«Cuando un amigo se va…» todos quieren llorar… lo recuerdan por lo que hizo, por lo que enseñó y por todo lo que amó, por sus valores como profesional, como la buena persona que enalteció la amistad, la ética y el buen periodismo.
Todo lo bueno del hombre y del periodista, del columnista, del director estaba en en Orlando Cadavid que hoy describen quienes compartieron con él sus primeros años y los siguientes aciertos en su vida profesional hasta la víspera de su partida en la tarde y en la noche del lunes en que compartió puntos de vista sobre el presente y el inmediato futuro político del país.
revistacorrientes.com en la que compartió la dirección con William Giraldo en estos siete años, comparte el dolor de su familia, sus hijos, hermanos amigos, de quienes compartieron a su lado el trabajo informativo en las emisoras de Manizales, Medellín y Bogotá en las cadenas radiales CARACOL y RCN, sus compañeros en el nacimiento de la agencia nacional de noticias COLPRENSA, con los periodistas que con las enseñanzas de Cadavid Correa o quienes fueron enaltecidos con su amistad y hoy están activos en diversos medios o retirados de ellos.
Por esas y muchas valiosas razones publicamos hoy las columnas y comentarios de quienes han querido rendir homenaje póstumo a Orlando Cadavid Correa:
En la muerte de Orlando Cadavid
Por Óscar Domínguez Giraldo
Somos muchos los que estamos apaleados, aburridos, berracos, tristes, con la noticia de la muerte de nuestro colega, jefe y amigo de todos los semetres Orlando Cadavid Correa. Un infarto nos privó de su enriquecedora presencia en el mundo de los vivos.
Hacía dos días habíamos echado cháchara telefónica sobre nuestras vidas. Solíamos pasar revista al estado de nuestros amigos, vivos y muertos. Y nos “mirábamos” por télefono las pategallinas y otras charreteras que la edad va dejando en nuestros rostros.
En esa última charla, Cadavid Correa, vecino del barrio Carlos E. Restrepo, en Medellín, estaba bien, como Lola en sus quince. Dedicado a leer y escribir los verbos que lo acompañaron siempre.
Me contó que no había vuelto a salir. Bueno, poco salía el único manizaleño nacido en Bello, Antioquia. Paz en su tumba. Todavía no tenemos información adicional sobre las exequias. Tan pronto nos las suministre su familia la compartiré. Hace años, en uno de sus cumpleaños escribí las líneas que les comparto. En la foto, cuando Cadavid (sentado) era director de Colprensa, en compañía de Arturo Jaimes, Angel Romero Bertel, Giraldo Gaitán y César Vallejo. od
LA AMISTAD PRIMERO, LA PROFESION DESPUES
Con Violeta Parra le da gracias a la vida porque se le ha ido la mano con él; a lo Neruda, confiesa que ha vivido y como es coleccionista de profesión, con Los Panchos (Gil, Navarro y Avilés) le dice a la vida: «Vida, mi vidita, estoy loco por tí».
Nació sin soberbia, ni avaricia. De pronto con algo de ira porque es temperamental. Que no falten la lujuria ni la buena gula. No conoce la envidia ni la pereza ni por el forro.
Ha practicado la poesía administrativa del Brujo Simón González según la cual a los jefes no se les debe notar que son jefes. Nunca ha tenido cara de doctor.
Para ser más eficiente en lo que hace, le encanta el oficio que le da de comer y de beber. Pero mereciéndolo. Me refiero al periodismo, del cual está jubilosamente jubilado, nunca retirado.
Cuando lee un buen título o un exquisito párrafo de entrada – o lead que llaman – es capaz de invitar a comer al que lo hizo. Para él, el mejor lead lo redactó Moisés para “abrir” la Biblia: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra.
Como Carvajal, siempre ha hecho las cosas bien. Con una mezcla de ética con estética.
Un buen periodista no puede ser mala persona, pontificó el polaco Ryszard Kapuscinski. El hijo de doña Angélica es buenísima persona.
Jamás ha padecido la enfermedad de la importancia. Para mantener a raya la vanidad que genera el periodismo, él mismo contestaba el teléfono haciéndole el cajón a sus secretarias. Lo sigue contestando desde su refugio en el Barrio Carlos E. Restrepo, al lado del hígado de la Biblioteca Pública Piloto. Es un lobo solitario. Se demora un segundo para contestar al teléfono.
