Disparates sobre el martes 13

Códigos

Por Óscar Domínguez Giraldo

No comparto la fobia de la humanidad contra el martes 13. Individuos hay que ven un martes 13 en su inminente futuro y les da urticaria.  Lo consideran ave de mal agüero, un gato negro en su hoja debida. Para los gatos es su día de suerte.

Los pusilánimes desearían acostarse el lunes y despertar el miércoles 14.  Para curarse en salud, los arquitectos se ahorran el piso 13. Pero lo cobran de todas formas. Ni bobitos que fueran.

¿Por qué la mala prensa del 13? Circula la especie de que fue porque en la última cena se sentaron a manteles 13 pescadores. Uno de ellos derramó el vino en lugar de bebérselo. Otro, Judas, se tomó el vino de sus vecinos. Y pasó lo que pasó.

Agüerista es todo aquel que ignora que la suerte consiste en  creer que uno tiene suerte. Eso lo sabemos los suscriptores del pintoresco almanaque Brístol. Triscaidecafobia es aversión al número 13. Irónicamente, el 13 saca el martes del anonimato.

Por lo general, es un día sin mayores ínfulas, de bajo perfil como san José. Por principio, san José no aceptaba pedidos los martes 13. Así fuera un reclinatorio o un confesionario. Como era su día de pico y placa colgaba la garlopa.

Los detractores-biógrafos del martes (y del viernes) recomiendan no casarse ni embarcarse esos días. Menos si el martes tiene encima el inri del 13. (El vikingo Elías García, el jubilado jefe de la agencia española EFE en Bogotá, se casó un martes en el museo del Chicó con doña Cristina, joder. Les ha ido de maravilla. Estuve en ese “mártirmonio”).

Por si las moscas, cuidémonos de lo que pueda pasar este martes 13, a las 13 y 13. Que no nos coja debajo de una escalera. O en momentos en que se cae el pintor. O el tarro de la pintura. O ambos, los dos, juntos, el par…

Mi reloj Tissot quisiera pasar de agache los martes 13. Pero sigue dando la hora en solidaridad con los suizos que infiltraron un gallo (¿el de la pasión?) para dar la hora más exacta.

Juanes, del barrio Belén, en Medellín, es el cirujano plástico de mi “bobo”, como le dicen los camajanes al reloj. Se acaba la pila y Juanes, con físico de levantador de pesas, entra en acción. En cuestión de segundos se pone el monóculo, cambia la pila, me baja de cinco pesos y hasta el siguiente cese de actividades de segundos.

Los diccionarios coinciden en una desganada definición del martes: tercer día de la semana. Tacaña forma de «ponciopilatearse» las manos. Asumen que ese día no da para más. En tiempo normal, cuando no está el 13 de por medio, el martes es un bostezo de 24 horas. En los puentes Emiliani es un día travestido de lunes.

La efímera gloria del martes cualquier martes, radica en que es el único día de la semana en que sin necesidad de hacer dieta el periódico cabe por debajo de la puerta del apartamento. No es culpa del martes, sino del lunes, que genera pocas noticias.

Lo importante sucede a partir del miércoles. Debe ser porque el mundo era tan tierno que todavía no existía el martes. Solo existía la eternidad. Sin confirmar sí lo digo: Dios hizo a Adán un aburridor martes. A Eva la dejó para el viernes que desde entonces lleva el inri de cultural.

Sin confirmar también lo digo: el martes 13 el ángel  de la guarda está de compensatorio. Así que somos responsables únicos de los que nos sucede hoy. Pilas, país.

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2 comentarios

  1. Los alumnos del jurista Manuel Gaitán, sobrino del caudillo Jorge Eliecer Gaitán, la leyenda se creó por la caída de Constantinopla en 1453 que ocurrió un martes 13. Constantinopla era la capital del Imperio Romano de Oriente y fue asaltada por los otomanos precisamente el día del matrimonio del hijo del emperador. En el mar estaban atracados los barcos romanos, en uno de los cuales la nueva pareja se iría de luna de miel. Para el mundo cristiano fue una señal ominosa. La asociación entre el martes 13 y la fatalidad fue ganando terreno hasta consolidarse como un símbolo cultural.

  2. El profesor Manuel Gaitán (Q.E.P.D.) contó en su cátedra cultural en la facultad de derecho de la Universidad Libre que un martes 13, Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, cayó en manos de los otomanos en 1453. En esa fecha se iba a celebrar la boda del hijo del emperador, quien viajaría en luna de miel en uno de los barcos romanos atracados a los pies de las murallas que defendían la ciudad, lo que para el mundo cristiano fue una señal ominosa.

    Con el tiempo, ese acontecimiento se incorporó a la cultura popular con el dicho de «martes 13, ni te cases ni te embarques».

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