Los Danieles. Los micrófonos de Lizcano

Ana Bejarano Ricaurte

Ana Bejarano Ricaurte

Esta fue una semana movida en Locombia, o Circombia, como diría Daniel Samper Ospina. En un par de días fracasó la cumbre con la que el vecino dictador pretendía lavarse la cara, se cayó la reforma a la salud de Gustavo Petro y se produjo una crisis ministerial que modificó la conformación del gobierno del pacto histórico. Entre los pocos beneficiarios del caos resalta el ahora ministro Mauricio Lizcano, quien cayó paradito en el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC).

Aunque lo han alejado del Palacio de Nariño, el paso del Departamento Administrativo de la Presidencia al MinTIC no es ningún descenso. La cartera a la que se hizo Lizcano es un enorme centro de poder por su presupuesto, su rol en la transformación del Estado y su ascendencia frente a los medios de comunicación. 

Por el MinTIC pasa la relación del Estado con la prensa y la posibilidad de que en realidad sea libre y actúe como un contrapoder. Se trata de la facultad de asignar contratos y licitaciones para el manejo del espectro por medio del cual llegan la televisión y la radio a las casas colombianas; el impulso a los medios comunitarios y regionales; el poder de sancionar y silenciar contenidos. Y en esa materia el nuevo ministro no cuenta con el mejor historial.

En el año 2017 el programa dirigido en RCN por el periodista Guillermo Prieto, Pirry, puso su lupa sobre la adquisición de un predio por parte de la familia del entonces presidente del congreso, Mauricio Lizcano. Se trataba de acusaciones de permisos irregularmente obtenidos en un terreno en Risaralda, en el cual buscaban construir una estación de gasolina. El problema es que sobre ese mismo lugar existían reclamaciones de restitución de tierras por parte de víctimas de desplazamiento forzado y despojo.

La investigación la lideró la periodista Diana Salinas, quien no tardó en recibir llamadas y reclamos del poderoso investigado. Lizcano pedía que se incluyera su versión en el reportaje, asunto que por supuesto estaba contemplado por el equipo investigativo. Nunca fue clara la manera en que el senador se enteró de la investigación. En ese afán, Pirry recibió por parte de RCN la noticia de que se cancelaría su espacio porque supuestamente la parrilla ya se encontraba completa. 

Gracias a la ferocidad de Salinas, la investigación vio la luz en los micrófonos de la WRadio, donde Lizcano argumentó que la compra y permisos se habían estructurado bajo la buena fe y que además no tenían nada que ver con la cancelación del programa. Las explicaciones del influyente político fueron insuficientes; en especial en lo que tuvo que ver con sus gestiones por debajo de cuerda en el canal.

Lo cierto es que se silenció un importante espacio de denuncia y crítica. La Fundación para la Libertad de Prensa denunció a Lizcano ante la Corte Suprema de Justicia por el delito de abuso de autoridad con fines de censura, pero la investigación se archivó por falta de elementos probatorios.

Nunca se aclaró ante la opinión pública esa nefasta coincidencia y quedó el sinsabor de que se trataba de un sofisticado esquema de silenciamiento. Y por eso resulta cuestionable que Petro le entregue a Mauricio Lizcano las llaves del MinTIC, la entidad capaz de apagar micrófonos.

No es muy claro, además, a qué fuerza política o poderoso señor representa el nuevo ministro en el Gobierno. Porque desamparado no está: lo han premiado con un cargo que debe prender todas las alarmas de la sociedad civil y del periodismo que quiere seguir controlando al poder. En los círculos políticos se presentaba como un hecho la distancia de Lizcano con la omnipotente jefe de gabinete Laura Sarabia, pero este premio de consolación le puede salir muy caro a la estratega de Petro y, por supuesto, al país.   

Si fue gesta de Lizcano el silenciamiento de Pirry tal vez nunca lo sabremos. Pero sí es hora de dejar de pretender que eso no pasa en Colombia, que los políticos no piden las cabezas de los periodistas incómodos y que los medios no inventan excusas para callarlos. Y eso lo hacen muchos, incluso los Ministros encargados de las comunicaciones.   
 

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