Sábado de los animales. Hombre que ama las boas

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Por Óscar Domínguez Giraldo

Causó pánico en el barrio Loma de los Bernal, de Medellín,  la aparición de una boa de 2.5 metros de longitud y 15 kilos de pesos, perdón, de peso, según información de El Colombiano que publicó foto y video de la serpiente. Pero las boas no son como las pintas…

Por puro azar, en la casa de Margarito, (su nombre ha sido cambiado para proteger a sus “amadas”)  su esposa  y su mascota, una boa constrictor, tienen el mismo nombre: Margarita. Cuando las conoció a ambas, en épocas distintas, claro, ya tenían ese nombre, dice a manera de explicación no pedida.

Si bien las ama en forma “adecuada y equitativa”, Margarito sabe que terminará pareciéndose a Margarita (la boa). No lo admite por deslealtad con su media naranja sino porque tiene claro que los hombres, por inercia genética, terminan heredando la cara de sus mascotas. Cada vez son más los hombres con cara de bóxer. O de french poodle como la que nos acompañó quince años. O de Nacho, el chihuahua que nos hace dulce compañía…

El de Margarito y sus dos Margaritas, es un triángulo amoroso que ha funcionado a la perfección: Margarita (su mujer) no lo cela con la otra Margarita. La boa tampoco y todos  contentos. Un «mènage à trois» francés en el que marido y mujeres se entienden de maravilla, no funcionaría tan bien.

Cierta oposición que tampoco se atreve a decir su nombre, dice que Margarita (la boa) le cuida las novias al patrón cuando se va de correría a un pueblo al oriente de Medellín, donde ejerce como propietario de una empresa de buses. Margarita (su mujer) le aguanta todas las boas que quiera. Novias no.

Eso sí, la guardería para boas la tiene nuestro personaje en su apartamento de Medellín. Cuando Margarita (la boa) tiene familia,  Margarito decide a cuál de sus amigos le regalará una de las boitas.

En ese momento sus amigos cambian de casa, o de país, si es del caso, para que no los encuentren. Prefieren vivir, a tener una boa en casa como si fuera un perro salchicha. Además, no quieren terminar sus días con cara de boas.

Debido a su devoción por las boas, hay amigos que sólo le aguantan la amistad por wasap. No le creen ni poquito cuando les dice que Margarita (la boa) es tierna, dulce, coqueta, amable, ama a la gente y no le hace mal  a nadie, acompaña a sus amigos hasta el cadalso y se ahorca con ellos, si es del caso.

Después de que tiró la toalla como campesino, Margarito, apodo tomado de un cuento de García Márquez, fue ayudante de bus. Lo hizo tan bien en ese oficio que terminó de dueño del vehículo. Después compró toda la flota. Luego se produjo el matrimonio con Margarita (su mujer).

No tengo claro cuál de las dos Margaritas tienen más velas en su creciente prosperidad.

Cuando va a hacer negocios lo hace en compañía de Margarita (la boa) anudada al cuello.  Nunca pierde. Redondeado el negocio pide trago pa todas las mesas. Nadie se atreve a cobrarle la cuenta. A Margarita (su mujer), poco la saca a pasear.

En cambio rota su guardería de boas porque ha descubierto que a esos bichos les gusta más el clima de eterna primavera de Medellín que el frío perpetuo, casto y arzobispal del oriente, donde engorda su cuenta bancaria.

Cuando las lleva en sus viajes, las boas hacen las veces de celadores de sus buses en la noche. Desde que los ladrones saben este pequeño detalle, cambiaron de oficio. El concejo local estudia la posibilidad de contratar boas en lugar de hombres armados.

Margarita (la boa preferida) presta un servicio adicional y por el mismo salario: cuando un pasajero se marea y no le alcanzan a llevar una bolsa para que deposite allí sus etcéteras, la boa sube a bordo y desayuna por cuenta de la maluquera del borrachito de turno.

Es tal la devoción de Margarito por sus boas que su divisa actual es: “Mientras más conozco a los hombres, más quiero a Margarita (la boa)”. 

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: williamgiraldo@revistacorrientes.com

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