Por Óscar Domínguez Giraldo
Nos visita el martes 13 que tan mala prensa tiene entre los agüeristas. Y el que no lo sea en nuestro medio, que tire la primera cábala.
Agüerista es todo aquel que ignora que la suerte consiste en creer que uno tiene suerte. (No recuerdo de quién es la frase. No es mía en todo caso. No doy para tanto).
Triscaidecafobia es aversión al número trece. Curiosamente, el 13 es el que saca del anonimato el martes que por lo regular es un día sin ínfulas, de bajo perfil como un acólito.
Es el único día de la semana en que el periódico cabe por debajo de la puerta. Claro que en rigor la culpa no es suya, sino del lunes, cuando pasa poco. Pero eso no lo ven los ciegos, y si lo ven, no son ciegos. Punto aparte.
Al martes le gusta caminar callado la boca sobre las puntas de los pies de los segundos del tiempo para no despertar al Ángel de la Guarda, cuando no está guardando a nadie y sueña, quizá, con ser hombre o mujer algún día. No importa qué día, menos los martes, que es su día de descanso.
Los detractores-biógrafos del martes, recomiendan no casarse ni embarcarse un día como estos. Y menos si el martes tiene encima el Inri del 13, como este de septiembre.
El martes 13 es el día de suerte para los gatos, encerrados o no. Por algo los felinos son la contraria del pueblo. Los hay – no gatos- que compran lotería terminada en 31, antípoda del 13.
Si en los edificios no existe el piso 13, el calendario tampoco debería permitirse la licencia temporal de tener treces en su prontuario de minutos.
No importa que ciertas enciclopedias, copiándose del diccionario de la Real Academia, sólo le gasten al martes una tacaña definición que más parece un epitafio de pobre: tercer día de la semana. Y a continuación se «ponciopilatean» las manos. Como si el pobre día no diera pa´más.
No es justo para un día respetable tener que aguardarse toda una semana para convertirse en martes y toparse con tan escuálida definición.
Hay martes que salen del anonimato cuando se levantan con cara de lunes. Este ocurre cuando hay puente Emiliani y el lunes se ha ido de feriado. En estos casos, es de los pocos días en que si los martes tuvieran cara, se parecerían a un paleontólogo.
En tiempo normal, cuando no está el 13 de por medio, el martes es un bostezo de 24 horas. O un puente no Emiliani entre el lunes y el miércoles cuando la semana empieza a adquirir estatus. Porque por lo regular, todo lo importante sucede de los miércoles en adelante.
Martes se llama así en honor de Marte, dios de la guerra. O sea, que en rigor etimológico, es una jornada para hacer la guerra, no el amor.
Una fina ironía de los alebrestados en armas sería parar la guerra desde hoy. Si París bien valía una misa, Colombia se merece una inocentada de éstas, pero de verdad.