Jorge Valencia Jaramillo: La vida por un libro

Jorge Valencia Jaramillo y su esposa Beatriz, de rumba en la 35ª. Filbo que este martes cerró sus páginas.

Un testimonio, por Jaime Lopera 

Por Óscar Domínguez G.

Para Jorge Valencia Jaramillo los 365 días del año son una fiesta del libro. Ama los bisiestos porque tiene 24 horas más para leer.

Autoproclamado poeta triste, es economista tibio, masón activo, scout tardío. En su lúcido ocaso sería capaz de venderle su alma a Dios con tal de reclutar a un nuevo lector. Como ateo inofensivo, ya visitó el Cementerio Libre de Circasia.

Su amor-pasión-devoción  por la lectura la tiene desde que aprendió a juntar vocales y consonantes de la mano de doña Teresa, su madre, quien le inoculó el virus de la poesía.

Es el primero en llegar a las ferias del libro con la chequera lista para arrasar. Si lo dejaran, se llevaría toda la feria para su casa. Tal vez por eso, hace 35 años, se inventó la Feria Internacional del Libro de Bogotá que este martes 2 de mayo  llegó a su fin. Valencia quedará sin norte, sur, oriente, ni occidente. Qué encarte para su mujer y todos en casa…

Para la inauguración de la primera Filbo invitó a María Kodama, la viuda de Jorge Luis Borges. La pareja había estado en Medellín invitada por el entonces alcalde Valencia Jaramillo y Beatriz Cuberos, su esposa y arma secreta bogotana. 

Durante los tres días que Kodama estuvo en Bogotá, fue huésped de los Valencia- Cuberos. Él es mozartiano de ley, ella beethoveniana de raca mandaca.

El poeta, devoto también de Vivaldi, Corelli, Benedetto Marcello  y su mujer, se las apañaron para amasar a Diego Alberto, comunicadory editor: a Jorge  Daniel, virtuoso de la viola da gamba y quien ha dirigido grupos  de música antigua en Austria donde vive, y también en Colombia, y a León Felipe, médico fisiatra, destino que ejerce con cierta poesía para hacerle honor a sus nombres.

Llerista grado A, fundador de la revista Pluma (otra de las niñas de sus ojos; compartió dirección con Alfonso Hanssen Villamizar y el quindiano Jaime Lopera, [ver nota aparte]) confiesa que le “gustaría reencarnar en un pájaro que durara un día”. De mi cosecha, diría que aceptaría reencarnar en libros de sus admirados Faulkner o Camus.

En  la actualidad se dedica a tutearse con la Inteligencia Artificial a la que le pidió que hiciera un verso a su manera. Confiesa Valencia que AI le salió poco beligerante.

Bajo el gobierno de Carlos Lleras Restrepo estrenó su grado de economista de la U. de Antioquia, disciplina que estudió a regañadientes. Sólo le dictaba la literatura en su advocación de poesía. 

Pero mamá y papá Gregorio Nacianceno le advirtieron que de las letras nadie vive. Entonces estudió economía que le permitió sacarse de la manga al Incomex. Luego se abrieron las puertas del ministerio de Desarrollo.  También lo puso en el camino de la política oficio que lo ha llevado varias veces al congreso.

REENCARNAR EN UN PÁJARO

Hace hartos almanaques Valencia Jaramillo despachó algunas inquietudes que le planteé:

·  ¿Cómo inició sus coqueteos con los libros? 

·  Diría que fue, básicamente, por mi madre y, de manera especial, fue por su influencia que me inicié en el amor por la poesía. Después, en la secundaria o bachillerato, por razones no muy claras, me apasioné profundamente por los libros y ese amor nunca me abandonó. 

¿Qué le debe a los libros? 

El universo entero. La vida, el amor, los conocimientos, los dioses, saber que la muerte llegará irremediablemente y que no quedará nada. No alcanzo a imaginar qué hubiera sido mi vida sin los libros. Como si hubiese nacido ciego y que el Braille no existiera. 

·  ¿Los libros le deben algo a usted? 

·  Deberme, deberme, nada. Tal vez la lejana esperanza de que uno de mis versos perdure. 

·   

·  ¿Un libro puede cambiar una vida? 

·  Creo que sí, así parezca exagerado afirmarlo. 

·   

·  ¿Oye la palabra libro y qué pasa en su interior? 

