Por David Marchese
Ser influyente en la red implica enfrentarse a temas difíciles sobre la presentación de uno mismo, el juicio público, la libertad de expresión, el poder y el dinero. Durante la última década, Mia Khalifa se ha visto obligada a tratar de encontrar algunas respuestas sobre esos temas.
En 2014, cuando Khalifa, nacida en Líbano y criada como católica en la zona de Washington, tenía 21 años y trabajaba en la industria del cine para adultos, protagonizó una escena sexualmente explícita mientras usaba un hiyab. La escena se hizo viral y la respuesta fue dura. Llegó a recibir amenazas de muerte, incluida una imagen de ella, alterada digitalmente, en la que estaba decapitada por el Estado Islámico. En parte, esa hostilidad fue la causa de que Khalifa abandonara la industria del cine para adultos e intentara volver al anonimato. No lo logró. Su error digital estaba destinado a perseguirla.
Así que hace unos años, Khalifa decidió que en vez de fingir que su pasado no existía, podía aprovecharlo. Poco a poco se fue convirtiendo en una influente tremendamente popular en las redes sociales, aunque con una persistente aura de pecado. Ahora, Khalifa tiene millones de cuentas que la siguen en X, TikTok e Instagram, en las que publica sobre estilo, comida y, con frecuencia, política. También ha creado una lucrativa e impresionante audiencia en OnlyFans, una plataforma en línea en la que los suscriptores pueden pagar directamente a los artistas por sus contenidos, algunos de los cuales son bastante inocuos y muchos de los cuales, incluidos los de Khalifa son, digamos, atrevidos.
Ya en 2014 estaba vagamente al tanto de la controversia que rodeaba a Khalifa y en los últimos años me sorprendió verla aparecer aquí y allá: en listas online no oficiales de las personalidades que más ganan con OnlyFans, en un cameo en Ramy, la estupenda serie de Hulu, y de pasada en la cobertura de su marca de joyas, Sheytan. El año pasado volví a ver su nombre, esta vez asociado a noticias sobre sus tuits simplistas e incendiarios tras el ataque terrorista de Hamás contra Israel sucedido el 7 de octubre de 2023.
¿Cómo se convirtió la persona de la que oí hablar hace una década en la Mia Khalifa de hoy? Esa reinvención es parte de lo que quería hablar con ella, junto con su experiencia en la industria del sexo y el costo potencial para la cabeza y el corazón de vivir de manera tan descarada en línea.
Te he visto hablar de la idea de que estás en medio de un cambio de marca. Pero no te he visto hablar de lo que crees que era tu marca. ¿Puedes explicármelo? Al principio, mi marca no era algo que estuviera exclusivamente bajo mi control. Me hice tristemente conocida por accidente. Entré en la industria para adultos en octubre de 2014, y muy pronto me presionaron para actuar en un video en el que el contexto era que yo era una mujer árabe con velo. La intención era explotar el hecho de que yo era árabe y hablaba árabe, y lo hice. Poco después, diría que un par de horas después de su estreno, empezó la avalancha. Todos los medios de comunicación se hicieron eco y todo el mundo tenía una opinión. Perdí el control de mi imagen, de mi reputación. Creo que mucha gente tiene fases promiscuas a los 20 o 21 años. Desafortunadamente, la mía fue en video 4K.
¿Cómo te diste cuenta de que no podías regresar a la vida normal?Trabajaba en un bufete de abogados. Cualquiera que entrara, comenzaría a murmurar en la sala de espera. Empecé a sentirme como una distracción e incómoda. Fue entonces cuando me di cuenta de que esto no iba a cambiar; esto no iba a mejorar. No me gusta que las mujeres con las que trabajo me miren de cierta manera, y especialmente no me gusta que los hombres me miren de cierta manera porque es como ser un animal de zoológico. Así que volví a abrir las redes sociales y decidí intentar ser una influente y persona pública si ese era el destino que había sellado para mí.
Entonces, cuando hablamos de lo que era tu marca, ¿nos referimos a cómo te conocía la gente? Sí. La marca que se formaron en sucabeza. No había ninguna intención deliberada detrás de eso. Donde estoy ahora mentalmente, emocionalmente, en todos los niveles, es un giro de 180 grados respecto a quien era. Esa es mi marca: evolución.
