

POR FERNANDO AMORIM TEIXEIRA
Ante la fragmentación de la economía global, la presidencia brasileña del BRICS+ ofrece una oportunidad histórica para desarrollar un modelo de cooperación adaptado a las necesidades de desarrollo del Sur Global. A pesar de las diversas perspectivas de los Estados miembros, todos deben reconocer el valor de la coordinación de políticas.
RÍO DE JANEIRO – Los días 6 y 7 de julio, Río de Janeiro acogerá la Cumbre de presidentes y jefes de Estado del BRICS+. Con diez Estados miembros actuales y muchos otros que buscan unirse, el BRICS+ reúne a países con diversas perspectivas políticas, culturales y de civilización, pero que comparten el compromiso de fomentar la cooperación Sur-Sur y promover un orden global más equitativo y multipolar.
Estos esfuerzos son más necesarios que nunca, ya que la mitigación y adaptación al cambio climático son inseparables del desarrollo socioeconómico. Desde una perspectiva productiva, responder a un desafío tan complejo y multifacético requiere la integración en los niveles superiores de la cadena de valor, mediante estrategias sustentadas en sólidos principios de sostenibilidad. En la práctica, esto implica adoptar políticas que incentiven métodos de producción energéticamente eficientes y la expansión hacia productos industriales de mayor valor añadido.
Sin embargo, la descarbonización industrial depende de sectores y tecnologías con un uso intensivo del conocimiento, y las inversiones en estas áreas no surgen orgánicamente de la dinámica del mercado. Requieren voluntad política, planificación estratégica, tolerancia al riesgo para proyectos a largo plazo y, fundamentalmente, una mayor productividad mediante un uso más eficiente de los recursos naturales. Una agenda de este tipo exige Estados empoderados; exige una movilización estratégica de instituciones públicas que puedan operar con relativa independencia de las restricciones fiscales.
En este contexto, los BRICS+ deberían centrarse en identificar complementariedades entre sectores y actividades estratégicos, para que los Estados miembros puedan impulsar la innovación y fortalecer su competitividad internacional sin perjudicarse mutuamente. Iniciativas como la Alianza para la Nueva Revolución Industrial (PartNIR) representan pasos importantes en esta dirección.
Pero es esencial ir más allá del diálogo. Para traducir los compromisos en acciones concretas, los responsables políticos deben involucrar a una coalición más amplia de actores clave —incluidas las empresas, la sociedad civil, los sindicatos y el mundo académico— para desarrollar conjuntamente políticas, principios rectores y estándares comunes. La creación de valor compartido entre empresas y comunidades no solo fortalece las relaciones, sino que también mejora la sostenibilidad y la reputación de dichas empresas. Esto, a su vez, fomenta una mayor aceptación pública y reduce el potencial de resistencia o conflicto.
En concreto, las nuevas inversiones podrían requerir garantías laborales como condiciones laborales justas, la prohibición del trabajo infantil y forzoso, y la protección de la libertad de asociación y los derechos de negociación colectiva, todo ello de conformidad con los acuerdos internacionales y la legislación nacional. Además, las salvaguardias que promueven la igualdad de género y la eliminación de la discriminación racial apoyarían una comprensión más inclusiva y amplia de la sostenibilidad, basada en las perspectivas del Sur Global.
Las finanzas son otro pilar fundamental. En este sentido, el debate debería estar liderado por las instituciones financieras estatales de los países miembros, ya que son las más indicadas para dirigir capital a sectores estratégicos y coordinar sus esfuerzos con inversores privados. Los países BRICS+ ya cuentan con decenas de bancos públicos de desarrollo y fondos soberanos de inversión con mandatos de inversión paciente (a largo plazo), conocimientos técnicos y experiencia demostrable en el apoyo al cambio estructural y a iniciativas de desarrollo sostenible. Estas instituciones ofrecen un terreno fértil para una mayor cooperación, en particular mediante instrumentos financieros innovadores que podrían fortalecer el papel del Nuevo Banco de Desarrollo.
Es importante destacar que los bancos públicos de desarrollo y los fondos soberanos de inversión deben ir más allá de la mera corrección de las fallas del mercado. Deben actuar como inversores en las primeras etapas para catalizar la transformación estructural necesaria, incluyendo la incorporación de condicionalidades sociales y ambientales a sus marcos de inversión para influir en las decisiones privadas a lo largo de la cadena de valor.
Por ejemplo, se podría exigir a una empresa que comparta su tecnología y conocimientos para recibir financiación pública. Así es como el Estado puede impulsar nuevos mercados y garantizar que el apoyo público contribuya a la construcción de modelos económicos más inclusivos y sostenibles. Con objetivos claros a corto, mediano y largo plazo, como el objetivo de los BRICS+ de triplicar la capacidad de energía renovable para 2030, los programas públicos para dirigir recursos a sectores específicos mejorarían naturalmente la coordinación.
Cada Estado miembro deberá adoptar políticas dirigidas a sectores que estén en condiciones de mejorar su productividad y eficiencia. La dinámica insumo-producto puede configurarse a través de diversos canales, como la demanda efectiva, los mecanismos de reducción de riesgos, la reducción de los costos unitarios de producción y las medidas para fomentar la inversión privada, incluso mediante la contratación pública.
Las cadenas de valor de minerales críticos y bioinsumos energéticos (como el combustible de aviación sostenible) son dos de estos sectores. Países como Brasil ya han avanzado en estos ámbitos y están en condiciones de compartir tecnologías y conocimientos especializados a cambio de financiación estratégica.
Una agenda de desarrollo eficaz de los BRICS+ requerirá una movilización coordinada de recursos y esfuerzos institucionales, con el Estado desempeñando un papel central en la dirección de la estrategia general. Más que un simple inversor o financista, el sector público se encuentra en una posición privilegiada para consolidar las expectativas privadas en un mundo cada vez más incierto.
La presidencia brasileña del BRICS+, que llega en un momento de creciente proteccionismo y fragmentación económica global, ofrece una oportunidad histórica para impulsar un modelo de cooperación adaptado a las realidades económicas y los imperativos de desarrollo del Sur Global.
*Fernando Amorim Teixeira es coordinador del Grupo de Trabajo Industrial de la Red Brasileña para la Integración de los Pueblos (Rebrip) y director de Sostenibilidad y Proyectos Especiales del Foro de los Fondos Soberanos de Riqueza de Brasil (FFSB) y Coordinador de Políticas Públicas del Centro Brasileño de Finanzas Sostenibles (CeFiS).