“La infeliz Caracas”

La gente protesta por los resultados oficiales de las elecciones que declararon al presidente Nicolás Maduro ganador de las elecciones presidenciales, el día después de la votación en Caracas, Venezuela, el lunes 29 de julio de 2024. (AP Foto/Fernando Vergara)

Por Óscar Domínguez Giraldo

De Caracas era Juana Alcalá de Freitas, una emigrante venezolana que huyó de la dictadura de Juan Vicente Gómez. Los primeros cuentos infantiles los escuchó Gabo en Aracataca en la voz de la hermana veneca que pobló de “fantasmas los años más dichosos de mi niñez”

En tiempos de Maduro Moros Nicolás, han huido cerca de ocho  millones de venezolanos que soñaban  abrazarse de  nuevo en el gobierno del dueto Edmundo-María Corina, hace rato inhabilitada. El fraude fríamente calculado ocurrido en las pasadas elecciones aplazó ese sueño-insomnio.

De los cuatro y medio millones de venezolanos residentes en el exterior habilitados para votar, menos de setenta mil participaron en los comicios. Les pusieron toda clase de trabas para hacerse sentir. De los dos millones ochocientos mil venezolanos residentes en Colombia solo siete mil y pico pudieron inscribirse para votar. 

“Infeliz Caracas”, llamó el Libertador Bolívar a su patria chica. Seguirá siéndolo mientras no se respete la voz de la urna. O se permita una verificación voto a voto como lo piden cinco personas: yo, tú, él, nosotros, vosotros. Ellos dicen que ganaron limpiamente. Entre “ellos” están Rusia, China, Irán y otros países de la misma cuerda represiva. Pura geopolítica, maestro. El gobierno Petro ha estado retrechero para opinar. Una forma de otorgar el aval.

“El pueblo habló y esta voz debe ser respetada”, dijo Jorge Rodríguez, uno de los alfiles de la dictadura madurista. Agitaba un libro diminuto: la constitución de su país. A su lado, muerto de la erre, irónico, violento, Diosdado Cabello, avalaba lo dicho por Rodríguez. En la misma jerga se hizo sentir  el mindefensa, Padrino, enfundado en su traje verde chafarote. Maduro Júnior, también pidió “respeto” por los resultados.

Cobraban el triunfo desde horas antes de que  el Consejo Nacional Electoral, del riñón madurista, notificara entre gallos y medianoche que “habremus” Nico para rato. 

¿Cómo sabían que el triunfo de su jefe estaba a la vuelta de la esquina? Averígüelo, Amoroso (¿),  presidente del Consejo Nacional Electoral que dio el tardío resultado.

El primer Nostradamus que vio lo que venía fue el propio presidente Maduro quien desde hace meses había invitado a la oposición a respetar los “resultados”. Pero bobito no es el abuelo Edmundo, a quien Diosado, pasándose por la galleta la urbanidad de  Carreño, llama “Inmundo” desde sus abigarrados trajes que desafían cualquier estética. El traje lo impuso el diseñador Maduro, claro.

La dueña y los meseros venezolanos del restaurante donde despachamos nuestro corrientazo reflejan en sus rostros desazón, saudade, tristeza. Lo mismo el sonriente y amable veneco que nos vende el aguacate para el almuerzo. O el matrimonio de fatigados abuelos que desde hace seis años pasan el sombrero en semáforos de la Ochenta. El regreso a “la infeliz Caracas” parece aplazado.

Para millones de venezolanos el retorno queda aplazado 

ÑAPA

Vidas para lelos: Petro y Maduro

Por Óscar Domínguez Giraldo

Se me cae la cara de vergüenza con Plutarco pero intentaré un paralelo entre los presidentes Petro y el autorreelegido Maduro:

Los dos  clonaron la verborrea, perdón, la elocuencia de Hugo Chávez. Ambos tienen el  periodismo como su enemigo íntimo. A ninguno se le puede creer ni lo contario. Petro le lleva a su vecino un coqueto implante capilar de ventaja. Sus vidas dan  para series en Netflix.

Maduro tiene su Alex Saab que conoce la letra menuda de su vida. Petro tiene su Benedetti. Saab tiene Venezuela por cárcel. Benedetti tiene por cárcel la embajada ante la FAO. Su chanfa peligra ante los desafueros contra su mujer. 

Maduro tiene sus colectivos chavistas. Petro se jacta de su primera línea.

Si los electores de ambos hubieran sabido lo que harían desde el poder, los habrían dejado en casa acariciando el gato.

El ministro del Interior de Petro, Juan Fernando Cristo, ha sido samperista-santista-petrista. Maduro solo admite maduristas.

Maduro les puso conejo a los gringos y logró la liberación de Saad a cambio de nada. Petro casi le pone conejo a Francia Márquez para la vicepresidencia. 

Petro ha estado varias veces en Caracas. Maduro nos michicatea su presencia. ¿Qué se tienen que decir que no puedan hablar por wasap?

El par de amigotes consideran que Putin está de camping en Ucrania. Petro suele esfumarse sin dejar rastro. Bueno, salvo en Panamá donde el casado infiel fue pillado con las manos en la masa. Maduro prefiere la cómoda impunidad del Palacio de Miraflores. Petro dice que si fuera por él tumbaría la Casa de Nariño.

Los grandes timoneles tienen sus exclusivos  Benedettis, Morris,  Sarabias, Bolívares, Barreras, y otros duchos en  trabajos sucios. ¿Hay que correr barreras éticas? Haberlo dicho antes.

Ninguno de los puede ver un balcón o una plaza pública porque se vienen con un incoherente discurso de horas.

La misión de Petro es expandir el virus de la vida por “las estrellas del universo”. La de Maduro es no pagar arriendo hasta que san José Gregorio Hernández agache todos los dedos. Ambos amenazan con despelotes descomunales en sus países si no se perpetúan sus idearios.

Venezuela y Colombia procederán a la desmadurización y a la despetrización cuando los caudillos terminen su misión.

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