Evocación de Bernardo Hoyos

Ya son diez años sin Bernardo Hoyos. Foto El Espectador

Por Óscar Domínguez G.

Usted terminaba una velada con Bernardo Hoyos –  fallecido hace 10 años el 11 de  octubre  – y podía ser encarcelado por enriquecimiento lícito. El gentleman de Santa Rosa  de Osos, Antioquia, abría la boca y el interlocutor se lucraba de su talento. Sus charlas eran “magistrales” a medias, porque no se las daba.

Bernardino, nombre de pila que redujo a Bernardo por razones musicales, fue maestro sin proponérselo. 

Tenía el don de la palabra. En el principio y al final lo acompañó el verbo. La  vista, como dicen los montañeros de su terruño, sí se retiró a sus habitaciones de invierno. Pero leía con lupa, o le leían. Santo remedio.

Su prosa en español y en inglés santarrosano rimaba con sus trajes impecables y su elegancia de todos los segundos. Fue locutor de la BBC de Londres.. 

En la capital británica solía reunirse con colombianos para practicar el idioma y mantener el polo a tierra.

El rector de UPB, Félix Henao Botero, lo descubrió para la causa de la radio, cuando Bernardo estudiaba derecho. El magnífico prelado lo destituyó una vez porque el control de la emisora, a espaldas de Hoyos, rellenó una tarde de sábado con un programa de la BBC que defendía el control natal. “Moncho” reculó y volvió a fichar a Bernardo.

El paisano de Barba Jacob, en cuya memoria “imprimió” un CD, (ver nota más abajo) describía así el Medellín que le tocó vivir en los años cincuenta: “Vital, movido, con buen cine, buenos conciertos, muchachas muy bellas y cafés para tertuliar”.

Emigró a Bogotá después de graduarse con una tesis sobre san Isidoro de Sevilla, de quien solía repetir esta perla: “El hombre que no ríe es capaz de matar a la mamá”. 

¿Por qué el derecho? “Para tratar de tener una visión de la justicia y practicarla”, me respondió en una ocasión.

Ejerció el periodismo cultural en radio y televisión. “Yo he sabido siempre que no soy escritor. Apenas un cronista sin intención literaria”.

Su gusto musical, escribió el musicólogo José Daniel Ramírez Combariza, “era tan grande como su espíritu. Música gregoriana, el mundo del barroco encabezado por Juan Sebastián Bach, los grandes románticos, Claude Debussy, la canción napolitana, el lied, la música sacra de todos los tiempos…”. 

Parte del repertorio formó parte del concierto de despedida que le brindaron a su muerte en el auditorio de la Tadeo. Lleno a reventar, por supuesto. Los asistentes lucimos un botón en la solapa con su efigie.

Cuando recibió el tardío premio Simón Bolívar de periodismo por su vida y obras comentó: “Disculpen, pero me lo merecía”.

Ingresó a la Academia de la Lengua de la mano de Woody Allen de quien recordó su película “Días de radio” en la improvisación que nos regaló esa  noche. El vinillo y los pasabocas corrieron también por su cuenta. Es la costumbre.

Murió siendo director de la emisora de la Tadeo, de Bogotá. Su legado lo recuerda una magnífica foto suya de Carlos Duque.

Bernardo Hoyos. Foto Carlos Duque

En su programa Milenio, hablaba de todo, incluido su predilecto, Bach. En su memoria, llamó Juan Sebastián a su hijo, vicerrector del Gimnasio Moderno.

Pontificaba sobre Proust o el Quijote. 

De pronto invitaba amigos como el poeta Mario Rivero a hablar de literatura y de paso a echar cháchara sobre Marta Pintuco, una célebre dueña de casas de citas del viejo Medellín, amiga no íntima de ambos. Con la Pintuco hablaban solo de temas culturales. Cero cabriolas eróticas. 

Con su amigo caldense el dirigente gremial Iván Amaya, también fallecido, se extendieron en ocasión sobre las múltiples versiones de la  canción “Triste Domingo”. El cine también aparecía en esa y otras charlas.

