Otraparte. Brigitte y Emmanuel

El expresidente Clinton, montando en la escalera de la comuna de San Javier, lejos del Despacho oral, perdón, Oval, de la Casa Blanca. (Foto Alcaldía de Medellín).


Por Óscar Domínguez Giraldo


La aldea global sigue divirtiéndose por cuenta del episodio que involucra al presidente Macron y a la mujer de todas sus vidas, madame Brigitte, quien fue su profesora de teatro cuando ella tenía 40 años y él 15, uno menos que Antoine Doinel, protagonista de la película “Los 400 golpes”, de Truffaut. Ella le llevaba 25 años, un marido y tres hijos de ventaja. A todos los dejó colgados de la brocha para fugarse con su “petit garçon”.

Vimos cómo antes de descender del avión, la Brigitte modelo 2025 le aplica un solo golpe-empujón al presidente. Una forma extraña de decirle a su Emmanuel: “Je t’aime, je t’aime”, como en la célebre canción de Serge Gainsbourg.

La primera dama ratificó su enfado rechazando el brazo que le ofrecía su perplejo exalumno al descender del avión en Hanói. Prefirio apoyarse en la barandilla. Macron jura que lo del empujón es el mecanismo patentado por ellos para desestresarse y bromear. Al momento de garrapatear estas líneas ella ha callado, luego otorga que algo hubo entre los dos.

Coaches, influenciadores, bodegueros, jugadores de tejo, de tute y otros especímenes de la tribu digital, hablan de cachetada, bofetón, nocaut, empujón.

El presidente Trump le dio a su colega este consejo sacado de las obras completas de Perogrullo: antes de descender, ojo con la puerta del avión. Otro mandamás gringo, Bill Clinton, casi se cae porque convirtió en oral el Despacho Oval de la Casa Blanca.

También en Colombia ha habido sonados episodios por líos de faldas: Bolívar y Manuelita tuvieron más de un desencuentro porque el general era reacio a quedarse quieto de la cintura para abajo. Santander tuvo dificultades con su mujer, doña Sixta Pontón, porque instaló a Nicolasa Ibáñez, su arrocito en bajo, cerca de la sede presidencial

Amigos historiadores me recuerdan también que el general Mosquera importó una morenaza de pelo quieto de Cartagena como ama de llaves de Palacio, lo que le generó conflictos con su mujer que prefirió volverse a sus empanadas de pipián en Popayán.

Al presidente Núñez, doña Soledad, su media naranja caribe, le exigió irse a vivir a Cartagena. Y fallecida su mujer, Abadía Méndez se volvió a casar dos días antes de asumir la presidencia con una jovencita de 16 abriles que nunca se amañó en palacio. A la luz de estos episodios el incidente protagonizado por los Obamas franceses es un inofensivo juego de muñecas. Oh, là là …

Sobre Revista Corrientes 3934 artículos
Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: williamgiraldo@revistacorrientes.com