Un retratista digno de un rey (pero no de un presidente)

El artista Jonathan Yeo trabajando en su estudio del oeste de Londres con el reverso del lienzo con el retrato aún no develado del rey Carlos III a la izquierda. Foto Mary Turner para The New York Times

Por Mark Landler

Reportando desde Londres

Parece que pocos británicos famosos se resisten a ser pintados por Jonathan Yeo. David Attenborough, la leyenda de la radiodifusión de 97 años, es uno de los que han subido recientemente las escaleras de caracol hasta su acogedor estudio, escondido al final de una callejuela del oeste de Londres, para posar para Yeo, uno de los retratistas británicos más reconocidos.

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Sin embargo, a la hora de pintar su último retrato, el del rey Carlos III, el artista tuvo que acudir al modelo.

Yeo alquiló un camión para transportar su lienzo de 2,28 por 1,67 metros a la residencia londinense del rey, Clarence House. Allí montó una plataforma para poder dar las últimas pinceladas al retrato, sorprendentemente contemporáneo, que muestra a un Carlos uniformado sobre un fondo etéreo.

El cuadro, que se presentará en el palacio de Buckingham a mediados de mayo, es la primera representación a gran escala de Carlos desde que es rey. Es probable que reconfirme el estatus de Yeo como retratista de referencia de su generación para los grandes personajes británicos, así como para actores, escritores, empresarios y celebridades de todo el mundo. Sus encargos privados pueden rondar los 500.000 dólares cada uno.

Pintar el retrato del Rey supone también una vuelta a la normalidad para Yeo, de 53 años, quien el año pasado sufrió un infarto casi mortal que atribuye a los efectos persistentes de un cáncer que padeció a los 20 años. No se le escapa el paralelismo con el protagonista de su reciente cuadro: Carlos, de 75 años, anunció en febrero que se le había diagnosticado un cáncer, cuando solo llevaba 18 meses de reinado.

Dozens of paintings on canvas are stored on shelves, their edged pointing outwards.
Lienzos apilados en el estudio. Foto Mary Turner para The New York Times
A view of Mr. Yeo's studio, where there is a wooden table, a fireplace and a mannequin. A large window lets in light.
El acogedor estudio de Yeo. Foto Mary Turner para The New York Times

Yeo dijo que no se enteró de la enfermedad del rey hasta que terminó el cuadro. En todo caso, su representación es la de un monarca vigoroso y dominante. Pero Yeo sintió una profunda empatía por un hombre al que llegó a conocer a lo largo de cuatro sesiones, que comenzaron en junio de 2021, cuando Carlos era todavía príncipe de Gales, y continuaron tras la muerte de su madre, la reina Isabel II, y su coronación el pasado mes de mayo.

“Se ven cambios físicos en las personas, dependiendo de cómo vayan las cosas”, dijo Yeo en su estudio, donde había girado con decoro el cuadro aun sin develar para apartarlo de la mirada de los curiosos. “La edad y la experiencia le sentaban bien”, dijo. “Su comportamiento cambió definitivamente después de convertirse en rey”.

El retrato fue encargado por la Worshipful Company of Drapers, un gremio medieval de comerciantes de lana y telas que ahora es una organización filantrópica. Se colgará en el Drapers’ Hall, la señorial sede de la compañía en el distrito financiero de Londres, que cuenta con una galería de monarcas desde el rey Jorge III hasta la reina Victoria. El Carlos de Yeo añadirá una sacudida contemporánea a esa alineación clásica.

A painted portrait of Malala Yousafzai wearing a head scarf, with her hands placed on a table. It hangs on a magenta-colored wall.
Retrato de Malala Yousafzai realizado por Yeo en la National Portrait Gallery de Londres en 2013. Foto Leon Neal/Agence France-Presse — Getty Images

“Lo que Jonny ha conseguido es combinar la elusiva cualidad de la majestuosidad con un toque vanguardista”, dijo Philip Mould, un amigo e historiador del arte que ha visto el cuadro y lo ha calificado de “una especie de unicornio”.

Yeo no es ajeno a la realeza. Pintó a la esposa de Carlos, la reina Camila, de quien dijo que era un encanto, y a su padre, el príncipe Felipe, que no lo era tanto. “Era como un tigre enjaulado”, recuerda Yeo. “No me imagino que fuera fácil como padre, pero era entretenido como modelo”.

Aun así, era la primera vez de Yeo con un monarca en el cargo; antes ha pintado a primeros ministros (Tony Blair y David Cameron), actores (Dennis Hopper y Nicole Kidman), artistas (Damien Hirst), magnates (Rupert Murdoch) y activistas (Malala Yousafzai).

Yeo dijo que su trabajo tiene algo de “futurología”. Algunos de sus retratados han alcanzado mayor renombre después de que él los pintara; otros se han desvanecido. Algunos, como Kevin Spacey, quien fue juzgado y absuelto de cargos de conducta sexual inapropiada, han caído en desgracia. La National Portrait Gallery de Washington devolvió el retrato que Yeo realizó de Spacey, realizado cuando el actor interpretaba a un político despiadado en la serie House of Cards.

En retrospectiva, Yeo ha desarrollado algunas reglas generales sobre su arte. Los rostros mayores son más fáciles de captar que los jóvenes porque están más vividos. Los mejores retratos captan características visuales que siguen siendo relevantes aunque la persona envejezca. Y los únicos temas malos son los aburridos.