Ojalá se conviertan en libro y cedés sus charlas radiales con Alvaro HJCK Castaño Castillo. Sería un doble banquete para disfrutar del encanto de la palabra que cultivaban. Tiene la palabra el caldense Rogelio Delgado, qjien hoy está el frente de la HJUT.

Entrevista 

Alguna vez lo entrevisté para la revista Carrusel, de El Tiempo:

Y LA TIERRA TEMBLÓ

– ¿Cuál es su primer recuerdo de niño, ese despertar que le notifica que usted hace parte del planeta tierra?

– Un temblor de tierra hacia las once de la noche. Todo el mundo salió de la casa y volvieron por mí cuando había pasado el temblor. Nunca supe qué pasó, pero me pareció la larga hilera de la calle real, llena de gente, muy curiosa para la hora.

– ¿Cómo recuerda el Santa Rosa de Osos de sus primeros años?

– Apacible, atardeceres como los de Nápoles. Frío y transparente.

– ¿De qué tipo son las primeras influencias que recibe?

– Lecturas de mi padre.

– Papá y mamá ¿qué clase de línea le tiraban?

– Línea discreta y tolerante.

– ¿Es de suponer que de niño, los primeros versos que se le quedan grabados en el disco duro son los de Barba Jacob, su paisano?

– No necesariamente, porque era un poeta medio maldito. El primer verso que recuerdo es: «Patria, te adoro en mi silencio mudo».

– ¿Qué ventaja tienen los nacidos en Santa Rosa sobre los demás?

– Ninguna, porque poetas buenos hay en todas partes.

– ¿O dejaron más huella en usted las homilías de Monseñor Miguel Ángel Builes?

– Cuando uno conoce a Barba, y es de Santa Rosa, ya es el poeta el que se queda.

– ¿Qué características le ve a su terruño sobre los demás pueblos de Antioquia?

– Todos los pueblos son iguales para el cultivo de la imaginación infantil.

– En que momento el joven Bernardo se dice: ¿Ya está bien de Santa Rosa: vamonós… y arranca para Medellín?

– En 1949

– En alguna forma es traumático o mágico ese tránsito del campo a la ciudad?

– Es normal porque no se trataba de campo, campo, sino de ciudad a ciudad más grande.

– ¿Pertenece a la cofradía de quienes fueron sacados con espejito de su tierra natal?

– No.

– Comparando la primaria, el bachillerato y la universidad con los de su hijo Juan Sebastián ¿quién sale ganando?

– Cada quien gana según aprovecha lo que se le da para estudiar. No veo cómo el bachillerato que hice en la Bolivariana podría ser inferior al mejor que se haga hoy. 

– ¿Por qué opta por la Bolivariana?

– Porque un cuñado había estudiado en ella y me recomendó entrar allí. No me pesa.

– ¿Qué le llama la atención de la carrera de derecho que tan poco ejercería con el correr del tiempo?

– Su visión humanística, y la ocasión que da de entrar a muchas cosas de la cultura.

– Pero la Bolivariana de “Nos” Félix Henao lo enrutó por los caminos de la cultura, la radio… ¿Cómo es ese cuento?

– Sí. El rector me dio la oportunidad de entrar a radio Bolivariana.

– Primero Santa Rosa, luego Medellín. ¿Qué circunstancias lo llevan a liar bártulos y arrancar para Bogotá?

– Este era el centro de la publicidad y por eso me orienté. Medellín ha sido siempre un terreno difícil para quien entra a una empresa y demuestra alguna inquietud intelectual. Eso lo miran como idealismo poco práctico y poco aterrizado. Con excepción de Carlos J. Echavarría, quien fue mi jefe en Diriventas y después en Bavaria. 

– ¿Comparte esa definición de cultura: “Cultura es lo que queda después de haberlo olvidado todo”?

– No de olvidarlo todo, sino lo que resta después de haber leído.

– Desde su óptica ¿qué es una persona culta?

– Quien mejora la condición humana.

– Sus primeros días de radio fueron a bordo de un Zenith Transoceánico, un RCA Victor, un Telefunken o un General Electric?

