Así no es: el cubrimiento periodístico del atentado a Miguel Uribe 

Miguel Uribe Turbay

El prestigioso medio de comunicación universitario 070 de la Universidad de Los Andes, hizo una válida y ejemplarizante autocrítica al cubrimiento periodístico del atentado al joven dirigente político Miguel Uribe Turbay

Editorial

En el video aparecen decenas de personas agolpadas en la Clínica Santa Fe, en Bogotá. Esperan nueva información sobre el estado de salud del precandidato presidencial del Centro Democrático Miguel Uribe. Este aún lucha por su vida, tras haber sufrido un atentado el pasado sábado 7 de junio en la localidad de Fontibón, a manos de un niño sicario de 14 años. 

La mayoría de personas en el video son periodistas. Hay cámaras, camarógrafos, micrófonos, reporteros, transmisiones en vivo, gritería… un caos a la medida del cubrimiento de un intento de magnicidio, algo que ningún medio había cubierto en el país, no con la misma gravedad, desde hacía 35 años. Aparece, también, una periodista joven llorando, mientras otros dos colegas la intentan consolar sin soltar sus micrófonos. 

Es Gelitza Jiménez y trabaja para la Red de Medios públicos RTVC. Llora porque algunas personas del tumulto, simpatizantes de Miguel Uribe y del Centro Democrático, empezaron a atacarla al ver su escarapela. Según medios que se encontraban allí, empezaron a gritarle “usted no debería estar acá”. Luego empezaron a gritarle “asesina”, mientras un colega de W Radio la defendía e intentaban desescalar la situación.

“Así no es”, dice el periodista, enfrentándose a varias personas que intentan argumentar el ataque, y defendiendo el derecho de su colega a ejercer su trabajo. 

***

El video es una postal –otra– de la estela de polarización, violencia e intolerancia que se ha desplegado ante nuestros ojos desde el momento del atentado. Una violencia que aparece también en redes sociales e incluso en el Congreso. 

Algunos dicen que nos hemos devuelto 35 años en la historia, a la época de la guerra frontal contra el narcotráfico. Nosotros creemos que no. Que no hemos retrocedido en el tiempo y que lo que vivimos el pasado sábado, aunque traumático, es diferente a lo que vivieron las generaciones de nuestros padres y abuelos.

Sin embargo, sí creemos que el oficio periodístico vivió un retroceso este fin de semana con el cubrimiento del hecho. Un cubrimiento marcado por la falta de ética periodística, la ligereza en la información, y movilizado por la ansiedad de completar la nota, de acomodar el tráfico del mes, de publicar primero que la competencia.

Nos parece fundamental unirnos a la voz del colega de la W y repetir, como él, que “así no es”. Que rechazamos cualquier agresión y obstrucción a la prensa, sobre todo en un momento tan convulso que exige información de calidad que ayude a desescalar la tensión y mantener la calma. Pero también nos parece fundamental levantar la mano para decirle a varios de nuestros colegas que así tampoco es, cuando por el afán del click traspasan los principios básicos de este oficio y las líneas éticas básicas, o del sentido común, que nos rigen para una vida en sociedad. 

A medida que pasaban las horas y empezaba a publicarse la primera información en caliente, vimos cómo algunos medios compartían videos del atentado, repletos de imágenes sensibles, con poca o nula censura. A muchos nos estalló en la cara –impuesta por la reproducción automática de Instagram y Twitter– la imagen de un Miguel Uribe desgonzado, desangrándose sobre el capó de un carro con gente gritando a su alrededor. También empezaron a publicar la cara sin censura del menor de edad, que por ser sicario no deja de ser un niño con protección especial, o la historia clínica filtrada del precandidato, algo que es ilegal. 

Mientras tanto, en las emisoras se escuchaban rondas de entrevistas a quemarropa, que intentaban buscar un culpable e imponérselo al entrevistado. ‘¿Quién fue? ¿Cree que fue la izquierda? ¿Quién dio la orden?’ Muchos entrevistados dejaron de responder estas preguntas e hicieron un llamado a la prudencia y a la oración por la salud de Uribe.

Simultáneamente algunos periodistas, con enormes plataformas de seguidores, decidieron compartir información privada del menor de edad que le disparó a Uribe: su situación familiar, el barrio donde vive y con quién, la persona que lo acompañaba en la clínica, entre otras. Algunos se lavan las manos poniendo ‘solo publico lo que no viola la reserva legal para menores’, como curándose en salud, como si la única línea ética que los rigiera fuera evitar hacer lo que es ilegal, y todo lo demás valiera.

Nosotros, por el contrario, creemos que no todo vale por un click, o por un retuit. En cambio creemos que este debería ser un momento para que, como periodistas, reflexionemos sobre el rol y la responsabilidad que hemos jugado en esta situación que ahora parece la cresta de una ola que nos arrastra.

¿Cómo, desde nuestro oficio, hemos contribuido a esa polarización, o qué hemos hecho desde los medios para combatirla?

Hoy sentimos que es un buen día para volver a repetir eso que ya sabemos, pero que a veces se nos olvida: que los medios de comunicación, y los periodistas que trabajan en ellos, tenemos una responsabilidad clave en la construcción de la democracia. Pasarnos por la faja las mínimas éticas de este oficio no solo es hacer un mal trabajo, sino es hacerle el cuarto a la violencia política.

Por eso, desde Cerosetenta, hacemos un llamado general a la ética. Un llamado a que, en vez de competir con otros medios para ver quien publica primero, hagamos un pacto en torno a la empatía, una básica línea que debería sacudir a nuestro oficio de la crueldad del click. Tienen que existir unas líneas mínimas de respeto y dignidad, no solo para cubrir este hecho; también para el complejo proceso electoral que se nos viene encima. 

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: williamgiraldo@revistacorrientes.com

2 comentarios

  1. e tocó cubrir el magnicidio de Rodrigo Lara Bonilla como corresponsal de El Tiempo en Medellín. La oficina se llenó de cartas de protestas de ciudadanos de todas las clases sociales repudiando el hecho. Gran contraste con lo que ocurrió con el senador Miguel Uribe Turbay: un show. Por lo menos, así se ve desde la distancia.
    Felicitaciones por su análisis

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