·  Un torbellino, recuerdos, vivencias, versos. 

·   

·  ¿Qué libros había en su casa de niños? 

·  Libros de poesía y de teatro, de mi madre. 

·   

·  ¿Qué libros hay en su casa ahora que anda por la vida con el sol a la espalda? 

·  Cientos, miles, imposible tratar de hacer un resumen. Son de una variedad inmensa. 

·  ¿Qué hace un economista escribiendo poesía? 

·  Una pregunta que nunca he sabido contestar plenamente aunque, en verdad, pienso que nada tiene que ver la profesión que hayas escogido para determinar que escribes o que debes escribir poesía. Y los ejemplos son por miles, ha habido y hay poetas que escriben versos y que estos nada tienen que ver con la profesión de ese poeta. Es para sorprenderse al ver la infinita variedad de profesión de los poetas. 

·   

·  ¿Se repelen o se complementan poesía y economía? 

·  Son dos mundos totalmente distintos. 

·   

·  ¿En su caso, la poesía es para la vida y la economía para levantar los garbanzos? 

·  Digamos que sí, aunque me parece un poco triste mirarlo de esa manera. 

·   

·  ¿En su vida primero fue el álgebra de Baldor o el cuento o el poema de fulano de tal? 

·  Coexistieron las matemáticas y el mundo de los árabes y las Mil y una Noches y “puedo decir los versos más tristes esta noche (…)”. 

·   

·  Libros que mantiene en su mesa de noche.

La Divina Comedia, El Principito, Pedro Páramo, Confieso que he vivido, Cartas a Milena. 

·   

·  ¿Su modus “leyendi” ha cambiado a lo largo de los años? 

·   

·  Antes leía mucha novela y bastante poesía. Ahora leo más ensayos, muy diversos entre sí, filosofía, teología, aunque yo pienso que ahora soy una especie de aprendiz de teólogo, no creyente. 

·   

·  ¿Libros que le habría gustado escribir? 

·   

·  Mientras agonizo, de William Faulkner; El extranjero, de Albert Camus. 

·   

·  ¿Por qué sus coquetos con la nada y el olvido? 

·   

·  Porque estoy ya plenamente convencido que a todos, todos, sin excepción alguna, al morir nos esperan la nada y el olvido. No hay más allá, no hay otras vidas, no existe la reencarnación, nuestro futuro es del tamaño de las partículas elementales. 

·   

·  ¿Ya tiene su parcela en el cementerio libre de Circasia, donde entierran hasta a los ateos como usted? 

·   

·  “ Cuando muera 

·  Llévame a la colina 

·  Y déjame allí 

·  Con los ojos abiertos. 

·  Miraré la noche estrellada 

·  Pensando que en el infinito 

·  Todavía existes. 

·  Y te miraré para siempre.” 

·   

·  ¿Por qué dio tremenda batalla para traer a Colombia los restos de su colega ateo Vargas Vila? 

·   

·  Me parecía que era un acto de inmensa ingratitud de Colombia dejarlo perdido y olvidado en un cementerio en Barcelona. Contra su propia voluntad, emprendí esa tarea y nunca he tenido remordimiento de haberlo hecho, por el contrario, una gran satisfacción. 

·   

·   

¿Derramó alguna furtiva en el homenaje que le hicieron en la última feria del libro con presidente a bordo? 

·   

·  Sentí una inmensa emoción, por los 30 años de la feria, por el libro, por mi esposa y mi hijo. Miles de sensaciones dieron vuelta en mi cabeza; fue algo que me conmovió profundamente. 

·   

·  ¿Sigue a pie juntillas las sugerencias de su horóscopo? 

·   

·  No creo en horóscopos, ni en los astros, no creo que ninguno de ellos pueda influir sobre mi vida, o sobre mi destino, como dirían algunos. 

·  ¿Es más lo que sabe o lo que desconoce de usted? 

·  Cada día que pasa se agranda el infinito  de todo lo que ignoro. 

·  ¿Persona que más admira? 

·  Jorge Luis Borges, Antonio Machado. 

·   

·  ¿En quién le gustaría reencarnar? 

·   

·  En un pájaro que viviera un día. 

·   

·  ¿Libro que está leyendo? 

·  De nuevo, a Montaigne, de Stefan Zweig. 

·   

·  ¿Qué le gustaría olvidar? 

·   

·  Haber vivido y no haber podido cambiar tantas cosas de este mundo. 

