Por Julián Escobar
Construcción en terrenos de fuentes hídricas, pueblos enteros que parecen anexos a Bogotá y contaminación de acuíferos conforman parte de la receta desde hace mucho tiempo que hoy llevan a racionamientos. Muchos gobiernos les hicieron el quite a decisiones difíciles para acotar el crecimiento de la urbe, pero es innegable que la explosión demográfica de la Sabana de Bogotá sumado a la falta de planeación de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), hoy generan un estrés exagerado de las fuentes hídricas que se quedarán así mientras no haya soluciones de fondo. Es equivocado así afirmar que esta sequía es nueva y culpa solamente del fenómeno de El Niño.
Esta situación se origina en la destrucción primero de los cerros de Bogotá y humedales. Hace unos treinta años, los cerros de Suba estaban llenos de vegetación y producían un microclima de lluvia. Hoy, de esto sólo queda el recuerdo. Barrios enteros fueron edificados en los cerros orientales llevando a la desaparición de quebradas y al robo de agua. En situación, es la de la quebrada Trujillo en Usaquén, devastada y donde apenas baja un riachuelo a la 127. Otro ejemplo es el canal Molinos en la Calle 116, el cual, revisando los archivos de El Tiempo, en su edición del 3 de octubre de 2007, habla de la contaminación del nacimiento de este canal por las discotecas vía La Calera, volviéndo una fuente de mal olor. Igual es la pésima situación del Humedal Torca-Guaymaral denunciada por Camilo Fonseca, magíster de la UNAL, el cual demostró la contaminación que sufre por el vertimiento de detergentes. Este humedal y estos ríos llegan al río Bogotá, cuyas aguas no pueden ser usadas en el perímetro urbano para el abastecimiento de agua. Recordemos que, en la época del Virreinato el agua de Bogotá venía del río San Francisco y Fucha, cosa que hoy resultaría imposible.
Los municipios han contribuido a este deterioro. En el año 2019, La Silla Vacía denunció el grave estado de la Sabana de Bogotá en cuanto a agua para su población.
Evidentemente, hay una explosión demográfica. En el cuadro superior, se notan algunos acuíferos en el área entre el casco urbano y donde hay zonas nuevas llamada el humedal Gualí, fuente de malos olores y residuos. Por estos temas varios municipios reciben agua de la Empresa de Acueducto de Bogotá (EAAB), lo cual genera estrés hídrico en las fuentes principales ya que no hay nuevos acuíferos. Al haber deterioro de nuevas fuentes, poca conservación y oferta limitada, habrá sequías.
Es así como Chingaza no puede abastecer a una población de casi 12 millones. De igual forma, el vertimiento de aguas ha sido un problema. A continuación, se muestran los datos:
Si las fuentes hídricas se cuidaran, ante la sequía en embalses como el de San Rafael, se usaría el agua de ríos aledaños, lo cual no se puede hacer por su contaminación. Agregamos a esto la falta de plantas de tratamiento (PTAR) como la de Canoas que sanearía el Río Bogotá, la cual apenas está en estructuración.
Con todos estos componentes, hay que agregarle la poca preocupación por crear zonas de conservación para la naturaleza. El principal acuífero de donde sale el agua de Bogotá es el Embalse San Rafael. Al mirarlo en Google Maps, lo primero que se ve en la parte sur es la excesiva construcción en las laderas, lo cual evita que las plantas y bosques puedan tener acuíferos para dotar la presa.
Es un momento de hacer un acto de reflexión sobre las medidas a tomar. No basta con que cerremos la llave unos pocos minutos, sino más bien, observar que la ciudad y sus alrededores han crecido deteriorando sus recursos naturales. Teniendo en cuenta las herramientas como ciudad región, es momento de que los municipios que dependen de la EAAB para su dotación hagan un acto de contrición y juntos comiencen a sanear sus fuentes hídricas, crear zonas de amortiguación, encontrar nuevas fuentes de agua y así solucionar esta crisis entre todos. Aún estamos a tiempo.
De igual forma, parece un tema de pesadilla ver cómo la construcción destruyó los reservorios. Es necesario crear un POT donde se reubiquen zonas y así reducir el problema. Además, el gobierno debe hacer lo propio desconcentrando el país en sus costas. Si esta situación se diera en la costa, bastaría con tener plantas desalinizadoras y otras que fueran de tratamiento para solucionar la sequía. Sin embargo, es imposible que a más de 500 kilómetros de la costa esto sea posible ya que se requerirían cuantiosas inversiones en acueductos para acercar el precioso líquido.
El debate está servido. Las soluciones aún son mecánicas en su mayoría y falta ver si los diferentes municipios de la Sabana de Bogotá están listos para llevar a cabo un ambicioso plan de reorganización.
Porqué la cervecería Bavaria si puede reciclar el agua del río Bogotá para la producción nuevamente de la cerveza y los municipios aledaños NO?