Le regalo tiquete de ida y regreso a Islas del Rosario, con trago, mujer y langosta, para quien lo haya visto cocteliando o lagartiando.
Tiene la edad que sueñan sus amigas, menos tres años.
Dios desea tenerlo a su diestra mano que le ponga música y el mejor equipo de sonido.
Podría figurar en el Guinness Record como el bípedo que más música les ha grabado a sus amigos y cómplices. Disco que no tenga no existe.
Le gustaría cerrar su ciclo vital en su «Manizales del alma» adonde viaja a desatrasarse de nostalgias en cualquier ocio que encuentra en el almanaque Brístol de su agenda.
Se inició en una emisora de pedal, Voces de Itagüí, de don José Mejía, cuando nadie había soñado que los satélites le montarían competencia a los astros “desde la comba altura”.
Es gerente-propietario-aguatero de un demoledor humor negro que esgrime por igual contra amigos y enemigos.
No lleva una escuelita en su corazón. En su lugar, lo habitan el Nevado del Ruiz o la Catedral de Manizales.
Paisano del hijo de doña Rosalía, el expresidente Marco Fidel Suárez, (nacido en Bello), es enemigo personal de la mala sintaxis. Un error de ortografía ajeno le daña el próximo semestre. Él mismo es de prosa fácil, castigada, elegante.
Su madre, doña Angélica, le daba estos consejos cuando estaba chiquito: «Con harto fundamento, mijo» y: «no se junte con malas compañías». Le daban huevo entero cuando se enfermaba. O cumplía años.
Es de los que elogia en voz alta y regaña en voz baja.
Tiene amigos a la izquierda y a la derecha. Aunque de él no es amigo el que quiere sino el que puede. Es dueño irrevocable de su intimidad. No admite un solo voyerista en su hoja debida. Diría que es un espléndido cusumbosolo.
Sobre sus amigos ejerce una permanente veeduría sentimental que consiste en estar pendiente del éxito para alegrarse, y de las dificultades para meter la ficha solidaria, arrimar el hombro.
Para él primero es la amistad, la profesión después.
Tiene la estatura precisa (casi dos metros) para sus calidades humana y profesional.
Para obedecerle a Ricardo Arjona, sus años están llenos de vida. No su vida de años.
Sus canas hacen subir a sus fanáticas por las paredes de sus ganas.
Su sobrina Isabel Cristina, hija de Marta, le decía Otato cuando estaba bebecita y así se quedó para sus familiares y amigos de sus aurículas y ventrículos. Otros le decimos “Paneta”, en recuerdo de un célebre periodista argentino que era un as para redactar noticias perfectas a mil por hora.
Dejó el trago y el cigarrillo antes de que estos lo dejaran a él.
Se aconseja no tenerlo de enemigo porque se confiesa hombre de grandes amores y gigantescos desamores.
Sus “peores” amigos dicen que quiere tanto a sus tres hijos que a cada uno le tiene mamá diferente. Ya es abuelo reincidente: los “ennietecieron” Tomás y Sebastián.
No se le conocen pecados veniales ni mortales contra su oficio que ama como los adúlteros aman a la mujer de sus prójimos.
Su hábitat es un apartamento tomado por la música y los libros.
Actualmente, dirige a cuatro manos con el Topo Evelio Giraldo la revista Eje XXI, que circula en Manizales para el todo Caldas. Y la revista Corrientes en dueto con William Giraldo. Los domingos es columnista exquisito de La Patria.
Como a todo señor todo honor, cómo no gastarle tardías felicitaciones por su cumpleaños los jueves 14 de agosto a Orlando Cadavid Correa, ex director de Colprensa, RCN y Caracol-Medellín. Y faltan datos de muchos municipios.
Anduvo con problemas de salud hace unos meses pero entre sus amigos y parientes y amigos hicimos tanta fuerza que se recuperó 101%.
Elkin Mesa Muñoz
Periodista antioqueño y amigo diario en la distancia, dimensiona así la partida de Orlando Cadavid Correa:
Se terminó la vida de un buen periodista, defensor de la verdad, de mi pueblo Bello Antioquia, ya no podremos seguir hablando como lo hacíamos todos los días, su voz se apagó pero nunca su recuerdo, Orlando Cadavid, hasta luego.
