Tamaño mínimo (del pene)

La caricatura es de Andrés Acosta Domínguez.

Antes del coronavirus una empresa productora de condones hizo una medición para establecer el tamaño promedio del pipí del varón domado colombiano. Como ahora todos los hombres, por fin, estamos en casa, escoba de barrer en mano, no sobra estar atentos por si nos llaman para una posible actualización del citado promedio. Como un aporte a una correcta medición en tiempos de covid-19, he retomado estas líneas.

Por Oscar Domínguez Giraldo

La tradicional celebración en abril en Kawasaki, Japón, del festival internacional del pene, obliga a recordar que, metro en mano, fabricantes de condones se dieron a la tarea de medir el tamaño promedio del  juguete que  los hombres solemos llevar en el único sitio posible. Ese versátil cachivache nos permite descansar fisiológicamente y mantener poblada la tierra al tiempo que blanqueamos el ojo de placer.

Según despacho de la agencia France Press “las calles de Kawasaki se convirtieron en un homenaje a la fertilidad con un desfile de estatuas gigantes de penes, una de las celebraciones más peculiares del mundo”. (Bueno, debo aclarar que esta celebración se refiere a la realizada años antes. Con covid-19, el palo no está para penes).

Festivales aparte, conviene anotar que hay escenarios en los que el colombiano suele exhibir su virilidad: en la plaza de toros donde el matador exhibe su notorio apéndice detrás del forrado traje, sin duda para distraer y acobardar al miura, y, de paso,  alborotar los tendidos llenos de miradas femeninas y algunas neutras; orinando contra cualquier prosaica calle y en las manifestaciones de nudistas criollos para decirle no a la guerra. 

A ninguno de mis amigos consultaron sobre el tamaño de lo que los franceses denominan eufemísticamente la  “petite différence”. (Menos científicamente, me permito aventurar la tesis de que la pequeña diferencia entre hombres y mujeres radica en la rapidez con la que nos subimos a un taburete a la vista de un ratón: los hombres nos trepamos primero).

El insólito trabajo de los medidores de pipís arrojó un resultado que no sé si debe alegrarnos, preocuparnos, o todo lo contrario. Esto dependerá en última instancia del promedio mundial que, por lo pronto, es un misterio. 

En Colombia el pipí promedio del varón domado es de 12 centímetros, con un margen de error de dos centímetros. Con el máistro Salustiano Tapias podríamos decir que “dos centímetros no son desplome”.
Aunque en este caso conviene recordar lo que dicen la sabiduría popular y los sexólogos: ”Lo importante no es lo ‘gande’ ni lo ‘gondo’, sino donde lo pongo”. 

Para llegar a este histórico promedio nacional, sería bueno establecer  cuánto les debemos a nuestros colegas machos de las costas colombianas quienes suelen mirarnos a los cachacos (sujetos del interior) con una despectiva sonrisa desde el pent house  de su eréctil importancia. Sin confirmar sí lo digo: A los congéneres costeños les encanta saber que entre la población femenina, suscitan una mezcla de ilusión, estupor, risitas, expectativa y miedo cuando se habla de penes a cero metros sobre el nivel del charco.

Encontrado el escurridizo promedio, para ponerse a tono con las normas internacionales y con las exigencias del mercado interno, el gobierno, a través del ministerio de Comercio Exterior autorizó en su momento la ampliación de las importaciones de condones. 

En Colombia, todo nos llega tarde, hasta el invento del doctor Condón en sus nuevas y justas proporciones, para decirlo en la jerga  turbayista. Hasta el sol de hoy, los chichís de Macondo estaban condenados a la camisa de fuerza de preservativos que no excedieran los 12 centímetros. 

El menú disponible en el mercado de las pulgas de los condones  –incluidos los que regalan en los semáforos en épocas preelectorales-  generaba múltiples inconvenientes porque cuando la pareja estaba en el meollo del asunto, algo solía fallar en el plástico. La situación  provocaba pánico a bordo, lo que obligaba a barajar y dar de nuevo, sexualmente hablando. Y en erotismo, repetir erección a palo seco no es fácil.

Los condones  se han ido sofisticando tanto que llegará el día en que los chinos, los nuevos piratas con los ojos bien abiertos, desarrollaran preservativos desde los cuales se puedan enviar y recibir correos electrónicos.  O bajar porno.

Si de verdad quiere reactivar la economía,  y dando como un hecho la aceptación del sexapil colombiano en otras tierras -nadie es profeta en la suya- el gobierno debería promover ahora la exportación de los doce centímetros, con o sin los dos de desplome

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