Los Danieles. Conversación con Peckel

Ana Bejarano Ricaurte

Ana Bejarano Ricaurte

Al ministro de Minas y Energía, Edwin Palma, le molesta una conversación que sostuve con el profesor Marcos Peckel de la cual resultó una foto que después compartí en X (ya pocos rastros quedan de Twitter). El ministro la recogió y le sumó un regaño en el que me criticó por acomodada, falsa, colonizada y ciega ante los poderes premonitorios del mesías. La foto no fue criticada solo por él sino por distintas voces en redes sociales —reales, programadas y pagadas— que la consideran un insulto. 

Imagen columna Ana Bejarano

El trino, ahora empleado por el ministro para aleccionarme sobre supuestas incoherencias, decía: “Qué bueno es sentarse a hablar”, y lo reafirmo. No me avergüenza sentarme a escuchar personas con las que difiero y no pretendo esconder esos sucesos que nutren mi vida. Creo que el director de la comunidad judía colombiana es un actor importante de nuestra sociedad civil y tiene cosas que decir sobre esta y muchas otras materias. 

No estoy de acuerdo con el profesor Peckel en sus manifestaciones sobre lo que ocurre en Gaza. Creo, y lo he dicho públicamente desde el 22 de octubre de 2023, que Benjamín Netanyahu y los fanáticos con los que gobierna están perpetuando un genocidio, y ahora buscan culminarlo al matar a la gente de hambre. Las demostraciones de estos crímenes las ha ofrecido Netanyahu ante los ojos cómplices del mundo y así lo he señaladoen varias ocasiones en mis columnas aquí en Los Danieles

Es posible escuchar argumentos difíciles o chocantes sin tener que suscribirlos. No creo que la conversación compleja sea un imposible, ni tampoco resulte en la suscripción de horrores como un genocidio. Si en Colombia tuviésemos la capacidad de hablar sobre los asuntos dolorosos, de escucharnos realmente, creo que seríamos una comunidad menos violenta.  

La foto que tanto le indignó al ministro y que compartió acusándome sin sustento de callar o aplaudir a Netanyahu fue tomada cuando ya había sentado públicamente mi posición sobre el genocidio que comete en Gaza. De eso conversamos con el profesor Peckel y supimos estar en desacuerdo. No hubo convencimiento de nadie, pero sí interés mutuo en escuchar.    

Pero no sé para qué explico todo esto, señor ministro, si lo que usted y su jefe buscan es perseguir y descalificar a las voces críticas con lo que sea que puedan inventarles. Su irresponsable trino me pone en riesgo y supongo que eso es lo que busca. No solo que la gente no crea en lo que escribo, sino que me repudien con falsedades. Por eso el presidente llama periodista Mosad a la periodista María Jimena Duzán; ustedes mercantilizan a Palestina para estigmatizar a quienes osen criticarlos. 

Ni a usted ni a Petro les importa realmente el futuro de palestina. Porque si algún respeto tuviesen no bautizarían con el apellido de genocida o nazi a cualquier contendor por cualquier razón. No ensuciarían la causa para silenciar a cualquiera que no les guste. Claro que Petro estuvo de primeras gritando genocidio, porque cómo iba a desaprovechar un discurso que tanto le ha servido para marear el debate y que además prende fuego fácil en las redes sociales. 

Pero lo más lamentable de su trino persecutorio y peligroso, lo que su oportunista defensa de Palestina no puede esconder es que se trata del más evidente antisemitismo. Marcos Peckel no es el Estado de Israel ni su representante. Considero que su postura frente al genocidio es equivocada, pero eso no lo convierte en perpetrador de ese horror. 

Su trino, señor ministro, es un reproche a conversar con personas judías, además un representante de esa comunidad, como si el simple hecho de profesar una religión los convirtiera en genocidas. Eso se llama antisemitismo. Ya son miles las voces judías que se alzan contra la barbarie y aunque falten muchas más, lo cierto es que los millones de judíos regados por el mundo no son culpables del horror que infringe Netanyahu en su nombre. Que un ministro reproche públicamente a una columnista por reunirse con el director de la comunidad judía es un acto de antisemitismo. 

Sí que pasa eso en este gobierno: el disfraz del odio para hacerlo pasar por amor. Como disfrazan su antisemitismo de la reivindicación palestina; sus ganas de perseguir críticos de reproches aleccionadores; su relativismo de superioridad moral. Y seguramente mi conversación con Peckel pasa por los pactos implícitos de la clase a la que pertenecemos y todas las otras cosas con las que vilifican la conversación sin darle un chance, pero nada de eso nos hace genocidas.  

Este es tal vez el asunto que más ha agrietado y agrietará la conversación pública mundial, sumado a los litros de censura que han arrojado desde los centros de poder para esconder o justificar el genocidio. Y precisamente por ello, seguramente también en virtud de mi posición privilegiada, me rehúso a dejar de entender otras miradas, incluso o especialmente las que me contrarían. Por eso, señor ministro, no me avergüenzo de poder conversar, ni siquiera con un funcionario público que persigue críticos como usted.  

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