A wooden table largely covered with globs of paint and paintbrushes; behind it is a painting of the actor Giancarlo Esposito.
Vista de una mesa de trabajo en el estudio de Yeo, delante de su retrato de Giancarlo Esposito. Foto Mary Turner para The New York Times

“No quería que posara, solo quería que hablara”, dijo Giancarlo Esposito, el actor estadounidense conocido por interpretar a elegantes villanos en el clásico policíaco Breaking Bad y en la reciente serie de Guy Ritchie The Gentlemen. Como actor, dijo Esposito, era hábil proyectando un personaje, “pero no había forma de engañarlo”.

“Era la oportunidad de ser Giancarlo, desenmascarado”, dijo Esposito, quien dijo que la última vez que posó para un retrato fue de niño en una feria del condado.

Yeo, una figura de extremidades relajadas, sonrisa rápida y elegantes gafas apoyadas profundamente en la frente, aprendió a apreciar los encantos y debilidades de los personajes públicos siendo hijo de uno de ellos. Su padre, Tim Yeo, fue diputado conservador y ministro durante el gobierno de John Major, cuya carrera se vio arruinada por escándalos profesionales y personales.

Al principio, Yeo tuvo poca paciencia con los sueños artísticos de su hijo. “Mi padre dio por sentado que tendría que buscarme un trabajo de verdad”, dijo, y no le dio dinero cuando se tomó un año sabático después de la secundaria para intentar ser pintor. Los primeros esfuerzos de Yeo mostraron su falta de formación académica, y “obviamente, no vendí ningún cuadro”.

Luego, en 1993, al final de su segundo año en la universidad de Kent, se vio afectado por la enfermedad de Hodgkin. Yeo se sumergió en la pintura para sobrellevar el mal. Tuvo una oportunidad cuando un amigo de su padre —Trevor Huddleston, arzobispo anglicano y activista contra el apartheid— le encargó un retrato.

“Me lo pidió más que nada por lástima”, recordó Yeo. “Pero salió espectacular, mejor de lo que nadie esperaba”.

Los encargos empezaron a fluir, y Yeo se hizo codiciado por sus reveladores retratos de rostros famosos. En 2013, la National Portrait Gallery de Londres montó una exposición de su obra a mitad de carrera.

A full or partial view of 14 small portraits, hung very close together.
Una selección de retratos de Yeo expuestos en la National Portrait Gallery en 2013. Foto Dan Kitwood/Getty Images

“Ha recuperado el retrato”, dijo Nick Jones, fundador de Soho House, una cadena de clubes privados, que colaboró con Yeo para colgar en sus paredes cuadros suyos y de otros artistas. “Los retratos siempre han sido algo muy severo”, dijo Jones. ”Él era capaz de añadir capas y resaltar la personalidad de la gente”.

Ayuda que Yeo tiene buenas conexiones, es prolífico y emprendedor. Tiene muy clara la vertiente comercial de su arte. “No importa cómo lo disfraces”, dijo, “hasta cierto punto, estás en el negocio de los artículos de lujo”.

Con éxito, pero de creatividad inquieta, Yeo empezó a experimentar. Cuando los ayudantes del presidente George W. Bush se pusieron en contacto con él para hacerle un retrato y luego abandonaron el proyecto, decidió hacerlo de todos modos, pero como un collage de imágenes recortadas de revistas pornográficas.

El retrato de Bush se hizo viral en internet, y Yeo creó collages de otras figuras públicas, como Hugh Hefner y Silvio Berlusconi. Era un trabajo provocador, pero que le llevaba mucho tiempo —compraba montones de revistas pornográficas para reunir suficiente materia prima— y su suministro se agotó cuando, dijo, “el iPad acabó con la industria de las revistas porno”.

Yeo también se sintió atraído por los usos de la tecnología en el arte. Trabajó en proyectos de diseño en Apple. Pintó al famoso chef Jamie Oliver a través de FaceTime durante la pandemia. Y creó una aplicación que ofrece un recorrido de realidad virtual por su estudio, un espacio bien equipado en un antiguo taller en el que antaño se fabricaban órganos.

Mr. Yeo seated in his studio. Two paintings hang on the wall behind him.
Los mejores retratos, según Yeo, captan características visuales que siguen siendo relevantes aunque la persona envejezca.  Foto Mary Turner para The New York Times

Pero un domingo por la noche de marzo de 2023, la ajetreada vida de Yeo frenó de forma aterradora. Su corazón se detuvo durante más de dos minutos. Yeo dijo que cree que la crisis estaba relacionada con su tratamiento contra el cáncer décadas antes. Aunque no vio una luz brillante al final de un túnel, como han descrito otras personas con experiencias cercanas a la muerte, recordó una sensación palpable de flotar fuera de su cuerpo.

Yeo, que está casado y tiene dos hijas, se aferró a la vida. Tras recuperarse, descubrió que su vocación de pintor, temporalmente distraída por sus desvíos hacia la tecnología y otras actividades, se había reavivado. Pronto se vio inmerso en los retratos de Carlos, Esposito y Attenborough.

“Ciertamente te hace sentir: ‘No nos andemos con más rodeos’”, dijo Yeo. “Es como esquivar una bala”.


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