NICHOLAS DALE LEAL
Hace una semana comenzó la primera telenovela política – subgénero deportivo, siguiendo el éxito de Rigo de RCN – del 2024. El miércoles 3 de enero, la Organización Deportiva Panamericana (Panam Sports) le retiró la sede de los Juegos Panamericanos de 2027 a Barranquilla por incumplimiento de pagos y abrió la convocatoria para elegir una nueva sede para el evento. Desde entonces, los involucrados, desde el Ministerio de Deportes a la alcaldía de Barranquilla o la Cancillería, todos liderados por la presidencia, han buscado la manera de volver a encaminar el proyecto.
Una carta dirigida al comité ejecutivo de Panam Sports el viernes se lee como una súplica para que reconsidere su decisión, pero recuperar la confianza del órgano deportivo internacional después de varios años de incumplimiento de compromisos requerirá más que dos páginas en las que se enumeran románticamente los hitos deportivos de Colombia y se repite una y otra vez el carácter unificador del deporte. El problema es que ante el poco tiempo disponible para apagar este incendio — el comité elegirá una nueva sede en febrero — cada paso dado o anuncio hecho parece más improvisado que el anterior; y así es difícil que cualquier confianza en una gestión efectiva se consolide.
En un esfuerzo para crear y desplegar una estrategia conjunta y cohesionada, el presidente Petro convocó a la Casa de Nariño el martes por la mañana al alcalde de Barranquilla, Alex Char, y al gobernador del departamento de Atlántico, Eduardo Verano. También estuvieron presentes el canciller, Álvaro Leyva, el Comité Olímpico Colombiano (COC) y la ministra de Deporte, Astrid Rodríguez. Después de tres horas de reunión, Petro anunció en una rueda de prensa los resultados del encuentro: reiteración del compromiso del Colombia y la región del Caribe – porque el presidente aspira a que ya no sea solamente Barranquilla la sede, sino varias ciudades de la Costa que se puedan beneficiar de la inversión y del turismo –, el despliegue de una ola diplomática en la región con los embajadores en cada país del continente dirigidos a hacer “lobby” a favor de la nueva candidatura y, crucialmente, el viaje de Petro a Chile para reunirse personalmente con el presidente de Panam Sports.
Evidentemente, Colombia quiere recuperar el derecho a organizar los Juegos Panamericanos de 2027. El presidente también ha asegurado que los 8 millones de dólares, que debían ser pagados antes del fin de 2023 y cuyo incumplimiento derivó en la situación actual, están disponibles para “ser girados” en cualquier momento. Pero en realidad tampoco se aclaran del todo las demás dudas que han surgido de la sucesión de errores que han llevado a esto, como quien lidera la gestión de la candidatura –¿el presidente, el alcalde de la capital del Atlántico o la ministra de Deportes?– y, más adelante, de la construcción de la infraestructura nueva, o cómo son los canales de comunicación entre los órganos involucrados.
La reunión y el discurso de Petro apunta a que será él quien estará al frente, pero su tendencia a delegar y el hecho de que los detalles de la gestión en realidad están más cerca de las competencias del gobierno local barranquillero o del ministerio de Deportes, mantienen la incógnita. En cualquier caso, primero está por verse cómo reaccionarán los países de la región y Panam Sports a este movimiento in extremis por parte de Colombia. El historial de mala comunicación y desorden, sumados al espectáculo de la última semana, con la carta, la reunión del martes y la rueda de prensa que le siguió, no generan mucha confianza. Era como estar viendo a ese estudiante adolescente que a la hora de entregar la tarea balbucea alguna excusa poco convincente y luego procede a meter la mano en su mochila para eventualmente sacar un papel arrugado y manchado de café, con el trabajo hecho a medias, mientras dice “profe, mañana sin falta le entrego el texto completo e impreso, créame”.
Es posible que esa actuación genere suficiente simpatía, o por lo menos pesar, para que Barranquilla, y otras ciudades del Caribe, sean anunciadas como las “nuevas” sedes de los Juegos Panamericanos de 2027. También cabe la posibilidad de que nadie más se postule, considerando el cortísimo margen de tiempo que habría para prepararse. De lo que no hay duda es que para los Juegos de la Improvisación no hay competencia.