Colombia revolucionada

El presidente colombiano Gustavo Petro, da un discurso durante la manifestación masiva que apoya sus reformas políticas, en Bogotá, el 7 de Junio del 2022. / NATHALIA ANGARITA

NICHOLAS DALE

La semana pasada este boletín empezó nombrando algunos adjetivos para describir la saga del momento, aquella que comenzó con Marelbys Mesa contando su paso por el polígrafo y ahora va en una investigación sobre la posible financiación ilegal de la campaña del presidente Petro en el Caribe. Sin embargo, desde ese día hasta hoy pareciera que los adjetivos para describir lo que pasa en Colombia se agotaron porque sí, no hay duda alguna de que pasa de todo, pero impresionantemente -o no tanto- todo sigue igual.

El miércoles, una marcha convocada por el mismo presidente para demostrar que a falta de apoyo político en el Congreso tiene el apoyo de las calles, y la reacción de la oposición a la manifestación, dejaron claro que la parálisis política está aquí para quedarse. El viernes, la firma, en Cuba, de un cese al fuego con el ELN, la última guerrilla del continente, es sin lugar a dudas un desarrollo positivo tras tantos tropiezos que trae recuerdos de la negociación con las extintas FARC y, aunque ilusiona, se siente más como el enésimo comienzo de un proceso largo y enrevesado, que no en vano se inicia con memos pompa con otros grupos más pequeños y menos históricos, pero que van creciendo.

A las pocas horas, sentimos durante algunos instantes un temido deja vú:surgía la noticia de que habían encontrado a los cuatro niños indígenas tras 40 días en la selva -pero habíamos aprendido nuestra lección e inicialmente no lo creíamos, hasta que llegaron las fotos y, con ellas, la confirmación irrefutable. El país, conmovido entero por la resiliencia de los niños y la tenacidad de la búsqueda conjunta entre militares e indígenas, pegado a sus pantallas desde entonces y pendientes de cada actualización sobre el estado y la historia deLesly, Soleiny, Tien Noriel y la bebé Cristin Neryman, era el retrato de la solidaridad. Sin embargo, esa imagen, y una buena porción de la cobertura mediática, esconden también la desigualdad extrema, la falta de oportunidadesy la condescendencia con la que lidian a diario los indígenas de este país desde hacesiglos.

Pero ahí no se acaban las convulsiones de la semana. Mientras las imágenes de los niños siendo atendidos entre el follaje de la selva se esparcían por todos los dispositivos del país, en Twitter, ese espacio virtual que en Colombia parece estar en el centro de todo, circulaba la noticia del misterioso suicidio del coronel Óscar Dávila, uno de los jefes de la seguridad de la Casa de Nariño, salpicado por el escándalo del polígrafo y las chuzadas a las empleadas de la exjefa de gabinete, Laura Sarabia. Falta todo por investigar en este caso, pero las insinuaciones son claras: por un lado, se apunta a Sarabia y a Petro, sugiriendo que ellos tienen algo tan grave que esconder que la vida del coronel es un precio razonable a pagar; por otro lado, el abogado Miguel Ángel del Río, cercano al Gobierno, rápidamente compartió un trino diciendo que el día anterior Dávila lo había buscado expresamente para denunciar amenazas contra su vida provenientes de la Fiscalía. De nuevo, las series de Netflix se quedan cortas: en Colombia la falta de escrúpulos, la impunidad, la corrupción y el desprecio a la vida parecen ser leyes fundamentales.

Como si esta saga no fuera suficiente, la de la corrupción de Odebrecht ha vuelto al presente con la noticia de quela Fiscalía ha informado que presentará una solicitud de audiencia para imputar cargos al exministro de Hacienda y excandidato presidencial del Centro Democrático Óscar Iván Zuluaga porpresuntamente haber recibido, sin reportarlos, más de un millón y medio de dólares de la constructora brasileña para su campaña. Así vuelve a boca detodos otro escándalo que ha ido avanzando lentamente con los años, que involucra algunos de los nombres más importantes de la política reciente colombiana y que recuerda una vez más la presencia (omnipresencia, casi) de lo turbio.

Con este mínimo -e incompleto- resumen de la semana noticiosa, es indudable que el carrusel de titulares nunca deja de girar. Colombia está revolucionada. Pero no en el sentido de un cambio social profundo, como le gustaría al presidente, sino en el sentido de dar vueltas sobre el mismo eje: Colombia está en constante movimiento, pero da la sensación de que sigue en el mismo lugar.

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