Nos chuzaron y asesinaron a sangre fría humildes ciudadanos, supuestamente guerrilleros; nos confiscaron para subsidiar a feudalistas; se creó una red de complicidad para enriquecer a herederos y le sustrajeron al obrero 4 horas nocturnas, le simplificaron las horas extras y convirtieron la pensión en resignación.
La mayor agresión a la naturaleza con la expedición de títulos mineros y la inundación de extensiones agrícolas para construir represas. Hasta desviaron el río Magdalena y humillaron su cauce original.
EL «buen muchacho» era el informante desde el DAS para asesinar a defensores de derechos humanos y líderes sociales.
Narcos de visita en la Casa de Nariño y recepción de héroes a paramilitares en el Capitolio Nacional; la degradación de la moral y la confabulación con la maldad.
Casi nos someten a un tercer mandato continuo (una dictadura disfrazada de democracia) y nos salvó la traición. Quizás la única traición buena en un país asomado a un despeñadero de clientelismo devoto y fundamentalismo cortesano.
El camino se ha retomado: maniobras mediáticas para el fraude y el engaño; silencio ante el crimen organizado; confabulación de poderes; persecución secreta -que no es otra cosa que la validación de un viejo estilo de sometimiento-; táctica del desprestigio, como arma para desviar la atención, y cinismo, que se aplica en una sociedad confundida y desesperada en un aislamiento proverbial.
Paradoja: La pandemia salva a un establecimiento al que se le aproximaba una tormenta de magnitudes inimaginables. Y en medio de ella, lo mismo que antes. O peor: ya anuncian, por interpuestas personas, reformas tributarias, pensionales y laborales.
Histórico: cuando amplifican que hay que aumentar la base gravable, no es otra cosa que meter más pobres al régimen impositivo. Nos van a chuzar más. Y no sólo las comunicaciones sino el bolsillo.