Tienes alrededor de seis millones de seguidores en X, 26 millones en Instagram y 38 millones en TikTok. ¿Cómo refuerzas tu marca en cada una de esas plataformas? Es una buena pregunta, porque creo que hay que ser diferente en cada plataforma. TikTok es más para música divertida y videos tontos, y Twitter [ahora llamada X] es mi aplicación favorita. Es donde me entero de todas las noticias. Tiene mucho que ver con el activismo y las bromas.
¿Pero tu fuente de ingresos es OnlyFans? Sí.
¿Sientes como si hubiera alguna tensión o algo que conciliar en el hecho de que ganes dinero en esa plataforma que supongo que es predominantemente masculina, y parece como si tus intereses y tus seguidores en las otras plataformas fueran mujeres? No necesariamente, porque mi forma de estar en la plataforma es fiel a mí misma y me hace sentir cómoda. No me gusta adaptarme al público masculino, aunque pueda parecer que sí. El hecho de que yo tenga un determinado aspecto en bikini no significa necesariamente que no sea para las chicas. No hago desnudos más allá de lo que he hecho en una revista de moda, que es como una camiseta transparente o algo así. Así que me siento segura, y el público que he cultivado en esa plataforma sabe lo que le espera. No tengo problemas con eso. Me cuesta más asegurarme de que no la promociono como una plataforma que es una respuesta a las mujeres que buscan dinero fácil. Tengo la responsabilidad de no promoverla como algo a lo que cualquier mujer debería unirse a menos que ya haya estado en la industria del trabajo sexual, a menos que tenga más de 25 años, su corteza frontal esté formada, a menos que venga desde un lugar que no sea… no quiero usar la palabra “desesperado”, sino desde un lugar de claridad y buenas intenciones.
¿Y agencia tal vez? Exactamente. Desde un lugar de agencia y autonomía corporal. No desde un lugar de, necesito hacer esto porque quiero vivir este estilo de vida.
¿Es justo clasificar OnlyFans como trabajo sexual? Lo es, y creo que la gente que se siente insultada por eso se avergüenza de que la metan en el mismo saco que las trabajadoras del sexo.
Tu experiencia en OnlyFans ha sido de agencia y control. Pero también has hablado de los peligros del trabajo sexual. ¿Es difícil encontrar el equilibrio entre hablar de los daños potenciales de esa industria y no estigmatizar aún más a quien trabaja en ella? Mucho. De hecho, recibo muchas reacciones negativas de las mujeres del sector por ese motivo. No me importa que otra chica se enoje conmigo porque estigmatice algo. Es contradictorio por mi parte estar en algo y decirle a otra gente, no, no te metas. Pero no estoy diciendo que no te unas. Estoy diciendo que no te unas tan joven, que no te unas como respuesta a todos tus problemas. Simplemente, no hagas algo de lo que puedas arrepentirte. Internet es para siempre.
Estaba viendo una charla tuya en Oxford Union y, durante el turno de preguntas del público, una joven se levantó y —estoy parafraseando— se refirió a ti como un icono feminista. ¿Cómo se manifiesta el feminismo en tu trabajo? Es una buena pregunta, porque siento mucho el síndrome del impostor cuando me llaman así.
¿Por qué? Porque tenía mucha misoginia interiorizada que tenía que superar, y creo que eso no empezó hasta que empecé mi terapia a los 26 años. Me avergüenzo mucho de las cosas que he dicho y pensado sobre mí misma y de haber permitido que otros las dijeran y de las bromas que he seguido o a las que he contribuido sobre mí misma o sobre otras mujeres. Así que ha sido una evolución. Pero en la plataforma OnlyFans, [el feminismo] es mi límite, la forma en que lo hago cumplir. Si alguien dice una palabra o describe una parte del cuerpo de una forma más cruda de lo que yo acepto, se le bloquea. En Twitter, Instagram, TikTok, espero que se manifieste en las cosas de las que hablo y que destaco, como los derechos reproductivos de las mujeres y la lucha contra la trata sexual.
Te has referido a la misoginia interiorizada. ¿Cuáles son los aspectos de tu infancia o de la cultura en la que creciste que todavía estás superando? En realidad, la misoginia interiorizada procede más de las influencias estadounidenses. No me sentía cómoda como mujer de piel morena y como mujer árabe. Crecí en DC en un mundo posterior al 11 de septiembre, y había mucho racismo flagrante, y empecé a odiarme a mí misma. Empecé a intentar encajar en la categoría de los “blancos”. No, uso Brooks Brothers y Sperrys. No soy morena. No soy árabe. Me unía a las bromas contra las mujeres. Me rebajaba para encajar en sitios en los que no debería haber encajado. Siento mucha vergüenza por eso.
