristo Rey se gozó estas exequias del fabulista de bigote de cantante de boleros, siempre sonriente, que tampoco “murió, quedó encantado” como en el famoso verso

La galería de Lorica, sus viandas y sus dulces

Cuando pasé por Lorica hace unos meses conocí la casa donde nació el hiperbólico “viejo Déivi” y me di el lujo de retratar una mariamulata en la ribera del Sinú y clavarme dos sancochos de pescado en la vieja galería al lado del río: uno por él, otro por mí. 

“David era una fiesta”, resumió en su obituario el poeta José Luis Díaz-Granados. Los dejo con su hermoso texto… (Mi nota fue sometida a latonería y pintura en memoria del memorioso de Lorica) 

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