– Un Philco

– ¿Se preguntó alguna vez, de niño, por dónde se mete la gente que habla por la radio?

– No. 

– ¿Fue fácil para usted hacer el tránsito del radio a la televisión que llegaba en la década del cincuenta?

– Fue fácil, porque seguí haciendo algo que creo lo sabía: preguntarle a la gente.

– ¿Cuáles de esos viejos programas de radio y televisión le alborotan las nostalgias?

– Teatro del aire, de Coltabaco.

– ¿Se dijo por esas calendas: algún día hablaré a través de esos dos chécheres?

– ¿Por qué no?

– ¿Se ha sentido más cómodo haciendo radio o televisión?

– La radio es menos convencional que la televisión.

– ¿Cómo han sido sus relaciones con esa mujer fatal de la cibernética que es la Internet?

– Muy malas. No la utilizo. Sé para qué sirve y quienes me ayudan la utilizan muy bien.

– Uno se lo imagina siempre a usted en compañía de su amante, la cultura. ¿En qué tiempo sacó espacio para enamorarse, casarse, tener un hijo?

– Todo eso también es cultura: cultura de la vida.

– ¿Enamoró a su esposa (doña Constanza Montes) con su pinta o con su prosa?

– Nunca supe, pero no fue con la prosa, ni tampoco con la pinta.

– ¿Fue de los de serenata debajo de una ventana y tal?

– No. 

– ¿Su esposa y usted siguen siendo alfiles del mismo color?

– Ella es una dama y yo trato de servir a mi dama, como en la edad media.

– De pronto Bogotá también le queda chiquito. ¿En qué momento decide salirse del cuero y arrancar para Londres?

– Fue ocasión única, en 1971, y la aproveché muy bien, nueve años.

– ¿Sus mejores y peores recuerdos de la City londinense?

– Todos son buenos.

– ¿No lo calumnio si digo que es usted el único londinense nacido en Santa Rosa de Osos?

– Londres me sirvió mucho, pero no cambió mi forma de ser. No podría definirla, ojalá fuera auténtica.

– Un cliché define a Londres como una ciudad siempre lluviosa, de habitantes jartos. ¿qué hay de cierto en todo eso?

– Quien se cansa de Londres se cansa de la vida, decía el Dr. Johnson

– ¿En qué forma la BBC, para la cual usted trabajó, le mejoró el currículo cultural?

– Yo habría pagado por trabajar en la BBC, para aprender. Me pagaban bien, aprendí mucho y siempre decir en la vida: «Estuve en la BBC», sirve y se aprecia.

– Hablar de Bernardo Hoyos es hablar también de música. ¿Hay un recetario especial para encaminarse por los lados de la música clásica para hablar solo de esta modalidad?

– No, oírla siempre con atención y explorar cada día nueva música.

– El cine ha sido otra de sus debilidades. ¿Ese matrimonio con la pantalla grande cómo se da?

– Mi primera película fue «El gran vals». Por asuntos visuales no lo disfruto tanto como antes, pero me interesa mucho y es parte de mi vida profesional porque veo cine con ayuda de un asistente, para verlo mejor, y poderlo comentar.

– Precisamente en una película que seguramente ha visto muchas veces (Casablanca) Humphrey Bogardt dice que el mundo lleva dos whiskies de retraso. Podríamos decir que lleva dos Dry Martinis de retraso. ¿Nos puede revelar su fórmula para preparar este trago?

– Hay muchas fórmulas, cada quien tiene la suya. Es cuestión de intuición y de prueba, al final cada quien da con la suya.

– ¿Qué libros no ha leído?

– Todos con excepción de unos cuantos que son indispensables para la experiencia de mi vida. No importa el número que se lea. Importa sí leer bien y leer lo mejor.

– ¿Reencarnaría en una radio, un televisor, un libro o una película?

– No creo en la reencarnación.

– Borges bendijo la ironía de Dios que le dio al mismo tiempo los libros y la luz. ¿Cómo ha manejado el tema de la mala visión que le ha deparado el destino? 

– Lo importante es leer así sea con lupa y con dificultad.