Desde Nueva York, Edgar Hozzman
«Sin confirmar no lo decimos” Esta fue una de sus frases la que le dio identidad a su veracidad y ética. Hasta siempre maestro, usted fue el mejor periodista, profesional sin mancha. Gracias por su legado.
El maestro de maestros de la noticia: Orlando Cadavid Correa
Entrevista de Pantalla & Dial
Londonderry New Hampshire
Orlando Cadavid Correa es sinónimo de excelencia en el periodismo. Redactor y lector como pocos. Magistral escritor de informaciones y maestro de maestros del llamado “lead”.
Es una enciclopedia viviente. Es también, el verdadero decano del periodismo hecho con el esfuerzo de la noticia, con el trabajo diario y con la sabiduría de la experiencia.
Cuando era director de Radiosucesos de RCN o de la agencia Colprensa, las salas de redacción, producían un sonido especial: las máquinas de escribir no paraban, los télex hacían sus bullas noticiosas y Orlando, con su café permanente en su escritorio, leía notas, periódicos o simplemente pedía resultados a sus periodistas. Eran tiempos de sinfonías informativas.
Ha sido rey de la “chiva” durante más de cuatro décadas. Centenares de noticias pasan por su mente, son creadas en sus manos y se divulgan mundialmente. Tiene un sinfín de fuentes de “altísima fidelidad” que lo ubican en los pedestales de los grandes periodistas de Colombia por su seriedad, responsabilidad e imparcialidad.
Buena parte de la historia de Colombia de los últimos 50 años ha sido redactada por Orlando Cadavid Correa, el serio periodista, lejano de homenajes, pero amante de la verdad y la perfecta noticia.
Admirador del periodismo nacional de Antonio Pardo García, el revolucionario de la radio y de la redacción internacional de la Associated Press, reconoce que un buen “lead” es mejor que mil twitter.
Si se le preguntara, ¿cómo se definiría?, diría que “se trata de un paisa nacido en Bello, muy cerca de Medellín, formado como periodista a puro pulso en Manizales, al lado de Eucario Bermúdez, en la legendaria Transmisora Caldas”.
Allá pasó, además, por la dirección de los noticieros de la Voz del Ruíz, de Caracol y Radio Manizales, de Todelar –en los tiempos del maestro Antonio Pardo– y fue corresponsal de El Espectador, primero, y El Tiempo después, antes de recalar en Bogotá, donde fue jefe de redacción y director de Radiosucesos RCN y cofundador de la agencia de noticias Colprensa, hasta que fue llamado por Yamid Amat a hacerse cargo del servicio informativo de Caracol en Medellín, en los convulsos tiempos de la demencial arremetida del mafioso Pablo Escobar contra el estado colombiano.
Tiene tres hijos: las manizaleñas Tatiana y Pamela y el varón Orlando Júnior, bogotano. Y tres pequeños nietos: Tomás, Sebastián y Sofía.
–¿En su opinión, ¿qué está pasando con el periodismo en Colombia?
–Tomo en calidad de préstamo el título de la declaración que acaba de expedir el presidente del CBP, William Giraldo Ceballos: “En Colombia se ejerce el periodismo bajo intimidación”. Por razones de seguridad, no tengo nada más que agregar.
–¿Quién le enseñó a manejar perfectamente el lead?
–Quítele lo de “perfectamente”. Aprendí a asimilarlo a distancia, cuando me iniciaba, en Manizales, muy joven, siguiendo atentamente los encabezados de las noticias de don Antonio Pardo, en las 3 emisiones de Última Hora Caracol y en los despachos del Servicio Nacional de Prensa, su agencia. También seguía con viva atención los cables de la AP (Associated Press) que firmaban Ary Moleón y Vicente Panetta.
–¿Qué son las noticias para Orlando Cadavid Correa?
–Son el diario discurrir de lo que está pasando en la ciudad o la nación en las que vivimos y en el mundo que habitamos. Todos los episodios del momento, juntos, en la gran aldea global de Don McLuhan.
–Usted ha sido uno de los grandes periodistas de Colombia. ¿Por qué no acepta los reconocimientos?
Eso no es cierto. Quítele lo de “grande”, a no ser que se quiera referir a mis 1.90 de estatura. En el oficio hay personas con muchos más méritos que han sido tan injustamente olvidados que ni pensión de jubilación tienen.
–¿Se están formando ahora buenos periodistas o buenos comunicadores?
