Otraparte. Stormy en Guayaquil

Imagen del viejo Guayaquil

Por Óscar Domínguez Giraldo

Muy costosa le salió  al expresidente Trump la canita al aire que se echó en 2006 con la exactriz porno Stormy Daniels. Por el revolcón  pagó 130 mil dólares. En matemáticas de quien todavía debe química y trigonometría del bachillerato, la despelucada le salió en unos 500 millones de pesos.

Aunque el billete es lo de menos. Trump podía  pagar con la plata de bolsillo.  En política podría tener repercusiones funestas, pero no en el caso de un culebrero como Trump acostumbrado a convertir en victorias derrotas estruendosas. En eso se copió de su par el presidente Petro que perdió las pasadas elecciones y con cara de palo se adjudicó el triunfo.

El republicano le pagó a Stormy través de un calanchín que después lo traicionó. En Colombia los lagartos que hacen el trabajo sucio o mueven los mojones éticos, se incineran por sus jefes que los recompensan. El  poeta Roy Barreras perfecciona su inglés y merca en el exclusivo Harrods como embajador en Londres. Armando Benedetti, embajador en la FAO, calla estrepitosamente en euros.

Si me acosan, diría que  entre el jurado y  nuestro paisano el juez Merchán terminarán haciéndole la campaña a Trump. Para indemnizarlo, los donantes empezaron a aportar a la causa del peluquín republicano.

Aquí donde me ven, alguna vez tuve mi Stormy Daniels criolla a la que no le pagué un centavo. La mujer me sorprendió en un sector de Medellín, el viejo Guayaquil,  una especie de Belle de Jour pues en el día la zona era comercio puro y en la noche reencarnaba en cafés y casas de vida horizontal, vertical y oblicua.

Una noche pasaba este pecho por un bar de Guayaco donde las chicas te dicen cuchicuchi sin preguntarte si eres testigo de Jehová o ateo.  Tan pronto me vio, una mesera me gritó: ¡Vos /&%/&%$ me conejiaste una vez. ¿Creías que con ese sombrero de gil no te iba a reconocer?  

Intenté decirle: Señorita, disculpe, usted está equivocada y otras babosadas. Sin ninguna poesía, agarró una botella, la  volvió añicos y salió detrás de mí. Pero en esa época yo corría cien metros planos por debajo de los 20 segundos  y mi Stormy jamás me volvió a ver. 

Me evaporé con el orgullo herido porque he sido un hombre serio que honra sus compromisos. Nada de conejiar al respetable gremio que enseñaba a perder la virginidad…

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