– Lo oye uno a usted muy a gusto en la Emisora de la Tadeo, de la cual es director. ¿Motivos para escuchar su emisora?

– Tiene buena música, buenos colaboradores, variedad, trata de estar actualizada, tiene buena radio internacional por satélite. Y ojalá buen gusto e interés continuo para oyentes que se interesan en este tipo de radio.

– Me decía alguna vez que pocas ciudades como algunas colombianas se dan el lujo de tener hasta cinco emisoras culturales. ¿Cómo se da este fenómeno?

– Hace cinco años estamos en Internet. Colombia carece de muchas cosas pero es muy rica en buena radio cultural. Las universidades se han interesado. La Radio Nacional fue muy buena y podría volver a ser muy buena y claro está, vino un caso único en América Latina: armar una emisora privada y comercial como la HJCK.

– No lo imagino dedicado al ocio pero ¿qué hace cuando no hace nada?

– Leo.

– ¿Por qué desea que lo recuerden?

– Como recomendaba don Jorge Manrique a su hijo: por ser un buen padre de familia y no dejarse dominar jamás por la ira.

– ¿Qué se le ha quedado entre el tintero? 

– Todo.

UN MENSAJE A BERNARDO HOYOS

Maestro Bernardo, salud.

Qué lucida tan titina se pegaron su señoría y la emisora de la Tadeo con el CD en honor de su paisano Barba- Jacob. El matemático Isaza, el rector, debe estar que brinca en una raíz cuadrada. O en un logaritmo. O en alguna fórmula de Einstein.

Mejor celebración de su premio Simón Bolívar – se estaban demorando en otorgárselo- no se pudo haber inventado con ocasión de los 25 años de la HJUT 106.9. Ni que hubiera sabido lo que le venía pierna arriba en materia de premios.

Solo le faltaron las voces del Papa, el maestro Angulo, el dueño de una pirámide y García Márquez para “decir” (el verbo que decidió escoger en la presentación) algunos de los poemas de don Ricardo Arenales.

Hasta el maestro Fernando Botero aportó su cuota: un dibujo a lápiz del atormentado Barba, biografiado por el terrible Fernando Vallejo quien con su voz de montañero perpetuo nos “dijo” su Lamentación de octubre. 

CD en memoria de Barba Jacob

Un colega de Barba, don Belisario Betancur, el marido de Dalita, prestó no sólo su voz arzobispal para recitar La canción de la vida profunda. También aportó un pequeño ensayo para enriquecer el CD que sigue la tradición creada por el productor Howard Sackler, según nos recuerda usted en su presentación.

Estuvo más bien parco a la hora de su protagonismo, en el CD, maestro Bernardino: con su voz de locutor estrella de la BBC, nos deleitó tacaños treinta segundos –ni uno menos- con la Cancionilla.

Hay hallazgos felices en ese popurrí de voces: Octavio Arizmendi (La tristeza del camino) todavía no había pulido su voz de monseñor del Opus Dei en el asfalto.

Que no falten otros ilustres paisanos y colegas suyos y de Porfirio a la hora de lucirse: el transeúnte Rogelio Echavarría y Darío Jaramillo Agudelo. 

Muy buenos los 4’42 segundos del maestro Álvaro Mutis con su Balada de la loca alegría.

Al poeta santarrosano le habría gustado la interpretación que nos brinda el poeta William Ospina de fragmentos de Acuarimántima.

¿Y quién se iba a imaginar que el académico de la luenga lengua, don Daniel Samper Pizano, tenía vena de “decidor” de versos? No se petaquió la Lamentación de Octubre, justo es reconocerlo.

Sorpresa grata, la de doña Martha Senn, la de ojos miel, contándonos el Árbol Viejo.

Claro que para mí gusto, el sobresaliente entre todas esas voces es la bogotanísima de Gonzalo Mallarino Botero. 

Fue una nota, como decimos los jóvenes, volver a escuchar al maestro Abelardo Forero Benavides en su Canción de la soledad. 

El sonido del CD muy bueno, para qué. Espero que se vendan hartos cedés para que se nutra económicamente el Centro Cultural Porfirio Barba Jacob de Santa Rosa de Osos.

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