–Sí, se forman buenos periodistas, pero llegan sin roce, muy crudos, sin práctica a los medios. La culpa es de las facultades que no los capacitan como es debido. Cuando aterrizan en una redacción, no tienen idea del manejo del teclado de un computador o de una máquina de escribir. También acusan un desconocimiento absoluto de la historia del país y de sus dirigentes de ayer y de hoy. Una joven recién egresada me llamó un día a preguntarme si tenía los teléfonos o la dirección de la casa de una señora llamada Helena Vargas, que necesitaba entrevistarla. (La bisoñita del cuento buscaba a “La Ronca” en el momento en que la velaban en Cali).
–¿Se une a las versiones que consideran que el periodismo en Colombia está desapareciendo?
–No estoy de acuerdo con esas versiones. El periodismo no desaparecerá jamás.
–¿Quién hace buen periodismo en Colombia?
–En radio, Julio Sánchez Cristo; en TV, Yamid Amat y Cecilia Orozco; en impresos, Felipe López, en Semana.
–¿Eje 21 surgió como idea para enseñar a hacer buen periodismo?
–Esa nunca ha sido la pretensión del exitoso diario digital que emite desde Manizales y goza de enorme audiencia entre los internautas porque funciona al ritmo de la noticia inmediata, en caliente, ya sea nacional o internacional.
–¿Por qué el nombre de Eje21?
–El Eje recoge las tres regiones que antes conformaron el Gran Caldas, con Risaralda y Quindío. Y el 21 se refiere al siglo XXI. Nos vimos obligados a ponerlo en números arábigos porque el servidor no admite números romanos.
–¿Le duele aún su retiro de RCN Radio?
–Jamás me dolió haber renunciado a la dirección de noticias de RCN, en agosto de 1980. Era un cargo muy difícil de desempeñar porque todos los mandos de la Organización Ardila daban órdenes y contraórdenes, incluida doña Maruja Iragorri, la señora de turno del dueño del aviso. Llegué a tener 25 jefes, incluido el jefe de los escoltas del patrón. Eso era inaguantable. El día que salí de allí sentí tanto alivio, tanto regocijo, como si me hubiera quitado el “Titanic” de encima.
–¿Tantos encargos y cargos lo cansaron en RCN?
–Mi dimisión la precipitó la fuerte presión de Ardila para que yo aceptara como «asistente» de la dirección al infumable Darío Hoyos, «El pájaro», quien se convertiría seguramente, a través de sus intrigas, en mi «jefe» número 26 en la Organización. Mejor solo que mal acompañado. Y me fui a subdirigir El Espacio, donde apenas duré un mes porque esa mezcla de sangre y semen nunca fue de mi agrado.
–¿Fue Colprensa su mejor época como periodista?
–Si señor, una de las más bellas, porque montamos una agencia que no tomaba las noticias de la radio sino que eran buscadas por los propios redactores de planta. Don Pepe Romero, que en gloria esté, hacía grabar los noticieros radiales y de allí tomaba el 95% del servicio para los abonados a “Colombia Press”.
–¿Caracol Manizales lo dejó soñar y expresarse a todo dar?
–Si, fue una bonita experiencia, aunque taladrada por la catastrófica erupción del Volcán del Ruíz que mató a 25.000 personas en Armero y Chinchiná.
–Es un coleccionista de música, pero ¿con cuáles temas se emociona más?
–Soy universal. Melómano absoluto, desde Los Beatles hasta Los Carrangueros de Ráquira. Me gustan todos los géneros: los boleros, el tango, el son cubano, Niche, Joe, y el folclor mejicano.
–Como permanente lector, ¿qué lee en estos días?
Los Cuentos Imprescindibles del ruso Anton Chejov. Se lo recomiendo.
–¿De los de personajes del medio que ha conocido en su vida, de quiénes ha aprendido más?
–En la radio, Eucario Bermúdez; en el periodismo de, 3 paisas: Antonio Pardo García, Javier Baena y Rodrigo Pareja, y un caldense, Daladier Osorio.
–¿Cuándo se fregó este país?
–Cuando la mafia se apoderó de los partidos políticos.
–¿Qué le hace falta a este proceso de paz?
–Mayor franqueza de las partes sentadas a la mesa, en La Habana.
–¿Qué noticia no le hubiera gustado redactar?
