Punta de lanza. Amín Díaz: Promotor del turismo marítimo

El mar y el cielo de Cartagena y de Colombia para los turistas

Por Senén González Vélez

Cartagena está en deuda con aquellos que, como don Amín Díaz, gran empresario del turismo marítimo, merecen que se les reconozca por simple justicia al mérito y el deber cumplido.

Logró este gran señor y amigo, desarrollar el transporte de turismo, que hoy es toda una gran empresa de naves pesadas y livianas, que ha dado motivos para que otros empresarios se sumen para bien de la cultura turística de la ciudad de Cartagena.

Su visión llego a tal distancia, que no se contentó, con construir naves, sino un sitio para pernoctar, como el Hotel Cocoliso, en honor a ese hidratante de agua perfumada que, en la intimidad de sus habitaciones también se toma, pura o con licor, unida a la blancura de su carne y su jugo que se saborea cuando el amor se vuelve agua en dulce, o como cuando el placer se convierte en manjar.

Si don Amín existiera, ya estarían en la bahía sus buses marítimos funcionando, para evitar las congestiones vehiculares en las horas picos en la noble y querida Cartagena.

Amín Díaz pionero del turismo marítimo en Cartagena

Él seguramente escribió en su bitácora imaginaria, sus servicios al turismo, y como un sentido epígrafe, describiría su pasión por el mar, como también estimularía a las nuevas generaciones, a que no dejen morir ’’gallinita de los huevos de oro’’, desvirtuando el concepto de hacer turismo decente, a cambio del vulgar, salvaje y explotador sexual.

Sus enseñanzas y experiencias nos dio a conocer que, a través de la ‘’industria sin chimenea’’, se aprende de la diversidad y las costumbres, y lo que siente y se vive cuando se está en medio del inmenso océano a la luz del sol y la luna, que en su mayoría de las veces evoca lo romántico, pero también enseña lo que es la soledad, para fortalecer el temple del carácter.

Quienes disfrutamos de tan bellos momentos, que hoy continúa brindándonos su hijo Amincito, empresario y caballero a toda prueba, gran conductor como su padre de las relaciones públicas, será nuestro aliado para escribir la historia de su progenitor, pero en piedra, como reconocimiento de su titánica tarea para mostrar la otra cara amable de la ciudad y no la indecente que estaba invadiendo las islas y la ciudad misma en su centro amurallado y sus alrededores.

Disfrutar de los paisajes del mar, sus atardeceres y amaneceres con el fragor de sus encantos y soleados días como grato esparcimiento. Seguro fue y es el remedio para la tristeza y cura para las desesperanzas, inclusive, para tener fe que Dios existe.

Solo basta ver las maravillas del cielo y el océano, donde la visión pierde su alcance, pero la imaginación la puebla de esperanzas y ensueños. El mar invita a los enamorados y recibe a los despechados para que reflexionen y liberen los corazones enjaulados.

El mar es la medicina para muchos males: aire puro, jamás contaminado, como debe ser la lealtad y el principio para amar el amor, como el mandamiento que Dios nos ha regalado. Todo lo que nos obsequia la panorámica del inmenso mar del atlántico, adornado en la noche por estrellas y por el día, con gaviotas, alcatraces, tijeretas, garzas, amaneceres y atardeceres de colores, es allí, donde se aprecia la presencia viva de Dios y nos invita a que nos amemos los unos a los otros, en busca de la paz espiritual y no del placer, de la lujuria o la liberación del pudor a cambio del libertinaje sinuoso que espanta el turismo cultural, vacacional y familiar.

Hoy en mi soledad, busco recordar esos tiempos y logro mediante mi imaginación y la música, una manera de escapar de las angustias del tiempo, y… como el ave alcatraz, a veces me lanzo en los mares imaginarios en picada, para pescar las alegrías del ayer que discrepan del mundo de los absurdos de hoy, que nos ha ido quitando los recuerdos decentes, por el tamaño del desconcierto de una modernidad importada, que no es nuestra.

Hay que darle gracias a quien nos permite vivir esas alegrías, para apartarnos de las toxicidades del mundo.  Eso hizo don Amín, con muchísimas personas de todos los continentes.

Un paseo por la bahía de Cartagena en el Alcatraz II

El alcatraz apuntó con su pico y proa visionaria, hacia los bellos amaneceres y atardeceres, cargados de familias, para mostrarles la parte bella de la Ciudad Heroica y mantener viva la imagen de su magia, en medio de los gobiernos apáticos para cumplir cabalmente con la gestión administrativa asociada a la pedagógica. Hoy, el tirano apunta con su visión de “destroyer”, para acabar con lo bueno que se ofrece al servicio colectivo universal.

Los Alcatraces en nave, como los que vuelan en fila india en el espacio aéreo, con su pico proa, rompían diariamente el ímpetu del aire y oleaje, capoteando la velocidad del viento. 

Todos los días salía el gran Alcatraz izando bandera en buen viento y buena mar, repleto de turismo, untado de alegrías y esperanzas.

Esa visión creadora de don Amín, y la ocurrencia de honrar el nombre de tan querida ave marina, fue la promotora de una ensoñadora expedición, para que el visitante experimentara su primera aventura camino al paraíso del tropicalísimo Caribe, esencia de culturas entrelazadas que nos hacen únicos en el mundo, por la diversidad de mezclas.

Gracias al Alcatraz, fueron naciendo otras empresas que apuntaban al mismo destino para el servicio de este querido e hidalgo terruño, el Corralito de piedra, noble rincón de nuestros abuelos, del que ya se puede nuevamente evocar cruzar y caminar sus calles y callejuelas, sin damitos” ni damiselas, ladrones y ladronzuelos.

Hoy he querido dedicar mi nota editorial a Don Amín Díaz, (Q.e.p.d), como un reconocimiento póstumo, porque si alguien de modo silencioso, trajo a Colombia, y a buena parte de Latino América y gran porción del mundo alegrías, fue él, para que disfrutaran de la ciudad y de las bellas islas del Rosario de Cartagena y el fuerte de Boca Chica.

Tuvo el acierto de bautizarlas como el Alcatraz, que como decía don Daniel Lemaitre, en su poema a la nostálgica ave de pico largo:

‘’El ALCATRAZ Que llega cuando el invierno empaña el día, y heraldo de la recia tribunada, bate por la quietud de la ensenada, el remo gris de su melancolía. 

‘’De pronto corta el vuelo; se diría que lo ha herido la muerte a la pasada, y cae como cosa abandonada y rompe el vidrio azul de la bahía.

‘’Certero al deglutir, del pico enorme sale el reflejo de metal pulido: ¡es el trágico fin de un pez que albea!. 

‘’Después, viejo filósofo conforme como si nada hubiera sucedido, se deja columpiar por la marea”.

Muchas veces nos sentimos como el alcatraz: lucimos tristes, pero soportamos con resignación cristiana el final que nos espera, sin que se nos escuche el dolor y la quejadera.

Ya cansados y aporreados por las tantas clavadas de gran altura, vamos perdiendo como el ave marinera, nuestra investidura, hasta quedar viejos, ciegos y sordos, que, al confundir el mar con la pradera, se lanzan en picada y… trágicamente, son las rocas de la montaña que los espera.

Así mueren los alcatraces y así morimos quienes soñamos con la esperanza de ser felices más de lo que fuimos.

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