Por Julían Ríos Monroy*
Luego de una hora de charla, se da la licencia de estirar las piernas. El padre Javier Giraldo se acomoda en la silla de rodachines, entrelaza las manos y retoma ―con la lucidez que lo caracteriza― su análisis sobre el conflicto armado, la inequidad y las posibilidades de paz en el país.
Su oficina es estrecha y austera: dos escritorios, un computador portátil, un radio del siglo pasado con cassetera doble y, colgados en la pared, un mapa físico de Colombia en alto relieve y un poster rojo del sacerdote Camilo Torres. La mayoría del cuarto es ocupado por una biblioteca de madera con 574 libros diversos en tamaños y colores, pero no en temas: casi sin excepción, retratan o analizan el paso de la guerra por este territorio.
A los 80 años, Giraldo no tiene pelos en la lengua ni intentos de censura en sus ideas. Defiende abiertamente varias de las propuesta del presidente Gustavo Petro, pero también critica algunos puntos de su gestión: “No ha avanzado ni un milímetro en romper el pacto entre la Fuerza Pública y el Clan del Golfo”, dice en una tarde nublada del último miércoles de abril.
Ese día, el sacerdote jesuita ―que le ha dedicado más de cuatro décadas a la defensa de los derechos humanos en el país― presentó la edición 68 de la Revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), donde trabaja como investigador. El informe, contó Giraldo, registró durante 2023 al menos 1.277 victimizaciones, entre ellas el asesinato de 111 líderes sociales, así como un incremento del 12% en los homicidios de defensores de DD. HH. pertenecientes a la población LGBTIQ+.
En entrevista con Colombia+20 de El Espectador, el padre habló sobre esta investigación, la apuesta de paz total del presidente y el futuro de los diálogos con grupos como la guerrilla del ELN, las disidencias de las FARC y el Clan del Golfo (también llamado Ejército Gaitanista de Colombia).
¿Cómo ve la situación de violencia en el país?
A nosotros no nos gusta insistir tanto en los números, pero de todas maneras, el número de vidas destruidas cada uno de los últimos años está alrededor del medio millar, que es una cifra muy alta. Entre la fecha de la firma del último Acuerdo de Paz (en 2016) y el final del gobierno de Iván Duque había casi 1.000 casos de líderes sociales de base asesinados. No es eliminar una persona, sino un proyecto social, una reivindicación, un movimiento por los derechos, y son los grupos más humildes. A eso se suma lo que hemos llamado el anonimato total: que el victimario ya no se identifica, con lo que todo queda en absolutamente impunidad.
Se esperaba que este gobierno desplegara más medidas de protección para evitar eso, pero sobre todo, que implementara soluciones estructurales para acabar con la violencia…
Todo el mundo esperaba que realmente se ganara en tranquilidad, en paz. Creo que Petro hizo un análisis de cómo se estaban preparando y desarrollando los procesos de paz. Mucha gente, y yo mismo, tenía una crítica de fondo a cómo se habían preparado esos procesos en los últimos 40 años, porque se han firmado acuerdos de paz que no han aportado un milímetro de paz por tres razones: no tocan para nada las raíces de la violencia, los mismos desmovilizados son asesinados y luego la violencia se vuelve a reciclar muy rápidamente. El gobierno de Petro fue muy consciente de eso y empezó a ver cuáles eran las fallas y cómo corregir ese ese modelo.
Javier Giraldo es licenciado en Filosofía y magíster en Teología de la Universidad Javeriana de Bogotá, con especialización en Análisis Regional de la Universidad de París.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
Usted lleva más de 40 años trabajando con organizaciones étnicas y campesinas. Algunas han expresado reparos frente al trabajo del presidente. ¿Las víctimas están decepcionadas del Gobierno?
Uno ve diversas posiciones de las víctimas. Uno ve que sí hay una decepción que tiene como origen un sentir: ‘esperábamos más de un gobierno como estos’, pero también somos conscientes de que a este gobierno no lo han dejado hacer lo que quiere. Las élites y los partidos políticos le han bloqueado cantidad de cosas que ha querido hacer, entonces comprendemos eso porque no queremos regresar a administraciones como la de Álvaro Uribe o Juan Manuel Santos. Entonces, en ese sentido, es como una decepción pero moderada y diciendo fundamentalmente ‘estamos apoyando esto, pero sí quisiéramos más’.
Usted habla de que el Gobierno le apostó a corregir el modelo fallido de las negociaciones de paz. ¿Cree que la paz total es el camino?
Un principio que Petro ha tenido y me parece válido es que para atacar a los grupos violentos o para obligarlos a cambiar no se puede utilizar la misma violencia. Para él es muy claro que por ahí no es por donde se consigue paz, sino que se consigue es más violencia y yo estoy de acuerdo.
¿Entonces no cree en esa teoría de que solo se puede llegar a acuerdos si se da zanahoria (incentivos), pero también garrote (presión militar), como hace poco lo dijo el expresidente Santos?
Lo que hizo el presidente Petro desde que nombró al primer comisionado de paz, Danilo Rueda, fue intentar sentar en mesas a los grupos para que expliquen la razón por la que están luchando y cuál sería la posibilidad de dejar esa violencia, pero muy consciente de que todo eso está muy ligado al tema social y al poder económico, y que todos estos grupos se lanzaron por la vía del narcotráfico. También muy consciente de que no podemos creer que la paz se consigue negociando un cese al fuego y entregando armas, si no se enfrentan las verdaderas causas de todo esto. Los grupos se sentaron en mesas y hubo un primer momento eufórico, que parecía que iba a dar resultados, sin embargo, esto no se soluciona de la noche a la mañana y se fue viendo que la solución no estaba a la vuelta de la esquina y empezaron también a romperse los primeros diálogos.