–El vil asesinato, en cautiverio, de la reina Doris Gil Santamaría.
–De todos sus equipos periodísticos que armó, ¿cuál fue su mejor selección?
–El de RCN Radio, encabezado por Ángel Romeo, Pacho Tulande, Édgar Artunduaga y Marcos Jara. Y el de Colprensa, con Óscar Domínguez, Guillermo Romero, Giraldo Gaitán, Hernando Salazar, Alberto Saldarriaga, José Ramón Núñez, Arturo Jaimes y Roberto Vargas.
–¿Qué siente cuando lo llaman “maestro de maestros”?
–Bochorno. Soy maestro de nada y aprendiz de todo. El país sabe cuáles han sido los verdaderos maestros del oficio.
–¿Quién ha sido su mejor alumno?
–Exímame de esa respuesta para no herir susceptibilidades.
–¿Qué noticiero no escucha jamás?
–RCN Radio. Tampoco veo el Canal RCN.
–¿Qué ha representado el internet para Orlando?
–Un privilegio haber alcanzado a disfrutar de la magia de las redes sociales.
–¿Cuántas fuentes de alta fidelidad mantiene todavía para sus columnas y su página?
–Me quedan muy pocas, pero muy efectivas. 25.
–¿Cuál es el secreto para redactar bien una noticia?
–Más que secreto, Edgar, es una técnica que el periodista va perfeccionando con el paso del tiempo. Para los que acaban de llegar al oficio, los pasos para ser un buen redactor están detallados en el libro “Una apuesta por el periodismo”, del maestro Pardo García, el papá de todos nosotros.
Guillermo Romero Salamanca es uno de los periodistas que no solo fue alumno y compañero en la redacción de COLPRENSA. Cadavid admiraba a «Guillo» por su versatilidad en los temas periodísticos que abordaba y le rinde homenaje al maestro:
Orlando Cadavid Correa, el maestro del Periodismo
Por Guillermo Romero Salamanca
Este 27 de junio, a las 10 y 30 de la noche falleció en Medellín, el gran maestro del Periodismo, Orlando Cadavid Correa.
Trabajé con él en Colprensa. Fue mi director y quien me enseñó los intríngulis del Periodismo. Gran pérdida para el periodismo.
Hace unos años escribí una nota sobre ese ajetreo en la Agencia y que hoy, reproduzco.
Antes de las siete de la mañana Orlando Cadavid Correa llegaba en su Fiat 147 color crema, a la sede de Colprensa en la Diagonal 34 No. 5-63 del barrio La Merced en Bogotá. José, el portero, le entregaba ejemplares de El Tiempo, El Espectador, La República, El Siglo, un manojo de cartas y su primer tinto.
Ascendía a toda velocidad hasta el tercer piso donde tenía su oficina, que era un pequeño cubículo desde donde divisaba la sala de redacción de la Agencia Colombiana de Prensa, Colprensa, una iniciativa empresarial de Promec Televisión y 8 periódicos regionales, pero que desde finales de 1980 se había convertido en una verdadera empresa de redacción de noticias.
A su lado estaba la oficina de Ángel Romero Bertel, el jefe de redacción, quien llegaba un poco más allá de las once de la mañana. Al fondo dos escritores traspasaron las cuartillas a largas cintas amarillas que luego se transportarían a través del 45153, el télex más moderno de Colombia.
Orlando revisaba cada una de las páginas de los diarios, hasta los clasificados, mientras fumaba tal vez su segundo o tercer cigarrillo y agotaba otra taza de café negro.
A las ocho de la mañana llegaba el grueso de redactores y de inmediato se armaba el Consejo de Redacción. Cada uno de los periodistas iba dando su informe: “Hoy nos dieron primera en El Colombiano”, decía uno, “A mí me destacaron en Occidente”, comentaba otro. “Muy buena nota en El Heraldo” y así sucesivamente. Después de este “relajo” venían las instrucciones de Orlando Cadavid. “Hoy aprueban Ley de Presupuesto, Núñez”, le decía al redactor económico. “No se olvide pasar por el ministerio de la Defensa y ver qué pasa con el caso Betterman”, le manifestaba a César Vallejo, encargado de las notas judiciales. “Arturo, fájate una crónica sobre Pelé que vendrá a Colombia”, le recordaba a Jaimes, el dueño de la sección deportiva. Y así sucesivamente impartía las instrucciones a Giraldo Gaitán, Hernando Salazar, José Yepes Lema, Óscar Domínguez, José Vicente Arizmendi y a este servidor. A otro le decía, “hay que confirmar esa información”, “busque la contraparte”, “eso no es así”.