Eres libanesa. Es un momento difícil para los libaneses: la violencia está aumentando. ¿Tienes amigos y familia allí? Los tengo. Por suerte, están acogiendo a refugiados y a quienes no pueden cruzar la frontera. Son capaces de abrir sus puertas y darles un lugar donde quedarse, y eso es lo mejor que se puede esperar de la situación actual en Líbano.
Has hablado en el contexto político expresando que quieres marcar la diferencia. ¿Cómo cree que puedes hacerlo? En realidad se trata de normalizarlo. Hacer que la gente vea que no es tabú hablar de ello.
¿Hablar de qué? Hablar de poner fin al genocidio, hablar de un alto el fuego, hablar de la lucha contra el aborto, hablar de cualquiera de estas cosas. No es tabú. No lo es: oh, eres un influente, haz tu trabajo. Oh, eres un atleta, mantén la política al margen. No es tabú tener una opinión. De hecho, si no tienes opinión eres un PNJ, un personaje no jugable. Eres un robot. No existes. Si no tienes interés en contribuir a la lucha por los derechos humanos o los derechos básicos, a nivel nacional o internacional, ¿para qué sirves? ¿Pharrell [Williams] diciendo que no creo que los famosos deban opinar sobre política? Por favor.
Es difícil hablar de estos temas. No creo que mi papel aquí sea aprobar las ideas que puedas tener o rebatirlas. “Los puntos de vista de ella no son los míos”.
Pero estoy pensando en cómo el 7 de octubre del año pasado publicaste en X sugiriendo que los “luchadores por la libertad” en Gaza deberían poner sus teléfonos en horizontal para filmar mejor.Sí.
Y hubo otra publicación tuya en X por la misma época en que parecía que había militantes de Hamás disparando contra un vehículo de policía israelí. A raíz de esas publicaciones, algunas empresas decidieron dejar de hacer negocios contigo. También quiero añadir que has dicho que, aunque eres antisionista, no eres en absoluto antijudaísta. No, y es muy importante no decir pueblo judío cuando se habla de sionistas.
En mi opinión, esas publicaciones no respondían al tenor moral del momento. No te estoy pidiendo que las defiendas ni que las expliques, pero la pregunta que me hago es si tu experiencia con esas publicaciones y la reacción que suscitaron te hicieron pensar de forma diferente sobre el tipo de publicaciones que quieres hacer sobre Gaza o sobre política. ¿O en realidad qué valor puedes aportar a estas conversaciones? Si me lo permites, me gustaría tener la oportunidad de hablar sobre esos tuits. El primero no era… la razón por la que había dicho eso era porque había una escena que era realmente poética, simbólica y hermosa. Había una escena en la que se derribaba una valla, y eran civiles, niños… parecía el Muro de Berlín cayendo. Así era la escena. Y por eso dije “luchadores por la libertad”, porque todo palestino que aún tenga ganas de vivir es un luchador por la libertad. A eso hacía referencia. La otra, la foto, me pareció tan barroca.
Dijiste que parecía un “cuadro renacentista”. Exactamente. La composición, todo… en ese momento era demasiado pronto. Pero creo que no es algo radical decir eso sobre algo que parece tan… parecía una locura. Pero, sí, era demasiado pronto. Esa es mi postura al respecto, y todos los negocios que perdí por eso fueron muy bien recibidos, porque si realmente no estamos de acuerdo a ese nivel, no deberíamos estar trabajando juntos en primer lugar. Así que no estoy enojada. De hecho, estoy agradecida. Esta es la parte que más lamento: que se malinterpretara tanto mi intención que personas cercanas me contactaron y se sintieron profundamente heridas por lo que había dicho.
¿Cómo explicaron su dolor? Lo mismo que otras personas. No puedo creer que dijeras algo tan violento. Tuve que volver y explicarles mi intención, disculparme por haberles hecho daño y asegurarme de que entendían quién era como persona.
