Por Carlos Alberto Ospina M.
Los 17.600 delincuentes que conforman los cuatros grupos armados más relevantes y las 23 bandas criminales tienen de rodillas al gobierno de turno y en rendición a varios departamentos. La población anda con la cabeza agachada, intimidada y sin la protección de las fuerzas armadas.
Ni la pasada administración del endeble Iván Duque alcanzó los actuales índices de desplazamiento forzado, reclutamiento de menores, desaparecidos, masacres, asesinatos de líderes sociales, bloqueo de vías e inseguridad en general.
La propuesta de Petro de crear un fondo con donaciones para financiar al Eln a cambio de que dejen de secuestrar y extorsionar, ratifica su delirio paranoide y su afinidad ideológica, a la par que desconoce la clasificación internacional de grupo terrorista; lo que en últimas convierte al Estado colombiano en un mecenas del crimen transnacional.
¡Hay que dejarse de cuentos embusteros! Esa idea echa por tierra la argumentación de los proyectos que cursan en el Congreso. ¿Cómo convencer a la gente que a diario se parte el lomo sobre la pertinencia y la validez de un subsidio para sanguinarios bandidos con la causa simulada de “adelantar en los diálogos de paz”? Estamos en presencia de una posición inconveniente que irrespeta la autonomía y la inteligencia de cada persona. Es decir, la distorsión de la verdad y la razón al servicio de intereses particulares.
La nueva cortina de humo o ‘el pajazo mental’, de punta a cabo, representa un código de señales adversas a la constitucional y en contravía a la misión de la Corte Penal Internacional (CPI). Sin la menor duda, esta iniciativa presidencial busca favorecer y patrocinar a autores de delitos de lesa humanidad. La sola insinuación en el marco de un acto oficial a nivel internacional, amerita la aplicación del Estatuto de Roma, y de oficio, la apertura de investigación por parte de este tribunal judicial.
No se trata de la percepción de simples palabras al aire de una persona que no está en sus cabales, más bien consiste en la ratificación una política pública por fuera del interés general, la defensa de la Ley fundamental, la reparación de las víctimas y la aplicación del principio moral de justicia sin restricciones de ninguna índole.
La ‘paz total’ a cualquier precio, no. Tampoco, gratificar a la representación de los señores de horca y cuchillo del monstruoso Eln.
Bajo el ala de la dominación, la pérdida de los derechos esenciales, el desconocimiento de la separación de poderes, la desprotección legal, la transgresión y la falta de libertades civiles se oculta la ruina del estado de bienestar y de la democracia. ¡A otro perro con ese hueso!