Blanco y negro. El reportero Domínguez

Óscar Domínguez en el barrio La Candelaria en Bogotá (Foto de Andrea Domínguez Duque).

Por Gabriel Ortíz

Se celebra un nuevo Día del Periodismo, con un premio mayor, que se ha llevado el colega Oscar Domínguez, un “machuca teclas”, como él mismo se califica, al que nada le ha quedado grande en este oficio.

Qué mejor que entregarle a él, la estatuilla “El Sacrificado” del maestro Rodrigo Arenas Betancur, que le imprime el gran honor de destacar la vida y obra de un periodista durante la época en que se ha dedicado a ejercer la profesión más bella del mundo, como la calificó nuestro Premio Nobel, Gabriel García Márquez.

Domínguez, ese reportero que se las sabe y ha vivido todas, casi se desmaya ese 10 de diciembre de 1998 en Estocolmo, cuando García Márquez, trajeado con liquiliqui, recibió el Nobel en la Sala de Conciertos y brindó en el Ayuntamiento con una elegante copa de Champaña. Bernardo Sánchez, el vicepresidente de Propal, empresa caleña, hizo el milagro que permitió a Oscar, cubrir el evento con la calidez, riqueza, profundidad y certeza que siempre ha imprimido a sus escritos.

Sus infinitas hazañas, investigaciones, recorridos y olfatos lo han llevado a auscultar la realidad de los hechos, convirtiéndolo en un todero de cuántas formas tiene el periodismo.

Nada lo ha detenido en su incontenible manera de desplegar la reportería. Desde la árida economía, la frivolidad de los deportes, hasta las entrañas de la salud incluyendo los hechos de sangre, tan repetitivos en esta violencia que por años han azotado a Colombia, son sus escenarios. Los muy cuidados zapatos, trajes deportivos y chaquetas de cuero, lo han librado del frío bogotano y de los recios veranos de pueblos, campos y ciudades de muchos países.

Su manera de ser unta de generosa amistad a cuanto personaje, colega o jefe estrecha su mano. Muchas fuentes le sueltan “chivas”, casi sin darse cuenta.

Con la misma facilidad describe un atraco, un concierto, un accidente, un asalto guerrillero o la posesión de un jefe de Estado. Su tradicional buen humor, lo convierte en el mejor conversador y contertulio dentro de las salas de redacción o fuera de ellas. 

El ingenio, jocosidad, salero y donaire que utiliza en sus escritos, crónicas y reportajes, lo convierten además en uno de los más agudos humoristas del periodismo colombiano. Por ello Amparito Pérez, Andrés Monpotes, Gustavo “cóndores”, Juan Lozano y demás jurados, lo escogieron y exaltaron.

Imposible pasar por alto su gran colección de ocurrencias de niños, hermanitos, hijos y nietos de sus colegas, que resaltan las agudezas de la infancia de estos párvulos en varios de sus libros. 

Este gran amigo, este gran contertulio, este exquisito reportero de todos los frentes y todos los tiempos, nos permite aconsejar a los colegas que nos suceden, no abandonar por nada de la vida, la reportería y la ética, que son la madre del periodismo de ayer, de hoy y de siempre.

Felicidades apreciado Oscar, brindamos por tí.

BLANCO: La unidad de una nación como Chile para rendir homenaje al presidente Piñera. ¡Aprende Colombia, archiva los odios!  

NEGRO: Por fin el ELN dejará el secuestro extorsivo. ¿Cuánto nos costará el fondo multidonante?   

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