MILAGROS PÉREZ OLIVA
Apenas unas horas después de que Israel comenzara la invasión terrestre de Líbano, Irán respondió con el lanzamiento de 200 misiles, su mayor ataque contra territorio israelí. Algunos superaron las defensas antiaéreas e impactaron por primera vez en núcleos urbanos. Parecía una respuesta limitada, en represalia por el asesinato de los líderes de Hamás y Hezbolá. Pero nadie sabe hasta dónde puede llegar la escalada.
Había pocas esperanzas, pero los acontecimientos de los dos últimos días han hecho saltar por los aires cualquier posibilidad de alto el fuego a corto plazo. Oriente Próximo, incluido Israel, era ayer un mar de alarmas encendidas. Mientras las defensas antiaéreas israelíes trataban de sortear los misiles iraníes, las tropas terrestres continuaban su incursión en el Líbano y ordenaban evacuar 30 poblaciones.
Estamos, como titula el editorial de EL PAÍS, al borde del abismo por una deriva irresponsable que busca extender la guerra. La escalada nos aboca a uno de los peores escenarios. Muchos expertos advierten sobre el riesgo de colapso del orden mundial.
La crisis ha puesto de relieve la escasa capacidad de EE UU para embridar a Israel, que aplica una política de hechos consumados aprovechando el vacío de liderazgo en el orden internacional. Netanyahu ha desoído todas las llamadas de la Administración Biden para que evite lo que finalmente ha ocurrido. Apenas unos días antes de la invasión, Washington sostenía que no se produciría.
Mientras tanto, sigue el éxodo masivo de libaneses. De Líbano a Siria: muchos de los que huyen son refugiados que van de una guerra a otra.
Estados Unidos ha reforzado su presencia militar en Oriente Próximo. Cuando lleguen los refuerzos habrá más de 43.000 soldados norteamericanos. Su misión es proteger a sus propios efectivos y «si fuera necesario, defender a Israel». Los 669 soldados españoles en misión de la ONU se han refugiado en sus búnkeres.
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