·   

·  ¿Por qué desea que lo recuerden? 

·   

·  Por uno de mis versos. 

·   

·  ¿Tiene listo su epitafio? 

·   

·  “Lo único que quisiera 

·  Tener después de muerto 

·  Sería una eterna memoria 

·  Para acordarme siempre 

·  De ti” 

Jorge Valencia Jaramillo y su esposa Beatriz, de rumba en la 35ª. Filbo que este martes cerró sus páginas.

Un testimonio

Por Jaime Lopera

Mis recuerdos, como decía don Antonio Machado, son recuerdos de los patios de Sevilla (o algo parecido). No son recuerdos cronológicos sino a saltos….

Valencia Jaramillo de visita en el Cementerio Libre de Circasia. (Foto de Beatriz Cuberos).

           Compartimos con Jorge Valencia Jaramillo muchos años en diferentes escenarios. El primero que recuerdo es el llamado Grupo Integración compuesto por un grupo de economistas (y otros colados como este servidor) que durante dos años bebimos de las enseñanzas que nos ofreció el profesor Lauchlin Currie cuya visión moderna y social de la economía resultaba de la época en la cual había servido como miembro del staff del despacho de Roosevelt en los preludios del New Deal.

Asediado por los primeros brotes del macartismo, y acusado de comunista, Currie recaló en Colombia como asesor del gobierno de Pastrana y fue el creador, entre otras cosas, de la Upac. Roberto Arenas Bonilla hacía las veces de coordinador de ese grupo que tuvo en su seno a más de veinte ministros de Estado posteriores. Currie era socrático: solo presentaba un punto de vista a la manera de una hipótesis suya sobre un fenómeno económico y luego empezaba a preguntar, en forma dialéctica, las posibles respuestas de los asistentes. Huelga decir lo que aprendimos con ese método y lo valioso que ha sido para mí en lo sucesivo.

            Mi amistad con Alfonso Hanssen Villamizar, a la sazón secretario privado del Ministro de Desarrollo, JVJ, me permitió conocerlo mejor y desde entonces cultivo con Jorge y con Beatriz una amistad que ha permanecido por años. Siempre a remolque del gordo Hanssen, años después fundamos la revista literaria Pluma que salía en forma intermitente bajo la dirección de ellos dos, Jorge y Alfonso, y la mía casi al final de la publicación. Por ahí pasaron como jefes de redacción Armando Yepes, Gabriel Iriarte y Conrado Zuluaga, en tanto que la secretaria la ejercía Javier Aristizabal y Amparo Mejía Velez actuaba como directora de la Galería Pluma que fue muy exitosa comercialmente con los pintores y escultores de aquella época –en especial cuando abrimos nuestra sede propia en el Parque de la 98, costado occidental, donde nos establecimos por un tiempo como curadores de ese sitio que daba lástima por lo descuidado en los finales de la década del 80.

            Mi mejor acercamiento a la vida literaria de JVJ transcurrió en Europa. En un viaje a ese continente, Jorge decidió pasar por Génova donde me encontraba como gerente de la Flota Mercante Grancolombiana. Fueron tres días de cenas literarias en los restaurantes lugareños de esa ciudad y largas charlas sobre política en la que discrepábamos por mi lopismo y su llerismo sin llegar a mayores. La visita al monumental cementerio de Génova (el Staglieno), lleno de esculturas de muchas familias y personajes de la Liguria, donde pudimos ver la tumba de Manzzini y el famoso Angel de Monteverde, nos acercó mucho en la comunión con el arte.

            La campaña para repatriar los restos de Vargas Vila desde Barcelona, fue una aventura en la que acompañamos a Jorge con todo fervor y compromiso. A la llegada con el catafalco de España a Bogotá, se me dio la oportunidad de escoltarlo a la recepción de los restos en el propio templo de la masonería, en la carrera quinta con calle 17, donde empecé a vislumbrar sus cortejos con ese grupo dentro del cual ascendió a los más altos lugares en los grados de la jerarquía masónica. A mi regreso al Quindío, en el año 2000, dejé de verlo y esporádicamente lo encuentro en la feria del libro o por correo cuando se trata de intercambiar un par de noticias tales como rememorar a Borges o la visita de Augusto Monterroso y su esposa a la sede de Pluma, encuentro que nos produjo un deleite inenarrable.

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