¿Esa experiencia cambió tu forma de pensar sobre qué publicar o cuándo? Sí, totalmente. Porque fue una distracción. No es así como quiero que sea mi activismo. Se centró en mí. Y también, como personas de color, ya estemos luchando por Black Lives Matter o por una Palestina libre o un Congo libre, sea lo que sea, no tenemos margen de error. Tengo que pensar mucho más lo que digo y asegurarme de que el contexto siempre esté ahí.
Publicas en TikTok un video divertido sobre comida y luego una serie de tuits estridentes sobre Gaza. ¿Sabes si quien te sigue en TikTok presta atención a los tuits políticos? ¿Es una mezcolanza en la cabeza de la gente? ¿Es una mezcolanza en tu cabeza? Muchas gracias por ser capaz de ver que eso es representativo del caos que hay en mi cabeza. Es absolutamente un caos.
¿Hay cosas de las que crees que sería demasiado peligroso hablar para tu marca? Oh, no. Estoy muy agradecida de que mi marca como figura pública sea completamente diferente de mi marca real como empresaria y diseñadora.
¿Lo es? En realidad, no. Cuanto más intentaba responder a esa pregunta, más cambiaba de opinión. Porque en realidad es algo de lo que estoy orgullosa: mi marca, Sheytan, es ante todo una marca de joyas y de ropa corporal, y lo que más me gusta es que no tenemos inversores. Es todo mío. Está autofinanciada, lo que significa que no respondo ante nadie. Nadie me la va a quitar porque no esté de acuerdo con mis opiniones. Lo mismo ocurre con la productora que he creado. La gente puede elegir no trabajar conmigo, pero nadie puede quitármela porque no esté de acuerdo con mis opiniones.
¿En qué va a trabajar la productora? Por ahora trabajamos formatos sin guion. Pero no estoy en contra de entrar en el mundo del guion. He hecho mis pinitos en él.
Estuviste en Ramy. Estuve. Quiero mucho a Ramy [Youssef]. El trabajo que hace es tan inspirador e increíble. Solo de pensar en ese programa me dan ganas de llorar. Si hubiera tenido un programa así cuando era adolescente, creo que las cosas habrían sido diferentes. Tener representación en lugares que nunca pensaste que fueran posibles marca una diferencia tan grande. Por eso es importante ponerme en esas posiciones, porque la gente necesita representación. No solo hablo de chicas árabes. Hablo de chicas que han tomado decisiones de las que se arrepienten, por las que el mundo podría haberlas descartado.
Uno de los temas de los que has hablado es la agencia y la autonomía corporal. Has hablado abiertamente en internet de haberte operado para mejorar tu aspecto y de tomar Ozempic. ¿Crees que la decisión de hacer esas cosas proviene de un lugar de agencia y autonomía corporal? ¿Hay algún conflicto interno? En absoluto, y la razón por la que hablo de eso es porque me gusta mostrar la dicotomía que hay detrás de cambiarse a uno mismo. Cuando me hice la rinoplastia, necesitaba asegurarme de que mi nariz siguiera siendo étnica. Quiero retocar lo que no me gusta de ella, pero sigo queriendo una nariz árabe fuerte y bonita. Se trata de mejorar lo que quieres mejorar. Lo mismo me pasó con el aumento de pecho. Había adelgazado de forma muy natural entre unas 20 y 30 libras cuando tenía poco más de 20 años, y mis pechos cambiaron por completo. No me sentía como una mujer joven. Sentía que era un exceso de piel. Así que ese fue mi razonamiento. Y entonces Ozempic, sinceramente, estaba de moda y quise probarlo. Mi relación negativa con la comida cambió por completo. Así que empecé a hablar abiertamente de ello porque recibía muchos cumplidos sobre lo bien que me veía y mi “rutina de ejercicios”, y me sentía culpable de perpetuar algo que no era real.
¿Y cómo sientes ahora tu salud mental? Me siento muy bien compartimentando. Estoy teniendo esta hermosa conversación contigo, y mi tono es ligero, pero también tengo los ojos pegados en Al Jazeera aunque le quité el sonido. Todo esto está ocurriendo en tiempo real, pero he aprendido a compartimentar. Hoy tengo dos reuniones más después de esta, y luego me permito el tiempo que me corresponde para llorar.
Esta entrevista ha sido editada y condensada a partir de dos conversaciones. Escucha y sigue The Interview en Apple Podcasts, Spotify, YouTube, iHeartRadio, Amazon Music o la aplicación New York Times Audio.
Director de fotografía (video): Zackary Canepari