Contraplano. Osuna, un caricaturista de siempre

Por Orlando Cadavid Correa

Cuando Dios repartió talento entre los niños nacidos el 21 de mayo de 1936 en Medellín, el futuro caricaturista Héctor Osuna Gil se quedó con casi todo. El hijo de don Vicente y doña Tulia –dueño de un poderoso instinto para capturar sin necesidad de cámara fotográfica la fisonomía de sus personajes– lleva 63 años dedicado a impartirle urticantes lecciones a la clase política colombiana que lo admira, lo disfruta, lo respeta y lo teme. Todo empezó el 6 de marzo de 1959 en Bogotá, cuando Álvaro Gómez Hurtado, que tenía ojo clínico para descubrir nuevos valores en el oficio, se entusiasmó con su carpeta de bocetos iniciales y le publicó al día siguiente su primera viñeta en la página editorial de El Siglo. A sus 23 años de edad, Osuna eligió para su debut en el periodismo el diario de la pura doctrina conservadora, quizá por su confesa devoción laureanista, pero sus miles de ingeniosas producciones siempre han aparecido en medios de tendencia liberal, como El Espectador, el periódico de todos sus afectos, y la revista Semana, donde escampó fugazmente. La irrupción de Osuna en el diarismo nacional se produjo 28 años después del suicidio en un reservado de La Gran Vía, un céntrico café bogotano, de su paisano Ricardo Rendón Bravo, de 37 años, considerado el más grande  caricaturista colombiano de la primera mitad del siglo XX.

El escritor y periodista Luis Eduardo Nieto Caballero (LENC) decía que una caricatura de Rendón valía más que el mejor editorial. Ahora, parafraseando la vieja frase de Confucio, decimos que una caricatura de Osuna vale más que mil editoriales. En una viñeta publicada en la portada del diario de los Santo Domingo, que tituló “Cirineos frustrados”, el maestro jugó a la futurología: con base en su buen olfato político, vaticinó que el ex presidente Uribe quería  repetir por partida doble para quedarse en la Casa de Nariño hasta el 2018 y no hasta el 2014, como mucha gente creía. De todas las fichas biográficas que exploramos para este  Contraplano, la más afortunada, por lo concisa y precisa, aparece en el Diccionario de Colombia: “Osuna  Gil, Héctor. (Medellín, 1936). Periodista, pintor y caricaturista. Abogado de la Universidad del Rosario. Bachiller del Colegio San Bartolomé de La Merced. Considerado uno de los mejores caricaturistas de Colombia. Estudió pintura en Madrid, España, donde obtuvo el Premio anual de la Academia de Santiago, en 1973. Su primera incursión como caricaturista fue en 1959 en El Siglo. Colaborador por muchos años de El Espectador, con sus célebres caricaturas Rasgos y Rasguños. Ha aceptado dos premios del CPB y ha rechazado en dos ocasiones el Premio nacional de periodismo Simón Bolívar”.

Para el inmolado líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, su primer mentor, “Osuna ha sido uno de los mayores críticos de nuestro tiempo. Era un joven tímido, perspicaz, naturalmente; su esquiva sonrisa no traslucía su condición de humorista. Siempre me llamó la atención su inclinación por los temas trascendentes, especialmente los religiosos, como si hubiera tenido una educación especializada en ese campo”. Así lo vio Gabriel García Márquez en el prólogo del libro Osuna de frente: “Quienes sólo lo conocen por su arte dicen que Osuna no tiene corazón. Yo creo que lo tiene, y muy grande, pero dotado de una química personal que sólo asimila a los justos, y para Osuna no hay nadie que lo sea en esta vida. En este sentido es una reliquia histórica; el último cristiano puro que nos queda”. 

¿Cómo veían a Osuna sus compañeros de El Espectador en los años 80, en la sede de la Avenida 68? Responde José Yepes Lema, autor del Memorial de agravios contra la familia Cano: “Hacía parte del equipo el caricaturista Héctor Osuna, un abogado y pintor muy tímido, con cara de jesuita, a quien, si bien le daban algunos temas para que los interpretara, de su magín brotaban el humor, el mensaje y la ironía como antes sólo lo concibiera el inolvidable Ricardo Rendón, con una línea geométrica que era una verdadera novedad”.

En asocio del exitoso columnista Lorenzo Madrigal, su otro yo, que saltó a la palestra en 1987, produjo a través de su lápiz mágico personajes inolvidables como Sor Palacio, la monja belisarista; los Caballos turbayistas de Usaquén; Lara, la perrita dálmata, lopista ella, del Palacio de San Carlos; el Elefante samperista que hizo estragos en la Casa de Nariño, y las Calzonarias (o cargaderas) de Hernando Santos Castillo. Asimismo, su aporte al humor gráfico en los tiempos del ex presidente Uribe fue significativo.

La apostilla: Salida del magín del genial Lucas Caballero Calderón, el inolvidable Klim: “Sobre el maestro Osuna no es necesario decir nada. Cualquier elogio le viene estrecho, y para encontrarle pares en la historia del periodismo nacional hay que remontarse a Ricardo Rendón. Los dos aunaban a la limpieza y facilidad de la línea la carga sutil y demoledora del ingenio”.

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