Punta de lanza. ¡Al presidente Petro!

Gustavo Petro Urrego, presidente de Colombia Foto Presidencia

Por Senén González Vélez

Toronto, Canadá

Presidente: Empiezo por decirle que soy liberal de la vieja escuela. Soy de los que rechaza tanto la amenaza de los déspotas y traidores, como de quienes ejercen el perverso feudalismo explotador, que tengan a los pueblos de América, como miserables vasallos, cuya libertad de conciencia, las atan a los oscuros intereses de una clase politiquera, que se compra y se vende, que tan sucia es, como corrupta y en ocasiones, criminal.

En síntesis, soy un liberal independiente, que valora lo positivo de las ideas, vengan de donde vengan. Poco creo en partidos políticos, porque se han convertido en organizaciones mercantilistas con propósitos nada sanos: Un poquito para inversión social, otro poquito para las relaciones públicas y repetir escaño, y otro “pocote” para honrar los bolsillos.

Señor Petro: yo pensé que su gobierno se acercaría mucho más que los anteriores, a la justicia social, realizando una gestión positiva para el desarrollo empresarial, generando fuentes de trabajo para estimular el capital, acompañado de un buen ejemplo de moral pública; que estuviera inspirada en una gerencia responsable, ejercida con austeridad, y no en derroche, abuso de confianza y exceso de poder, y otras cosas más, que serie largo enumerar en esta nota.

Esto se lo digo teniendo en cuenta aquellos postulados de su bandera anticorrupción que, con voracidad idealista, o mejor, bolivariana, defendió como senador de la República, en sus fuertes y polémicos discursos que lucían atractivos escucharlos, por su acalorada oratoria, inspirada en la utopía, claro está, en que favorecían el bien humano, y que además tenía coherencia, porque buscaban construir una mejor vida social para los colombianos; pero su intento, resultó ser una distopía que alteró la salud psicológica y física de ricos y pobres, por igual.

Aun así, conociendo la fama del lobo pollero, no voté por usted, y sí por Rodolfo Hernández. Q.E.P.D.

Hoy sus ocurrencias, me ha hecho recordar la locuacidad de Hugo Chávez, siendo usted superior, pero teniendo el coronel venezolano la capacidad de hipnotizar a su pueblo, con un verbo abierto y alzado en la arrogancia, pero distante del pensamiento de Bolívar, hoy mal plagiado, por lo que se ve reflejado en miseria, hambre y fracasos, que continuó Maduro y que terminó de sepultar el rico hermano país y el pensamiento libertario de Simón Bolívar, para con su amada cuna, Venezuela.

Allá mi querida Colombia, va por un parecido camino. Fácil es destruir un país, lo difícil es reconstruirlo. 

Usted, señor Petro, se rodeó de asesores hambrientos de riqueza, que actuaban como pícaros en serie. Traicionaron vilmente su confianza. Jamás les pasó por la mente fungir de paladines de la justicia social, porque pensaron en el final del cuarto de hora, para arrasar con todo.

En cambio, los buenos con los que empezó su mandato, los desechó por ser superiores a usted, en los temas económicos y en el ejercicio de las reflexiones sensatas, y desde luego, en el manejo de la cosa pública.

Ha buscado colaboradores mediocres, mentirosos, a quienes puede manipular, que se prestan para todo, y que no le ayudan a edificar, pero que lo complacen ciegamente, hasta incurrir en la comisión de delitos por acción y omisión, enredándole a usted, su capacidad de discernimiento.

Por ello, el gran desastre y los sonoros escándalos que lo rodean, le restan credibilidad a su gobierno y crean absoluta desconfianza pública, por su repudiable conducta versátil y volátil. 

Creo que el país merece un tratamiento digno, de respeto, y la única opción pacifica que vislumbro, es que rectifique y acepte, que todos se equivocaron empezando por usted, que es el mecenas del desastre.

La ley es para cumplirla, no para violarla, y menos ver el irrespeto reflejado en la superación legal de los topes electorales de un mandato presidencial que lo convierte en ilegitimo, y que de no cumplirse la norma, estaría hoy, usurpando el poder que engañosa y delictuosamente conquistó.

Un país de leyes como el nuestro, debe repudiar semejante afrenta a su espíritu, y aceptarlo, sin la menor reacción de rebeldía, es convertirse en cómplice.

De ahí la imperiosa razón para que las honorables Cortes y el honorable Congreso de la República, hoy dirigido por el senador, Efraín Cepeda, tengan el valor civil y moral de salvar la patria, su nombre y su tradición republicana. Pudo haber hecho usted un gobierno de tipo social ejemplar, con equilibrio, pero… más pudo el ojo que el hambre y la tripa, para demostrar su verdadera tendencia, que oscila entre la terquedad que, en extrema, se vuelve tiranía o en una dictadura de facto.

No resultaron sus promesas como se las dibujó al pueblo que votó por usted. Todo fue, ese sí, ‘’un falso positivo’’ por las esperanzas de quienes le creyeron.

Pero Colombia, si le tiene que reconocer, que hoy es visto como un gran orador para crear ciencia y ficción y, además, resultó ser un buen dramaturgo, que mostró en la campaña su convencimiento por la importancia que tiene el capital para la generación del desarrollo, en armonía con la propiedad privada, y… le creyeron. También dio a entrever su simpatía por el sector empresarial, y más aún, se mostró a favor de la misma democracia, que ahora, ante la metamorfosis aguda que ha sufrido su auto-estima, todo es opuesto a lo que predicó, creando una expectativa ilegítima e incierta esperanza.

Lo que más me asombra, es que yo tenía la impresión, que todavía tengo, que usted es un hombre honrado, que es muy distinto a honesto; porque no es capaz de robarse un centavo del erario, pero sus camaradas sí, y por eso, lo han traicionado con los escándalos y los saqueos a las arcas del Estado, y muchas cosas más, que lo sitúan en el contexto de la definición que el ex presidente y estadista, Alberto Lleras Camargo, le dijo a los avivatos: ‘’No es el pícaro, sino el tío que resuelve todos sus problemas e invita a los demás a resolverlos por medios que apenas están al borde de la ley penal, pero en un sitio que no es fácil de descubrir’’. ¡Ya para qué!

No me cansaré de repetir, es la hora de ‘’O, nos unimos, o nos hundimos’’.

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