Quince minutos después concluía la reunión: “Bueno, a la tarea” y todos en coro respondíamos: “listo”.
Era un ejército de redactores que sólo tenían en la mente las palabras “noticia”, “chiva”, “primicia”, “primera página”, “entrevista”, “reportaje”, “informe”, “crónica”.
A las diez de la mañana comenzaban los télex y telefotos a sonar con sus ruidos característicos que le daban vida a la agencia, mientras en la sala de redacción las máquinas Remington eran aceitadas y, si era necesario, se les cambiaban las cintas para que las notas quedaran nítidas.
La sinfonía de tecleado, en su mayor esplendor era hacia las 4 de la tarde cuando todas soltaban notas sin parar. “Chuzógrafos” o mecano taquígrafos les sacaban chispas a teclas y rodillo y emergen cuartillas en papel periódico a todo dar.
Aura Rosa García, la secretaria de la redacción repartía la correspondencia o daba las razones. Ella llegaba a las 8 de la mañana y salía a las 6 de la tarde. Nunca llegó ni más temprano ni tampoco salió después del crepúsculo. Aunque tenía un trabajo abrumador, jamás tuvo un papel encima del escritorio. Era la señora de la perfección y los regaños.
Decenas de “chivas” –verdaderas primicias se dieron en aquella época en Colprensa–, cientos de informaciones, un sinnúmero de entrevistas con noticias, reportajes, crónicas quedaban impresas en primeras planas.
Ninguna de las noticias se emitía, sin el visto bueno de Orlando Cadavid Correa, quien todo el día estaba al lado de los redactores, los llamaba a su oficina, les pedía una y otra cosa y tenía en mente cada uno de los acontecimientos del día, desde palabras del presidente, el entorno internacional, los precios del dólar y el café, los resultados del fútbol y hasta los ganadores en el hipódromo de Los Andes.
A las doce del día se sintonizaba cuatro o cinco radios que sonaban al mismo tiempo. Se sintonizaba Caracol, RCN, Todelar, Súper y hasta el Grupo Radial Colombiano. Orlando se detenía por segundos en cada una de las emisiones y comentaba: “ya lo dijimos”.
No se le pasaba una coma, una tilde o un punto. Corregía con bolígrafo de tinta roja y hacía un círculo donde había detectado un error.
Orlando en aquellas épocas de Colprensa….
Mis cuartillas, casi siempre, podían llevar entre 50 ó 60 ruedas. Gilberto Rodríguez, el transcriptor del télex me decía: “hermano, no le cabe un redondel más, esto parece ya un jeroglífico”.
¡Cuántos dolores de cabeza le producimos a don Orlando! Mil excusas.
Creaba “El reportaje de la semana”, “La investigación del mes”, “La entrevista de Colprensa” y la columna “Pantallazos” o “El informe económico”.
Periodismo, periodismo, periodismo, del puro.
Conocía mil historias de los políticos de turno, si alguna vez hubiera querido montar una discoteca hubiera tenido un éxito impresionante porque sabía de tango, boleros, salsa, baladas, vallenatos –de los buenos–, bambucos, rancheras y hasta de grupos como El Empastre.
Para él, ese grupo cómico musical catalán era el que mejor había interpretado el pasodoble Feria de Manizales.
Se gozaba a quienes no teníamos idea de música y entonces se deleitaba con sus preguntas.
–A ver Romero, ¿Cuál es la versión más espléndida de “Colombia mía” de Luis Uribe Bueno?
–Ni idea, don Orlando, le respondemos retraídamente.
–¿Si ven? Estos jóvenes qué van a saber de música, si sólo escuchan baladas de Raphael. Aprenda: la hizo “El coro Cantares de Colombia”.
Esos eran los pocos átimos de solaz que tenía Orlando Cadavid Correa en aquellos tiempos que el M-19 daba la guerra robándose espadas, asesinando líderes sindicales o gringos, robando armas, secuestrando, asaltaba camiones de leche y palacios de justicia, mientras que Félix Correa se llevaba una millonada tumbando a los ricos del país, comenzaba el auge del maldito narcotráfico y Claudia de Colombia era la estrella en el mundo de la canción.
