Opinión pública y opinión publicada

Ilustración Medium

Por Jorge Yarce/Blogs LaFamilia.info – 

La cosa es sencilla: se cree que por el hecho de que algo esté publicado ya se convierte en opinión pública, y queda consagrado como tal. Como si los medios fabricaran esa opinión, actuando como jueces de lo que pasa en la sociedad al pronunciarse sobre algo, bien sea la simple opinión del periodista, lo que dicen los actores públicos, o las distorsiones o prejuicios que se generan en torno a los hechos y opiniones. 

No todo lo que se divulga por los medios pasa a ser opinión pública. Tampoco debe confundirse con la opinión mayoritaria determinada por encuestas o sondeos de opinión. Una cosa, pues, es la opinión publicada y otra muy distinta la opinión pública. 

La opinión pública no es un conjunto amorfo de materiales informativos (noticias, comentarios, encuestas, etc.). Hay en la gente una confusión en cuanto a lo que verdaderamente es la opinión pública, porque se trata de un fenómeno complejo que no se reduce a las exposiciones de los medios, al escenario político, ni al debate público, ni a la suma de las opiniones y controversias que se plantean en ellos o en otros ámbitos (política, educación, gobierno etc.). 

La opinión pública se forma en muy diferentes escenarios: en el Estado, en la vida social, a través de las manifestaciones culturales, etc. Y no de un día para otro, sino con el paso del tiempo, con la consolidación de unos determinados fenómenos.

Lo que publican los medios puede ser un simple bulo, algo falso o que realmente no lo dijo la persona a quien se atribuye, o que realmente no sucedió en la forma sesgada como se presenta, aunque los medios lo den, por cierto. No es verdad porque lo digan los medios, sino que algo es verdad con independencia de que los medios se ocupen de ello. Hay montones de cosas ciertas que a ellos no les interesa divulgar porque consideran que no son noticia. Y si lo que publica un medio lo repiten otros, entonces la “opinión publicada” adquiere mayor fuerza, y trata de presentarse como opinión pública simplemente por las múltiples voces que repiten lo mismo. Como si la verdad de algo resultara de lo dijeran muchos al tiempo. Recordemos el refrán: “¡Cien mentiras juntas nunca hacen una verdad!

Muchas  de las cosas que se publican responden a un “parece que”, “dicen que”, “se supone que”…, en el fondo, unas muletas para apoyar afirmaciones sin fundamento, sobre las cuales se necesitaría plena confirmación de las fuentes para convertirse en hecho noticioso, que quizás más tarde se consolide como opinión pública, lo cual no depende estrictamente de una persona o de un medio, sino de varios factores: impacto en la opinión, interés que despierta, consecuencias, público que interviene, participación que logra, etc.

Quienquiera que sea quien intenta formar opinión pública, tiene que ser muy consciente de que lo se expone o divulga por diferentes medios, o lo que se dice en otros ámbitos públicos o privados, no es una concesión gratuita a la gente. 

Es un compromiso de hacerlo en forma seria, con sentido ético y con responsabilidad. Sin querer, se puede producir confusión o llevar a conclusiones erróneas, lo cual es malo para todos: para quien produce el hecho de opinión, para el receptor y, en último término, para la comunidad, a la que asiste el derecho de ser bien informada o bien ilustrada, que es la contrabalanza de la libertad de expresión de los medios. Si no, la opinión pública se reduce a una simple opinión publicada y nada más. 

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