Por Oscar Domínguez Giraldo
El periodista Antonio Pardo García no vino a calentar banca. El 22 de noviembre cumplirá 86 años con el lanzamiento de su libro “100 años de radio, 90 en Colombia” (Ediciones Aurora).
Esta biblia fue adelgazada a 559 páginas en las que narra 280 hitos de la radio y su evolución desde 1920 cuando salió al aire la primera emisora privada, KDKD, de Estados Unidos.
Pardo madrugó a ejercer como telegrafista. Perteneció a la aristocracia de los infladores de cables de los periódicos. Por ahí se enrutó hasta convertirse en leyenda.
Le dio vida a la reportería callejera, es responsable de la inmediatez informativa radial, puso a los periodistas a madrugar a las seis para felicidad de sus esposas. Sus audacias marcaron una revolución para la época. No nació para ser un don nadie.
Fue medalla de oro para sus oyentes en grandes transmisiones nacionales e internacionales como los Juegos Panamericanos de Cali, los Olímpicos de Alemania, la llegada del gringo a la luna.
A los 21 años despachaba como fundador y director de los servicios informativos de Caracol, fichado por don Fernando Londoño.
Centenares le hemos chupado rueda a Pardo, hecho en el barrio Manrique, de Medellín, el Vaticano del tango. Sus leades o párrafos de entrada de las noticias eran festivos como una milonga.
Para inspirarse sospecho que recitaba el mejor párrafo de entrada que se conoce, escrito por el colega Moisés: En el principio creó Dios el cielo y la tierra (Gn 1).
Pardo comparte con su sobrino Javier Baena, el gran reportero de AP, el calificativo de Mr. Lead. Entre los dos convirtieron el párrafo de entrada en pequeña obra de arte.
Como la caridad entra por casa, él mismo se daba coba: ¿Qué tal me quedó este lead, mijo?, preguntaba a los perplejos patinadores que ganábamos mil pesitos mensuales que nos alcanzaban hasta para sí fornicar. Daba pena pedirles reajuste a los Tobón.
Maestro de periodistas, Pardo, toreado en varias epístolas, es de los que regala el pez y enseña a pescar. Mira por la ventana y está dando cátedra.
Lo saben sus pupilos de la Universidad de la Sabana donde lo flechó una de sus alumnas, Miriam Rojas, la mujer de todas sus vidas.
Ánimo, don Antonio, que solo le faltan 14 años para la centuria, límite que le puso su “inventor” Fernando Londoño.