Eran las nueve de la noche y la sala de redacción se quedaba en silencio y a esa hora Orlando procedía a dar la última revisión a las notas y a dejar apuntes para el día siguiente. Una hora después llamaba al 2454545 y preguntaba al redactor de turno: “¿qué ha pasado?
Y los sábados, aunque salía al medio día, retornaba por la redacción a las siete de la noche para mirar las recientes notas.
Era incansable. Jamás fue a un cóctel, aunque podía recibir 5 ó 6 invitaciones al día. Nunca aceptó una invitación a un almuerzo. Los viernes no rebajaba la bandeja paisa donde el señor Mendoza, donde departía con Roberto Pombo, hoy director de El Tiempo y en aquellas estaciones era redactor político de la agencia o con parte de la redacción.
Hace poco, en una clase de redacción impartida a jóvenes de Comunicación Social de la Universidad Sergio Arboleda, con el magistral narrador Ramiro Dueñas, una estudiante –después de la explicación sobre la función de informar por parte de Orlando Cadavid Correa—preguntó tímidamente: “¿alguna vez lo vio llorar?”.
–Si. Cuando asesinaron vilmente a don Guillermo Cano.
Y los muchachos comprendieron cómo era el ejercicio del periodismo.
No alcanzó a llegar a Manizales, la ciudad en que quería morir, pero escribió hace dos semanas las razones por las cuales era un manizaleño nacido en Bello, Antioquia:
Contraplano. Manizales del ayer, para nunca olvidar
18 junio, 2022 Revista Corrientes Contraplano 0
Por: Orlando Cadavid Correa
Antioqueño de nacimiento y manizaleño por elección y por adopción, siempre he creído que la patria chica está donde uno se forma, se hace persona y encuentra el abrigo, el pan, el vino, el amor y los amigos.
Me encantaría reencarnar como un modesto muchacho manizaleño nacido en la Quiebra del Guayabo o en Milancito. Y llevo a mi Manizales en el alma. O como escribió mi colega José Miguel Álzate en su columna titulada ‘Mi Manizales del alma’: “Es una expresión popular que brota del corazón para cantar la grandeza de una raza que descuajó montañas para fundar pueblos. Con esta frase de cuatro palabras sencillas, que ni siquiera tiene encanto poético, se quiere rescatar el orgullo de una estirpe. En dieciocho letras está expresado el enamoramiento de su gente por lo que la ciudad representa en sus vidas. Los caldenses hemos tenido la osadía para levantar sobre lomas empinadas una ciudad que se resiste a quedarse atrás en el camino del desarrollo urbanístico, que no se deja doblegar por su geografía quebrada, que se sobrepone con imaginación a la crisis cafetera, que supera con voluntad los embates de la naturaleza. Ese esfuerzo es expresión de amor por la tierra nutricia”.
Hoy rescaté de un folleto bien querido una hermosa colección de fotografías que evocan el Manizales del ayer, perteneciente a una afortunada alianza fotográfica de Víctor y Jaime Hurtado.
En nuestras remembranzas destacamos algunas calles, avenidas y lugares memorables de Manizales, como la carrera 23, también conocida como la Calle Real; el sector del parque Fundadores, el parque de los Niños, la Torre del cable aéreo, la Plaza de Toros, el parque Caldas, El Instituto Universitario y Ondas de Otún, en La avenida Santander; la Normal Nacional, el parque Bolívar, el sector del parque Olaya Herrera, la Plaza de Toros, el estadio Fernando Londoño Londoño, Bellas Artes, en los alrededores del parque Olaya; el parque Liborio Gutiérrez, la calle de las Flores, en el sector del parque cementerio “San Esteban”; el Lago de Aranguito, la vieja estación del desaparecido Ferrocarril de Caldas; el Teatro Avenida, la iglesia de San José, el Seminario, y, para rematar, mi hermoso y recordado Palacio Amarillo, sede de la gobernación de Caldas.
La apostilla: Cuando Pablo Neruda estuvo en Manizales, en la primera edición del Festival Latinoamericano de Teatro, pronunció una frase que se hizo célebre, fruto de la inspiración que le causaron nuestros cielos al caer la tarde. Dijo el bardo austral que “Manizales es una fábrica de atardeceres. Cuando tú los veas notarás que esa inspiración es una alucinante realidad”.