Andrés Hoyos
El avión que es el mundo podría entrar en zona de fuerte turbulencia si la economía china se desacelera demasiado. ¿Por qué? Porque desde hace treinta años la estabilidad de ese inmenso país, crucial para la prosperidad global, depende del éxito económico continuado que ha tenido. Una ley no escrita que rige allá es: nosotros, la población, les dejamos a ustedes los del PCCh [Partido Comunista Chino] el monopolio del poder y ustedes nos reparten una prosperidad creciente. ¿Qué pasa si la segunda premisa empieza a no cumplirse o hay una crisis más aguda? Podrían surgir turbulencias de distinta severidad.
Pues bien, las alertas que desde hace meses dan economistas diversos es que una fuerte desaceleración de la economía del gigante asiático se está materializando. ¿Vendrá incluso una recesión clásica? Ni yo ni nadie lo sabe. Sin embargo, sí me voy a atrever a señalar los riesgos políticos que algo así entraña. Si el país en líos fuera una democracia occidental o asiática, bastaría con esperar a que cambie la gente en el poder para que otros lidien con los platos rotos y esperar una futura recuperación. El ejemplo del Japón, que tras largos años de crecimiento tuvo un par de décadas de estancamiento a partir de los noventa, sería el propio. Otro cantar es cuando hablamos de un régimen autocrático, como China. El fusible que existía –cambiar al secretario general del PCCh cada diez años– lo desmontaron del todo bajo Xi Jinping. Por eso allá la reacción a una crisis económica es impredecible, sobre todo si la gente se ha acostumbrado a depender de los beneficios cuantiosos que se reparten a cambio de dejar a los poderosos hacer.
Por ahora, los economistas internacionales sugieren remedios y proponen cambios, lo que era de esperarse. Otra cosa que no se sabe es cuánto tiempo duraría un estancamiento en China. ¿Un año o dos?, lo que es manejable, ¿diez?, lo que lo es mucho menos. Muy en particular preocupa la burbuja inmobiliaria. Japón sufrió de ese mal durante, qué se yo, dos décadas. En China también hay signos de deflación, una enfermedad que altera mucho a los economistas. Y los mercados no suben como antes. El desempleo, en especial el juvenil, es muy alto. ¿Eso se remedia reteniendo las estadísticas, según está pasando ahora? Pésima idea.
De cualquier modo, mientras haya algún crecimiento en China, es posible que la reacción de las autoridades sea moderada. Es más o menos previsible que tras la interrupción este vuelva, aunque de ninguna manera será a las tasas de hace quince años. Pero, ¿y si el modelo de desarrollo económico está agotado, como dicen algunos? Porque otro cantar sería una recesión verdadera que dure varios años o un estancamiento prolongado. En tal caso, la desesperación podría hacer estragos. Las que sí parecen más o menos descartadas son las reformas liberales, por el estilo de las que gustaban a Deng Xiaoping.