Ahora, yo creo que el Ministerio de Defensa sí está haciendo esfuerzos por bloquear las rutas del comercio de la droga en muchas partes, por capturar a líderes armados de mucha trayectoria y muy violentos, pero no en la medida en que se necesita. Y esto tiene otro problema adicional y es lo que estamos viviendo en Urabá.
Esa es una zona controlada casi por completo por el Clan del Golfo…
Sí, el Clan del Golfo se adueñó de toda la región. Ya venía adueñado desde antes pero, pero empezó a ser prácticamente el Gobierno de la región. Cuando nos visitó la primera vez el ministro de Defensa la comunidad le dijo claramente: “Aquí no gobierna el Pacto Histórico, aquí gobierna el clan del Golfo. La Brigada 17 del Ejército, que es la que ha dominado toda esa región desde hace mucho tiempo, trae una trayectoria larguísima de convivencia, colaboración y de tolerancia con todo el paramilitarismo y en concreto con el Clan del Golfo. Esa connivencia de la Fuerza pública con los paramilitares es muy antigua y consolidada, y no se ha avanzado un milímetro en romper esa relación. Eso se ha visto claramente en las últimas semanas con la persecución a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. Ya abiertamente convocaron a muchas Juntas Comunales y dejaron claro que el objetivo es acabar con la comunidad y su representante legal. El pacto entre militares y paramilitares es demasiado fuerte y no se ha hecho nada por romper eso.
En el inicio del Gobierno, Petro dijo que iba a negociar con el Clan del Golfo, pero luego ese proceso quedó quieto. ¿Qué piensa de un diálogo con ese grupo?
Hace poco sacaron un comunicado en el que cambian de nombre y ahora dicen que se llaman Ejército Gaitanista de Colombia. Es un comunicado lleno de mentiras y de cosas demasiado audaces. La misma utilización que hacen de la memoria de Jorge Eliécer Gaitán es inmunda, y peor todavía cuando dicen que han tomado de él una frase que es la restauración moral del país. Que un movimiento de tantos crímenes en su haber se atreva a decir eso no se entiende. Buscan mostrar que nunca han estado al servicio del gobierno o de la fuerza pública, que han sido siempre de la oposición y que han estado en la defensa de los pobres. Tanta mentira junta es impresionante.
El sacerdote Javier Giraldo ha seguido de cerca la situación de la región del Urabá por más de dos décadas.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
¿Cree que el Clan tiene alguna voluntad de paz?
Yo no creo. Ya van varias veces que han intentado pedirle al Gobierno que los tenga en cuenta, pero parece que no les da. Petro siempre tiene en mente eso a ver cómo puede atraer a toda esta gente que está en armas para dialogar con ellos, pero yo no creo que tengan una voluntad de paz, porque si algo es claro en el Clan del Golfo es que su base económica es monstruosa y se apoyan en el dinero del narcotráfico.
¿Cómo ha visto la gestión de Otty Patiño como comisionado de Paz?
No he oído buenos comentarios del trabajo que está haciendo. Por ejemplo, el lío con el ELN parece que se va solucionando, pero duró mucho tiempo la tensión y los malentendidos ahí.
Hablando del ELN, ¿usted ve voluntad en la guerrilla para llegar a un acuerdo antes de 2026, cuando acaba el mandato de Petro?
Cuando se estaba negociando en Quito (en el Gobierno de Juan Manuel Santos), yo fui dos veces allá. Había un punto claro y es que ellos ponían como primer punto de la negociación la participación de la sociedad civil, pero además el ELN siempre ha dicho que no está interesado en negociar y entregar las armas por prebendas que beneficien a sus integrantes, sino que buscan un cambio social. Yo veo lejísimos los cambios sociales, entonces creo que ahí va a estar el el trancón.
¿Entonces las disidencias de las FARC son el “mango bajito” de la Paz Total?
Uno nota en la posición de la Segunda Marquetalia de Iván Márquez un discurso muy político de un cambio social y eso no se ve a corto plazo, entonces yo creo que ahí tampoco va a haber un arreglo. Y con el grupo de (Iván) Mordisco veo mucho más marcado el tema del narcotráfico.
Ya le pregunté si las comunidades están decepcionadas de Petro, ahora se lo pregunto a usted: ¿Cómo ve al Gobierno?
He estado dialogando con el mismo Petro y le he expresado lo que yo pienso de muchas cosas. Yo veo que el nivel de análisis profundo de la sociedad que él tiene es muy lúcido, por ejemplo de la ecología del cambio climático -que le admiran mucho en el exterior- y así en muchos aspectos como la entrega de tierras a los campesinos o el análisis delas etapas de la violencia en Colombia. Tiene realmente una capacidad de análisis, unos principios y unos sentimientos de que él está llamado a hacer un cambio, pero encuentra obstáculos por todas partes.
* Julián Ríos Monroy
Periodista y fotógrafo. Es subeditor de Colombia+20 y profesor de cátedra en la Universidad del Rosario.@julianrios_m[email protected]